miércoles, 26 de noviembre de 2008

Ciudad en fuga

Todas las pistas apuntaban en la misma dirección. Un fuego remoto ardía en el horizonte. La columna de humo tupido ascendía oblicua, rumbo a la bahía, como huyendo de las montañas, del ruido, de la ciudad. Bajo el asfalto y el cemento, tal vez discurrían aun los esteros cenagosos de antaño. El paisaje olvidado, enterrado más bien bajo esa alfombra de ciudad resplandeciente, se escapaba por las fisuras del concreto, en forma de tímida mata, de humilde hierba, de árbol romo en un jardín contaminado.

Manila, aquella mañana, quería escaparse, quería no ser ella misma, quería abandonar la apacible tranquilidad del estrés humano y ser de nuevo pantano y canales salobres, abiertos al mar, como venas de un cuerpo oceánico. Manila quería echar a volar sobre el sombrero gris de neblina intoxicante, ascender a los cielos, trepar los volcanes agonizantes de Bataan. Quería transformarse en aldea campesina, en isla desierta, en cumbre de cordillera. Ser ciudad, al cabo de los siglos, es un ejercicio agotador. Verse caminada, generación tras generación, vivir bajo las cosquillas de una miríada de hombres, de mujeres, de vehículos, de autobuses, siempre circulando a granel, sin rumbo…Manila ya no podía fungir de hormiguero ni morada para nadie. Quería, solo, evadirse, huir lejos, sin dejar pistas, como se marchan las gaviotas.
(Foto: Luis Echanove)

martes, 25 de noviembre de 2008

La hermandad de los cuerdos

Llevan una vida diferente, pero todos comparten algo parecido. No sé lo que es. Tal vez el modo de mirarte. Es como si formasen parte de una gran hermandad secreta sin saberlo. Son la gente que se juega el tipo por algo más grande que ellos mismos.

Suena trasnochado hoy en día hablar de héroes, pero como he conocido algunos, lo hago sin titubear. Casi nunca han escogido su suerte (¿quién puede hacerlo?). Se han encontrado con ella y la han plantado cara. Será por eso que su mirada brilla de ese modo: han visto al destino de cara, no de canto.

No contaré lo que hacen. Sólo daré los nombres de algunos: el maya Rodrigo; Ahmed, el doctor de Jerusalén; Peter, el cura geógrafo de Mindanao; Blas, con su sonrisa del hombre del bosque.

No están locos, sino cuerdísimos, tan cuerdos como para comprender que, en este manicomio planetario, la vida lo vale todo.
(Foto: Ignacio Huerga)

Cooperantes cuentistas

Hace unas semanas se presentó en Madrid el libro “Maleta vacía y otros relatos de cooperación”, que reúne la narración ganadora (obra de Javier Esteban Jiménez) y los catorce accésit y finalistas del certamen de cuentos sobre cooperación organizado por la revista el Rapto de Europa y la AECID. El concurso, al que concurrieron 150 obras, ofrece una ventana abierta para que los profesionales del mundo de la cooperación expresen, en clave literaria, sus vivencias, reflexiones o creaciones sobre la realidad del Sur en la que trabajan. El libro incluye el cuento “Sueños de Manila”, obra de Eva Pastrana, novia (primero) y mujer (después) de quien esto escribe.

Para saber más sobre este asunto y hacer pedidos:

lunes, 17 de noviembre de 2008

Asteroides mentales

Yo antes cuando me sentía superado por las circunstancias, inquieto o triste, cerraba los ojos y dejaba desfilar libremente por mi mente estrellas de púlsares, antimateria, súper cuerdas o agujeros negros. Siempre funcionaba: al poco rato caía en la cuenta, bastante bruscamente, de mi nimiedad, y al momento las preocupaciones se disolvían en el polvo estelar. Mi afición al escapismo astrofísico me comenzó con Cosmos, aquella extraordinaria serie de televisión dirigida y presentada por Carl Sagan. Después leí el libro, y quise aprender más. Durante unos años me dediqué a cazar en las librerías todos los títulos sobre física cuántica o teoría relatividad que encontraba, siempre y cuando fueran baratos (baratos para mí, en esa época, significaba menos de 300 pelas). Claro está que tanta lectura astrofísica, más que aumentar mis conocimientos me secó la mente, como si de libros de caballerías se tratase. Cada vez entendía menos de aquellos ensayos, por más que supuestamente estuvieran escritos en tono divulgativo, para el gran público, como se suele decir (aunque yo, por entonces, era relativamente pequeño). Pero pronto dejé de preocuparme. Poco importaba comprenderlos mucho o nada en absoluto. Bastaba con leer aquellos mostrencos de corridillo para que sus efectos tautológicos se produjeran.

