martes, 15 de enero de 2013

Una vez más

Una vez más la luz del sol borró la noche más rápido de lo que  hubiera deseado. Se sentía inquieto. A decir verdad, todos en la ciudad lo estaban. Esa inquietud se alimentaba a sí misma, crecía y crecía de conversación en conversación. Hay una forma de ruido que modifica de modo extraño la cadencia de lo real. Ningún otro sonido resulta nunca tan poderoso. Y ahora  por fin habían escuchado esa señal intempestiva. 

(Foto: Luis Echanove)

Es difícil explicar


Es difícil explicar hasta que punto las vidas de ese centenar y medio de familias estaban vinculadas al ciclo de silencios que los campos marcan en el crudo mes de enero, o al nervioso parpadeo de las luces de junio al amanecer. Todos los entusiasmos, durante al menos dos generaciones, se habían vivido acotados en la pequeña esfera de lo cotidiano. Es verdad que ciertas épocas hervían de intensa actividad; pero, en todo caso, el compás pendular de las horas vivas de la primavera y el otoño, alternándose con las mortecinas largas tardes del invierno o el verano habían oscilado por muchos años aun previsible ritmo de doble compás. 

(Foto: Luis Echanove)

Cada objeto


Cada objeto ocupaba su exacto lugar en el cuarto. Allí, como en el resto de la casa, cuando algo era incorporado al haber familiar en él permanecía por toda la eternidad. Una infinitud de enseres colgaban de las paredes o reposaban sobre baldas y mesillas como a la espera de un terremoto que cambiase todo de lugar, o tal vez aguardando al día del fin del mundo y la consecuente destrucción final de la memoria y de todos sus señuelos.

(Foto: Luis Echanove)