jueves, 28 de junio de 2012

Burbujas y balones

Derrota a Francia. Al día siguiente, en un restaurante, un grupo de amigos galos se ponen de pie cuando entras, aplauden y vitorean' ¡sois los mejores! Victoria en penaltis sobre Portugal. Tus compañeros de oficina (georgianos, italianos, alemanes…de todas partes) de nuevo te felicitan, sonríen, y alguien te dice; '-que orgulloso debes estar de tu selección de futbol…son unos chicos maravillosos… eso es un equipo de verdad! -. Y entonces, por un momento, piensas en España y te olvidas de estos cuatro años de crisis brutal, de millones de parados y de tus amigos en empresas a apunto de quebrar (incluida mucha gente cercana a ti), y te olvidas también de la prima de riesgo, del ladrillazo y la burbuja, y del ruin jefe de los jueces que arañaba erario publico para pagar sus cenorras, y de ese rey irracional que mata elefantes mientras el reino se hunde, y de los políticos incompetentes, y de los alcaldes corruptos…te olvidas del Lazarillo de Tormes, de la picaresca, del 'ande yo caliente' y del 'salvase quien pueda' y te acuerdas, por un momento, de aquello de que 'todo esta perdido…menos la honra', y de que tu país también es esos muchachos jugando al futbol y su entrañable entrenador. Y entonces caes en la cuenta: hay esperanza, claro que hay esperanza.

(Foto: Luis Echanove)

miércoles, 6 de junio de 2012

A.J.M.


Me conoces. Te conozco. Ni tú sabes, ni yo tampoco, qué nos unió entonces. Sabemos, sí, cuantos años el tiempo nos ha alejado. Y, aun con todo, si miras atrás, puedes beber de esos recuerdos como quien toma agua fresca una tarde de calor. 

Me conoces. Te conozco. Decidimos querernos porque sí, o tal vez porque los dos eramos (somos) náufragos de nosotros mismos, náufragos en un mar de amistades y de palabras, pero náufragos a fin de cuentas. Entre nosotros, en el fondo, hablábamos por hablar, porque en verdad todo parecía haber sido dicho desde siempre. Eso era lo mejor de todo: no valían las justificaciones, las disculpas ni las explicaciones. Valía, en cambio, ese refilón triste escondido detrás de nosotros, que solo ambos sabemos en verdad captar. Porque los dos somos niños que una vez se quedaron solos y aun esperamos que alguien llame a la puerta y regrese. 

Me conoces. Te conozco. Ni tú sabes, ni yo tampoco, qué nos unió entonces. Sabemos, sí, cuantos años el tiempo nos ha alejado y que, a pesar de todo, seguimos tan cerca el uno del otro como entonces. 


(Foto: Nacho Huerga)

A.P.H.

It's time the tale were told 
of how you took a child
 and you made him old  
(Reel Around the fountain. The Smiths, 1984) 

Tras ese portón de chapa negra, en la calle de Juan Bravo, se escondía la isla  secreta. Un pedazo de otredad en el medio de Madrid, eso era aquel bar, con su descuidado jardín, sus futbolines y los árboles de hojas cubiertas de polvo.  En verano el sol de la tarde derretía los instantes, fundiéndolos en cubalibres. Esos veranos de entonces, esos veranos que nunca volverán…. 

Sentías cosquillas en la el estómago, nervioso por la felicidad del final de curso. Sus pelos rizados y atolondrados volaban al son de las ráfagas pasajeras del artificial viento acondicionado. Ella se desenvolvía libre por aquel jardín minúsculo  y a la vez inmenso, volando de un corrillo al otro, repartiendo alegrías y conversaciones cortas, con la copa en la mano... A veces, echando atrás una ojeada, te miraba con sus ojos oblicuos. Te miraba, sí,  y al segundo siguiente, con sus pupilas aun en suspendo, detenidas en ti, curvaba con sus labios una sonrisa liviana y profunda, como ese atardecer de verano. Supiste entonces que algún día escribirías esto, desde la distancia inmensa de un tiempo infinito, triste y feliz, feliz y triste. 

(Foto: Nacho Huerga)