Como soy adulto, ya no hago estas cosas. Y es una lástima, porque, la verdad…¿ hay en esta vida algo más importante que una estrella de neutrones?

(Foto: Ignacio Huerga)

sábado, 15 de noviembre de 2008

Matagalpa

La montaña norteña, en el lindero entre Matagalpa y Jinotega, aloja en sus valles la memoria de migraciones rotas, de asentamientos decimonónicos no siempre exitosos. Las cumbres resguardan los cafetales en los que laboran los descendientes de aquellos daneses que, según se cuenta, malvivieron por décadas al refugio de los sueños apagados de una prosperidad de espejismo. Otros europeos, aislados en remotas comarcas, desperdigaron su rastro tomando mujeres del lugar. Aquí y allá, en los caseríos de tablones, uno encuentra entre la chavalería muchachos de ojos claros y rostros pálidos enredados en juegos o acopiando leña.

Claro está que algunos alemanes o franceses medraron y casaron con linajudas hijas de la desflorada élite criolla. Para ellos se abrieron en Matagalpa aquellas tienditas de abastos con acopio de bienes ultramarinos que ni en Managua se encontraban en aquellos años. Herederos decadentes de aquellas boutiques de far west, los almacenes comerciales matagalpinos todavía hacen gala de un cierto cosmopolitismo desabrido.

Esa atmósfera de ambiciones varadas baña aun hoy a Matagalpa, meciendo a la pequeña ciudad provincial en el desvencijado lecho de lo que pudo haber sido y no fue.

No te detengas nunca

Cae la lluvia sobre el camino, y con cada gota, suena una palabra de esa misteriosa voz que nadie entiende.

No te detengas nunca antes de que la voz se esfume.
(Foto: Ignacio Huerga)

Jirones


Se han rasgado los vestidos del cielo. Ahora está desnudo; por eso se oculta. Sus jirones se deshacen entre mis dedos.
(Foto: Ignacio Huerga)

Este cuento no se ha acabado

Voy a contar un cuento.

Érase una vez un muchacho de escasas cualidades pero grandes parentescos que consiguió, muy bien recomendado, plaza de becario de lujo en un organismo público en el extranjero. Resultó que el susodicho salió rana, y al cabo de un año terminó discreta y dignamente expulsado del trabajo, tras probársele un caso de pertinaz acoso sexual a una compañera de oficina y ser acusado judicialmente de lo mismo por otra joven. Pese a tales antecedentes, y gracias al generoso nepotismo que guiaba su carrera, poco le costó a nuestro protagonista salir airoso del evento y lograr un nuevo puestazo, esta vez como asesor de copete en uno de esos países que nadie quiere reconocer y en los que los funcionarios extranjeros cobran fortunas. Cansado del lugar, al poco el padrinazgo familiar logró encontrarle cobijo de nuevo, con nómina en el trópico, en la misma organización internacional de la que fuera expelido por zalamerías criminógenas.

Todo lo que he contado, por supuesto, no tiene ni un viso de verdad ya que, como todos sabemos (nos los enseñaron desde niños), los malos nunca ganan, el que la hace la paga y a los puestos de responsabilidad se llega por meritos personales, con esfuerzo y honestidad. Y colorín colorado.


(Foto: Luis Echanove)

jueves, 13 de noviembre de 2008

Acracia

Siempre he pensado que la única forma de organización política completamente decente es el anarquismo. El hecho de que no se haya puesto en practica nunca en ningún sitio (salvo en la Patagonia en los años 20 o en el Aragón del 37), mas que probar que no sirve, demuestra simplemente que en las relaciones humanas la decencia brilla por su ausencia.

