Una muy buena amiga, victima recurrente de este blog (o, como antes de decía, 'fiel lectora' del mismo) me dice que últimamente se me nota mucho que ya friso la cuarentena por las constantes referencias al pasado que de un tiempo a esta parte incluyo aquí. Creo que tiene razón.
La crisis de los cuarenta existe y se caracteriza, al menos en mi caso, por un aburridísimo ejercicio constante de hacer inventario de las cosas que uno ha hecho en la vida hasta el momento. Me acerco peligrosamente a la figura del típico abuelete narrando batallitas. Como mi mujer y mis amigos ya se las saben, y mis hijos no tienen edad de entenderlas, someto a los improbables lectores del blog a tales letárgicas referencias al ayer.
Aunque la verdad, el problema de fondo es tal vez un poco mas complejo. En el trabajo de escribir uno solo puede optar entre dos caminos: o bien cuentas lo que has vivido o bien imaginas historias (por definición intemporales, aunque las ubiques en el pasado, en el presente o en el futuro). Existe siempre, claro, la posibilidad de hablar de la actualidad, de lo de ahora mismo. Pero el presente, por definición no se cuenta, sino que se comenta. Comentar es propio de tertulianos y de esas intrigantes figuras llamadas 'obervadores politicos' de las que a veces se habla en los telediarios y que nadie sabe realmente quienes son. A a mi lo que me gusta de verdad es contar historias, no comentarlas.
Así que, además de crisis de los 40, lo que sufro es una crisis de identidad narrativa. Esta entradilla en el blog es, sin duda, la mejor prueba de ello.
La crisis de los cuarenta existe y se caracteriza, al menos en mi caso, por un aburridísimo ejercicio constante de hacer inventario de las cosas que uno ha hecho en la vida hasta el momento. Me acerco peligrosamente a la figura del típico abuelete narrando batallitas. Como mi mujer y mis amigos ya se las saben, y mis hijos no tienen edad de entenderlas, someto a los improbables lectores del blog a tales letárgicas referencias al ayer.
Aunque la verdad, el problema de fondo es tal vez un poco mas complejo. En el trabajo de escribir uno solo puede optar entre dos caminos: o bien cuentas lo que has vivido o bien imaginas historias (por definición intemporales, aunque las ubiques en el pasado, en el presente o en el futuro). Existe siempre, claro, la posibilidad de hablar de la actualidad, de lo de ahora mismo. Pero el presente, por definición no se cuenta, sino que se comenta. Comentar es propio de tertulianos y de esas intrigantes figuras llamadas 'obervadores politicos' de las que a veces se habla en los telediarios y que nadie sabe realmente quienes son. A a mi lo que me gusta de verdad es contar historias, no comentarlas.
Así que, además de crisis de los 40, lo que sufro es una crisis de identidad narrativa. Esta entradilla en el blog es, sin duda, la mejor prueba de ello.
(Foto de Luis Echanove)
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