lunes, 8 de julio de 2013

Entropía tropical

A mi amigo José Fons, con la esperanza de que nos regale su primera novela pronto.

“Cruzaban los callejones de intramuros bajo el chaparrón tropical, tan desamparados y a la intemperie como el último comando de replicantes”. Lagrimas en la lluvia. David Sentado. Ediciones Moreno Mejias, 2014.

Hay esperas desesperantes, y aguardar todos estos años a esa primera novela de David Sentado ha rozado ese límite. No obstante, la espera ha merecido la pena: Con Lágrimas en la lluvia, la opera prima de Sentado[1], el autor ha superado todas las expectativas. Porque, digámoslo de una vez por todas: Nos encontramos frente un compendio alfabético de saber hacer literario; un auténtico manual de viaje por las concurridos vericuetos de la Manila que fue y ya no es; un homenaje póstumo a la literatura hispanofilipina  y un recetario para elaborar un best seller. Todo eso, en un solo libro (eso sí, de 1924 páginas; un guiño, tal vez, al año en el que se desenvuelve la trama). Barroca y minimalista a la vez, Lagrimas en la lluvia está destinada a convertirse en una obra de referencia en la esclerótica y moribunda literatura filipina en la lengua de Cervantes. 

El argumento de la novela, aunque sazonado de un tonificante surrealismo, resulta, a la vez, bastante verosímil: ¿Qué habría sucedido si el poeta Miguel Hernández, en lugar de nacer en Orihuela (Alicante), hubiera venido al mundo en la provincia de Panpanga, en las islas Filipinas?  En un divertido y a la vez arriesgado ejercicio de historia ficción, Sentado, tras describir en un bello capitulo inicial[2] la infancia del protagonista como rapaz al cuidado de los cebúes de su barangay, ubica la juventud de ese Miguel Hernández asiático en la trepidante Manila de los años veinte. Allí, el pueblerino poeta enseguida se gana la admiración de la decadente élite hispanófila, a la vez que la animadversión de los funcionarios norteamericanos, suspicaces ante los aires nacionalistas de joven vate[3]. No le faltan a la obra dosis de comedida pasión, incluida alguna que otra descripción detallada de los revolcones amorosos de Hernández con la bella y pervertida hija de un misionero evangelista  de Wisconsin llegado a las Filipinas para convertir a los recelosos cortadores de cabeza de Bontok.

Personajes de ficción y otros reales desfilan ante los ojos atónitos del lector, atrapado en seguida por el trepidante ritmo de la novela. Así, un capitulo entero se centra en la narración de la breve estancia en la capital filipina de Blasco Ibáñez (icono literario levantino, como el propio Hernández o el mismo Sentado). Manuel Quezón o el general Wood (gobernador gringo del ocupado país) o una jovencísima y anacrónica Imelda Marcos[4] se dejan caer también a lo largo de las páginas. La propia ciudad de Manila, esa Manila señorial y a la vez moderna de los años veinte, se convierte en personaje con voz propia en esta magna obra multitonal, al modo del Dublín de Joyce.

Pizcas de humor salpican también el libro aquí y allá, aunque solo en esa justa medida o, en irónicas palabras del propio Sentado en una reciente entrevista, “solo la dosis necesaria  para que un futuro próximo se pueda elaborar alguna tesina universitaria titulada El humor en Lagrimas en la lluvia[5]. Así, por ejemplo, en lugar de la Nana de las cebollas, el Miguel Hernández panpangueño compone una hilarante Oda de los mangos.

El Hernández tropicalizado y archipelágico de Sentado no muere tuberculoso en un fétido penal tras una guerra fratricida. No obstante, su final no resulta menos trágico que  el del poeta republicano: El protagonista de Lágrimas en la Lluvia logra escapar por los pelos de los desmanes de la segunda guerra mundial y las tropelías niponas y, tras publicar su ultima obra en castellano (un poemario dadaísta llamado El Perroberde[6]), decide no regresar ya nunca a su tierra patria. Se retira a Nueva York, en donde deja de escribir en español y se convierte en guionista de series americanas para televisión. Nonagenario, adiposo, enfermo e ignorado por todos, transformado en un autentico zombi o tal vez en un replicante de sí mismo, el Miguel Hernández clónico fallece mientras recita en karaoke sus propios poemas en un club filipino de Brooklyn.

 (Fotos: Luis Echanove)


[1] Segunda obra, en realidad, si tomamos en cuenta su seminal colección de artículos intitulada Sostiene Sentado.
[2] “Es que somos muy pobres”, se titula este primer capitulo, en regencia evidente a cierto cuento corto de Juan Rulfo ambientado precisamente en Filipinas.
[3] Así pues, el antifascismo del poeta español del 27 tiene su reflejo en el anticolonialismo de su calco filipino.
[4] La histriónica política filipina nació en 1929.
[5] Cfr. Revista Cultural Hispano filipina, numero 3, p.72.  Embajada de España en Filipinas.2012.
[6] Titulo inspirado, tal vez en  El Gatopardo (gato-pardo).

viernes, 5 de julio de 2013

Inmensidad

Cuando yo era niño batallaba con las olas. Jugaba a saltarlas, y cuando venían ralas, provocaba al mar con insultos para enfurecerle. ¡Idiota, mar! ¡no puedes conmigo!- gritaba.  Enfadado, el océano me atacaba entonces con embates mucho más fuertes, que a mi me hacían saltar como loco, revolcándome entre la espuma. Feliz al fin, yo le pedía perdón al mar por haberle ofendido y le daba luego las gracias.