Claro está que la anarquía arrastra una fama terrible. El diccionario la define como sinónimo de caos. No deja de sorprender que, para tratarse de un modelo aún no puesto casi nunca en práctica, se le cuelguen tan negativos sambenitos. El comunismo produjo a Stalin y el horror del gulag, el nacionalismo es el padre putativo del fascismo. La democracia parlamentaria/capitalista occidental ha difundido prosperidad en casa, pero a costa de generar guerras y pobreza en el resto del planeta. Pese a todo eso, comunistas, nacionalistas o demócratas-capitalistas caminan con la frente alta, orgullosos de sus ideas, por las calles y callejones del mundo. En cambio, los ácratas (que haberlos, haylos) son considerados unos lunáticos que no merecen ningún crédito, y eso, insisto, pese a que pocos males cabe atribuir a su causa política hasta la fecha.

Históricamente, una cierta corriente anarquista (la de Bakunin) derivó en violencias gratuitas, casi nihilistas. Pero el árbol ideológico anarquista es bastante frondoso, y la mayor parte de sus ramas son de un pacifismo que sonrojaría a la ministra Chacón: el colectivismo, el mutualismo, el anarcosindicalismo, el cristianismo anarquista, en anarco-ecologismo...

Cuando Rousseau hablaba de separación de poderes y de los derechos de las personas, muchos en su tiempo lo tomaron por un freaky colgadillo. Algún día, espero que nuestros nietos se sonrían recodando como sus abuelos consideraron a Godwin, a Tolstoi o Peter Lamborn también como unos ingenuos.
(Foto: Luis Echanove)

miércoles, 12 de noviembre de 2008

La materia de sus sueños

Azarosa como la vida. Roja como el azul del cielo en la frontera de la noche. Así era la materia de sus sueños.

Confusa como el pasado más sencillo. Distante como el mundo de su alma. Así era la materia de sus sueños.

(Foto: Luis Echanove)

Memoria del laberinto

En un ignoto corredor del laberinto imaginario, fundaron los titanes el mundo de la piedra sobre piedra. Sus hijos, los guerreros, sangraron el granito. Los marmóreos nietos refundieron las ruinas del pasado.

Y llegaron ellos, con las ataduras del espacio y el rencor bastardo del tiempo.

Olvidaron el camino de regreso. Aún vagan por el laberinto.
(Foto: Luis Echanove)

domingo, 9 de noviembre de 2008

Saturrarán

Yo casi todo lo poco que sé sobre la vida lo aprendí con cuatro o cinco años en Saturrarán: el gusto por el agua fría; el miedo a las corrientes y a los ondarraspikos; la excitación aventurera de mi tío Juan, con su canoa apache y su sombrero mejicano; el cielo azul claro y el mar azul intenso; el goce de la arena húmeda en los pies y el sol caliente en las mejillas.

Volví a Saturrarán veinticinco años después, cuando esparcimos las cenizas de mi padre. La playa había cambiado un poco: obras en el cercano puerto alteraron las corrientes, sembrándose de guijarros los espejos de agua en bajamar.

El horizonte seguía ahí, igual, mirándome en silencio. Perdí la vista en él y al momento me di cuenta de todo lo que había olvidado desde entonces.

Mankuso

Intrigado por la identidad de Mankuso (comentarista habitual en este blog), pinché con el ratón sobre su firma, en busca de respuestas. Lo que encontré me sorprendió. Mankuso resultó no ser el patrullero taciturno que pisaba los talones a Ignatious, el necio conjurado, ni tampoco un miembro de la banda de rock del mismo nombre que Jaime Godino (compañero de colegio de la infancia) fundara en Villaviciosa de Odón hace siglos, por los años en que Doctor Mahou y los Patanes cantaban a un Poti diferente al de Mira quien baila.

