Llevan una vida diferente, pero todos comparten algo parecido. No sé lo que es. Tal vez el modo de mirarte. Es como si formasen parte de una gran hermandad secreta sin saberlo. Son la gente que se juega el tipo por algo más grande que ellos mismos.
Suena trasnochado hoy en día hablar de héroes, pero como he conocido algunos, lo hago sin titubear. Casi nunca han escogido su suerte (¿quién puede hacerlo?). Se han encontrado con ella y la han plantado cara. Será por eso que su mirada brilla de ese modo: han visto al destino de cara, no de canto.
No contaré lo que hacen. Sólo daré los nombres de algunos: el maya Rodrigo; Ahmed, el doctor de Jerusalén; Peter, el cura geógrafo de Mindanao; Blas, con su sonrisa del hombre del bosque.
No están locos, sino cuerdísimos, tan cuerdos como para comprender que, en este manicomio planetario, la vida lo vale todo.
Suena trasnochado hoy en día hablar de héroes, pero como he conocido algunos, lo hago sin titubear. Casi nunca han escogido su suerte (¿quién puede hacerlo?). Se han encontrado con ella y la han plantado cara. Será por eso que su mirada brilla de ese modo: han visto al destino de cara, no de canto.
No contaré lo que hacen. Sólo daré los nombres de algunos: el maya Rodrigo; Ahmed, el doctor de Jerusalén; Peter, el cura geógrafo de Mindanao; Blas, con su sonrisa del hombre del bosque.
No están locos, sino cuerdísimos, tan cuerdos como para comprender que, en este manicomio planetario, la vida lo vale todo.
(Foto: Ignacio Huerga)
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