Al final de la tarde, con la luz del sol ya bañando de cobre la superficie inmensa del agua, me tumbaba sobre la arena húmeda, y me dejaba acariciar por ese mismo mar, ahora dócil. Abrazado por su frescura maravillosa, cerraba los ojos sin pensar ya en nada,  mecido por la inmensidad.

(Foto: Nacho Huerga)

Croacia

'There is freedom within, there is freedom without. Try to catch the deluge in a paper cup. There's a battle ahead, many battles are lost But you'll never see the end of the road while you're travelling with me'. (*) Crowded House.

Hace ahora muy poco menos de 20 años vivía yo en Croacia, trabajando en labores de ayuda humanitaria en atención a los desplazados internos victimas de la guerra. Aquel fue mi primer trabajo en el mundo de la cooperación al desarrollo, que ya nunca he dejado.

Aquel los 12 meses en los Balcanes marcaron mi vida para siempre.

Esta semana Croacia acaba de entrar en la Unión Europea, algo que, en la perspectiva lejana de aquellos tiempos de guerra y destrucción, hubiera resultado impredecible.

Me siento profundamente feliz por ello, pero a la vez, no puedo evitar recordar a las casi tres decenas de miles de croatas y serbios que murieron en aquella infame y evitable guerra, y a las decenas de miles más que lo perdieron todo. Tanto dolor innecesario…

En esa remota primavera, al final de la tarde, tras el trabajo, en el salón de nuestro espacioso y soleado piso de la calle Gotovceva, en Zabgrev, muchas veces me relejaba yo escuchando un disco de Crowded House que Adolfo Cayuso había traído consigo. Mientras, Javier Santamaría, zanganeaba con sus novelas de aventuras y la tarde moría placidamente, sosegada.

Una calma sensación se apoderaba entonces de la atmosfera. Yo cerraba los ojos, imbuido en la música y la guerra, el dolor, los refugiados, el estrés y el trabajo se esfumaban de mi mente unos minutos.  

Al caer la noche, cuando Gordana regresaba a casa, marchábamos juntos ella y yo al enorme parque Maksimir,  a pasear y a querernos entre los árboles.

Oigo esa música otra vez ahora, y me desplazo mentalmente aquel tiempo y aquel país y los recuerdos vuelan, algunos felices, otros tristes…y estoy ahí otra vez.


(Foto: Nacho Huerga)
---------------------------------------

(*) Hay libertad dentro, hay libertad fuera. Intenta atrapar el diluvio en una taza de papel. Hay una batalla por delante. Muchas batallas se pierden, pero mientras estés viajando conmigo, nunca veras el final del camino.

jueves, 4 de julio de 2013

Llegar hasta el final

Un amigo me ha enviado hace poco un estupendo articulo virtual explicando porque la mayor parte de los internautas casi nunca nos leemos las entradas de los blogs íntegramente. El articulista tiene toda la razón…creo, aunque no lo puedo asegurar, porque me cansé de leer su elaborado argumentarlo antes de llegar al final.

Muchas veces me han preguntado porque este blog se llama Chota Chunga, y eso siempre me genera cierto desaliento. Mi inmenso ego de escritor frustrado (que es la variante más maléfica de todos los escritores) se siente traicionado, y pienso para mi adentros: '¡deberían saberlo, lo explico en el blog!'.

Me dan ganas de responderles que escogí este nombre porque chota chunga, en la lengua de los antiguos cortadores de cabezas naga, que habitan en la frontera entre Birmania y la India, significa 'pequeña copa hecha de bambú', lo cual es rigurosamente cierto. También podría decirles que en la variante costera de la lengua swahili chota chunga puede traducirse por 'guardar el caldero', lo cual también es verdad.

Chota chunga también tiene un significado en castellano: según el diccionario de la Real Academia, en Cuba y otros lugares del Caribe se dice que una persona es chota cuando considera las cosas con poca seriedad o carece de habilidades. Chunga quiere decir 'feo' en lengua calé, y de ahí ha pasado al español para significar 'difícil, complicado'. No obstante, cuando le di nombre no pensaba en ninguno de estos sentidos. Dicho lo cual, concedo que el autor del blog está como una chota y que a veces escribe un poco chungo.

Reconozco que el nombre de Chota Chunga es un tanto ridículo, aunque a mi gusta su sonoridad. Eso sí: induce a confusión. Si lo buscas en Internet, en lugar de toparte con este sitio Web puedes darte de bruces con un articulo sobre un grupo de danza tradicional llamado Chunga, originario del pueblo de Chota, en  África meridional; o dirigirte erróneamente a la pagina de Facebook de una chica de Zambia muy guapa llamada Chota Chungu . Me encantan las cosas que uno encuentra casualmente de este modo en Internet.

Chota Chunga es un  nombre confuso, absurdo…pero justificado. Tiene una razón de ser.

Si quieres saber porque el blog se llama Chuta Chunga, tienes que leer la última frase de esta página Web, abajo del todo, donde nunca nadie llega…si has sido capaz de leerte esta farragosa entrada al completo seguro que aún te queda aliento para ese esfuercillo final. 

(Foto: Luis Echanove)