La página Web de Mankuso me condujo a un listado de reseñas de cortometrajes, todos protagonizados por antihéroes indispensables, tales como el tipo que da infinitas vueltas con su moto a una misma glorieta, un individuo que pasea a sus perros por la playa con la vana esperanza de toparse con Almodóvar o esos dos sujetos desesperados porque se saben blancos pero se sienten negros. Sigo sin saber quien es Mankuso, pero ya mantengo un trato cordial con sus personajes, casi de amistad.
(Foto: Luis Echanove)

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Cambia, todo cambia

Francis Yokohama, profeta de medio pelo con ínfulas de historiador, predijo hace una década el fin de la historia. El acabose de la Guerra Fría y la consecuente universalización del capitalismo, según él, traerían de la mano el fin de los conflictos y la muerte de las ideologías, lo que a la larga generaría una especie de feliz abulia universal, en la que los noticieros de la BBC terminarían quebrando por falta de audiencia, dada la falta de materia prima sobre la que informar. Supongo que el pobre hombre, a estas alturas, y dado el descalabro de sus predicciones, debe estar sobreviviendo a base de barbitúricos, presa de una depresión profunda.

La primera década del nuevo milenio nos ha brindado un rosario de hechos y descubrimientos que nadie dudaría en tildar de históricos, en el pleno sentido de la palabra, esto es, que cambian el curso de las historia. Me limitaré a destacar algunos, de naturaleza variopinta: (1) El 11S, que fue a la evolución del terrorismo lo que la imprenta fue a la de la escritura (i.e.: multiplicó exponencialmente la repercusión de sus efectos); (2) la mega expansión de Internet y consecuente muerte fulminante de todos los aislamientos y provincialismos posibles; (3) el cambio climático, una amenaza mucho mas letal para la raza humana que la peor pesadilla bélica; (4) la lectura íntegra de la cadena del ADN, que por fin nos abre las puertas al conocimiento consustancial de nosotros mismos y (5) la reciente crisis financiera, que ha colocado al sistema económico mundial al borde del abismo. No añado a este listado provisional acontecimientos tales como la guerra de Irak, el lanzamiento del euro o la universalización de la telefonía móvil, por citar otros cambios importantes ocurridos en los últimos lustros pero, tal vez, no tan seminales en la creación de Historia.

Pues bien, me dispongo a añadir un sexto suceso al top de hechos históricos del siglo XXI: la elección de Obama. Y si así pienso no es, principalmente, porque sea la primera vez en la historia que un afroamericano llega a la presidencia de Estados Unidos, tampoco por que haya ganado las elecciones con el margen más abultado en décadas, ni por haber arrastrado la mayor participación electoral en 48 años. Ni tan siquiera lo creo poque se trate de alguien que de niño comió carne de perro y se educó en una madrasa, esnifó coca de adolescente y de joven curraba ayudando a la gente pobre...un pasado poco usual para llegar al puesto de mas responsabilidad de este planeta. No es por nada de eso por lo que elevo al pedestal de la Historia el momento de su elección. La razón por la cual sostengo que se triunfo es histórico no es por lo que ha pasado, sino por lo que va a comenzar a pasar. Obama simboliza, cristaliza, expresa algo totalmente nuevo, una época por llegar, una era que apunta fresca en el horizonte. Obama no es importante solo por lo que es (y es mucho), sino por lo que representa. Para entender esto, bastaba con ver la BBC (que para desgracia de Yokohama, sigue emitiendo) en las horas posteriores a la victoria electoral y diluirse en las lagrimas de emoción en Chicago, la explosión de alegría en Harlem, las desbordantes fiestas juveniles en todas las universidades de América, los bailes de jubilo en Kenia, el ambiente de esperanza en toda Asia, el respiro de alivio en Europa, la sonrisa en las calles árabes… ha ganado Obama. La humanidad, por fin, es dueña de la esperanza.



(Foto: Luis Echanove)

martes, 4 de noviembre de 2008

Salida


Este blog acumula ya casi 90 entradas. Para compensar, creo que debo incluir alguna salida.




Tiempos soleados

La luz natural, la luz del sol, cambia los paisajes y los ánimos. Nada hay que de forma tan nítida moldee la personalidad de un lugar como el tipo de luz que el cielo difunde. En del trópico hay al menos tres clases de luces. Está ese resol intenso de la temporada seca en las ciudades, que reflecta poderosamente sobre los objetos, los edificios y el asfalto, hasta cegarte la vista, como una sustancia pegajosa y agradable a la vez. Hay también una luz apagada, la de la temporada de lluvias. Es una luminaria mortecina pero llevadera, que produce una melancolía transitoria. Mención a parte merece la luz en la selva, que se filtra entre las sombras largas en haces, como en una escenografía artificial, a la vez hostil y cercana.

En el centro de Europa los eternos días encapotados del invierno emiten una luz gris, triste y desabrida, deseada pero inasible. A veces, cuando las nubes se abren, se producen esos días soleados que inundan de colores las calles y los parques.

Madrid es, en el mundo de las luces, un género propio. Su luz seca y radiante del atardecer enardece, besa el rostro, contagia la Sierra y da forma a esas nubes planas que Velásquez siempre colgaba al fondo de sus retratos ecuestres.

Y por fin, está la luz del Mediterráneo, que es la misma desde Gaza hasta Valencia, pasando por Menorca, Sicilia o la isla de Pag. Es una luz indescifrable, una luz sin epítetos, luz en sentido literal, diáfana, plena, luz de civilización, luz de siempre.
(Foto: Luis Echanove)

lunes, 3 de noviembre de 2008

Imperios, luces y sombras

Todo imperio ofrece un legado de luces y de sombras. Los persas destruyeron Babilonia, pero garantizaron la libertad religiosa en sus dominios. Alejandro Magno arrasó naciones, pero difundió el librepensamiento griego en todo el Mundo Antiguo. La España Imperial conquistó América con la fuerza de la espada, expulsó a moriscos y sefardíes y fomentó crueles guerras de religión en Europa, pero reconoció la condición humana a los indios (todo un avance moral para la época) y vio surgir el esplendor cultural del Siglo de Oro. España fue Torquemada, y España fue también Bartolomé de las Casas. La Francia Napoleónica ocupó Europa a sangre y fuego, pero exportó la Ilustración. El Imperio Británico dominó con puño de hierro África y la India, pero fue la cuna del parlamentarismo y del pensamiento científico.

Estados Unidos nació como una sociedad esclavista, exterminó a los indios de las praderas, controló América Latina durante un siglo a base de apoyar a infames dictadores y fumigó Vietnam con bombas químicas, pero también puso freno a la amenaza mundial del nazismo y del imperialismo japonés, fue la cuna del anti esclavismo, el sufragismo, el feminismo y el movimiento de los derechos civiles, e inventó la libertad de prensa y la independencia judicial. Ha sido regido por hombres estúpidos como Nixon o Bush, y también por otros grandiosos como Lincoln o Roosevelt. Luces y sombras, pues, se alternan en el tejido de la historia humana.

En los últimos ocho años, el Imperio Americano sólo ha producido sombras (Irak, Guantánamo, el recorte de libertades, el caos del Katrina, la crisis financiera…) Obama, un mulato criado en el Tercer Mundo y de profesión trabajador social, está a punto de convertirse en presidente de Estados Unidos. No diga que sea el hombre perfecto (¿quién lo es?), pero de algo estoy claro: con él las luces vuelven a encenderse en Norteamérica y, por consiguiente, en el resto del mundo.
(Foto: Luis Echanove)

Fin de siglo en Palestina

Miguel Antxo Murado, amigo, extraordinario escritor y periodista, ha publicado en Lengua de Trapo un libro definitivo sobre el Conflicto de Oriente Medio. No se trata de un ensayo sobre los recovecos políticos de la catástrofe Palestina (eso ya lo describió en otro soberbio libro, publicado hace un par de años). Esta vez Miguel nos regala una crónica en primera persona de sus años vividos a caballo de la Intifada, el cambio de milenio y la paz truncada. Luminoso, de un humor irónico y brillante pero a la vez entrañablemente humano, Fin de Siglo en Palestina es una obra imprescindible para quienes, más allá de los discursos y de las noticias, quieran asomarse a la vida cotidiana agazapada bajo los titulares y las declaraciones.

Siempre me ha atraído el hecho de escribir, pero lo que de verdad he buscado, supongo, es convertirme en personaje (real o de ficción) en obra ajena. Hete ahí el quid de todas las vanidades. Miguel me ha deparado tal privilegio…

"Nos reuníamos en la solitaria casa de los cooperantes Juan Echanove y Eva en lo alto del monte de los Olivos, en un páramo rodeado de perros callejeros y olivares. Esos olivos podían tener más de mil años, y se decía que alguno de ellos habría estado allí en tiempos de los Evangelios, testigo del drama de Getsemaní. Allí empleaba Juan sus ratos libres en escribir, precisamente, una larga disertación contra el monoteísmo que había comenzado a redactar en su anterior destino, Nicaragua, y que concluiría algunos años más tarde en el siguiente, Filipinas. Charlábamos y bebíamos hasta que ya no había luz en el cielo y entonces, sentados en el porche, contemplábamos el desorden de bombillas de Jerusalén este y la Ciudad Vieja, tragada en una oscuridad profunda (…). A veces, se escuchaban aullidos, como de lobos. - Son los perros salvajes- decía Echánove con toda tranquilidad. "
(Miguel Antxo Murado. Fin de Siglo en Palestina).

El pintor que dio nombre a un planeta menor

Conocí a Nicholas Roerich de forma harto extraña. Vagaba yo por aquel entonces, mochila a la espalda, por el mágico valle de Kulu, en el arranque de los Himalayas. Una señal en el camino apuntaba hacia un desvío. Al fondo de la senda, una casa blanca de adobe albergaba una fascinante colección de pinturas del maestro ruso. Era yo por entonces mozo, y vivía atrapado en las lecturas de Hesse, de Fromm, de Huxley. Toparme con la obra de aquel pintor, asceta y filósofo, fue como leer, en formato visual, el mensaje escondido en los libros de aquellos autores. Incorporé a Roerich al listado oficioso de mis pintores favoritos (junto a Vermeer, Botticelli, Velázquez o Turner…la lista permanece abierta) y aprendí que aquel eterno candidato al Novel de la Paz, promotor del hermanamiento universal de los creadores y explorador incasable del Asia Central fue, antes que nada, un genio. Años después tuve la fortuna de sumergirme en algunos de sus cuadros en la Galería Nacional de Tiblisi, en Georgia. Nunca he estado en Moscú ni en Nueva York, que albergan el grueso de su colección, pero lo que he visto me basta para pasmarme.

Roerich fue a la pintura rusa lo que Tolstoi a la literatura: mitad pope, mitad artista, sus paisajes de tonalidades inverosímiles parecen iconos de un devocionario naturalista.

Rusia, puente boreal entre Oriente y Occidente, es madre de un sutil misticismo.
(Foto: San Panteleon. Nicholas Roerich, (c) Wikipedia)

Se nos ha ido Domingo

Se nos ha ido Domingo Moraleda. La muerte se lo ha llevado a traición, de repente. Fue en un aparatoso accidente de circulación. Su jeep chocó frontalmente contra un autocar fuera de control, al norte de Manila.

Conocí a Domingo hace cuatro años. El llevaba cuarenta trabajando como misionero, primero en África (Macías lo hizo salir de Guinea Ecuatorial a punta de pistola, por su denuncia constante de las barbaridades que el dictador cometía) y luego en Filipinas. Vivió los años más duros de la guerra entre el ejército filipino y la guerrilla mora en la remota isla de Basilán, epicentro mismo del conflicto. Fue mediador de paz, superior de los Claretianos, asesor Vaticano, viajero incesante por Asia, formador de religiosos, promotor social, hablante de docena y media de lenguas, y, ante todo y sobre todo, líder y hombre de bien. De su enorme y limpia sonrisa emanaba una energía inmensa, una afabilidad contagiosa, un sentido tranquilo y a la vez valiente ante la vida propio de esos pocos que saben afrontarla cara a cara, sin titubeos. Domingo tenía un propósito constante en todos sus actos y todas sus palabras: generar felicidad a su alrededor, hacer un mundo más justo a golpe de sinceridad y cariño.

Ayer despedimos a Domingo en la sencilla capilla de ICLA, el centro de formación espiritual que el había creado y dirigía. Su gente, gente comprometida con la vida, gente sencilla de Vietnam, de China, de Birmania, de la India, del Pacífico, gente de bien, le honró con sus canciones, sus oraciones y sus silencios.

Se nos ha ido Domingo, en el día de Todos los Santos.