miércoles, 19 de diciembre de 2007

Ancho mundo

Ancho mundo. Bajo el cielo raso nada permanece, pero en ese cambiar constante resplandeces idéntico, como un espejo bruñido a desgana o un ojo de agua desecado.

Luces y sonrisas. Noches y silencios. Amaneceres y horarios. Historias, conversaciones, miradas.

Oleadas de rostros, de lugares, de olores y de momentos.

Ancho mundo, a ti te puebla una bandada de ilusiones difusas, ambiguas, coloristas y a veces grises.

Ancho mundo…Todo en ti cambia, todo, sí…salvo en rugir de las olas en tus riveras, el salto de la espuma y las cabriolas de los pájaros pescando al atardecer. Por eso, algunas veces, sólo siento tu quietud en el movimiento de las aguas del océano. Y así, recogido en un silencio ruidoso, atrapado por los encantos de la monotonía azul descubro que, a fin de cuentas, no eres tan ancho. Entonces sí, te camino con ganas, estrechando en mis andares el espacio inmenso de vivir.

(Foto de Luis Echanove)

lunes, 17 de diciembre de 2007

Memorias de Gotovçeva

(A Marta)
He olvidado casi todo de aquellos tiempos…salvo ese olor. No diré a qué, ni de quién, ni cómo, ni cuándo. Los olores no hay que guardarlos en frascos, ni ponerlos nombre. Basta con recordarlos despacio; aspirarlos de nuevo; dejarse sumergir en ese vaho mitad de fragancias, mitad de memorias.

El frío de aquel invierno croata se escondió para siempre bajo la piel. No hay añoranza que pueda atraer los olores. Llegan solos, de repente, y se asientan bajo la dermis, como aquel frescor del noviembre balcánico.

El olor vino de nuevo a mí esta mañana; intenso, escondido entre las líneas de una carta breve. Y lo aspiré otra vez. Sentí frío y calor al mismo tiempo. Frío por los 14 años transcurridos desde entonces. Calor porque, al fin y al cabo, ocurrió ayer, ocurre ahora, ocurrirá siempre.

Cae tal vez la nieve sobre Zagreb, un invierno más.

jueves, 13 de diciembre de 2007

El recolector de cromos

Ahora
Hay unos tiempos mágicos en la vida de cada quien, dispersos en el entramado de calles de nuestras vidas. Son segundos vacíos de palabras y colmados de sensaciones sin nombre. Como un temblor en la mirada antes de llorar. Como una canción dolorosa. Como una sonrisa que nunca se terminó de dibujar pero estalló íntimamente.

Los filósofos buscaron durante siglos la esencia de las cosas. Los científicos atrapan moléculas con cañones de neutrones. Pero esta mañana de sábado la esencia del tiempo, diluida en el calor siempre estival de esta ciudad de rascacielos, se ha posado en la palma de mi mano.
(foto: Luis Echanove)

Pensamientos latentes

La belleza se enrosca

La belleza se enrosca en esta tarde. Se cuelga como una trepadera de los cielos rasos después de tanto llover.

Cuando la tarde caiga, la belleza se refugiará en tu rostro, con ese silencio limpio de la noche primera.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Balas que duermen

Dicen que la única forma de sanar a alguien deprimido es hacerle ser consciente de que su estado de postración tiene causas precisas y puede ser tratado acorde a éstas. Aunque duela.

El País Vasco es una sociedad enferma, psiciologica y moralmente. La democracia no rige en muchos de sus municipios, sometidos desde hace décadas a la implacable dictadura los matones de barrio. El miedo al tiro en la nuca condiciona cada segundo de la existencia de una fracción enorme de su población: policías, concejales, periodistas, jueces, empresarios, celadores o simplemente gente que piensa de un modo diferente al de la minoría fascista que lleva décadas dominando las calles, los bares y hasta las fiestas de pueblo. Pero, al margen de ese grupo de radicales enajenados, hay todo un gran segmento social, tal vez mayoritario, silencioso durante años, temeroso de todo y de todos…su silencio cómplice, su mirar a otro lado, han ahondado la brecha hasta convertirla en una sima enorme, en un pozo sin fondo de canallada, de ignominia, de debacle social y suicidio colectivo.

Del frontón al paredón como deporte nacional. Del socarrón vasco del chiste gracioso al vasco demente que da un tiro de gracia…del País Vasco como monumento vivo a la resistencia, al orgullo, la tradición y la nobleza a ser sinónimo de sangre…y de cobardía. En eso han convertido la tierra de mis antepasados.

Yo ya no sé si ETA es la causa o el síntoma de esa enfermedad. Lo que si tengo claro es que, mas allá del dolor, de las vidas que la banda terrorista siega, está ese mar de fondo, esa sociedad confundida, que solo últimamente –cuando la banda de pistoleros y sus aliados de la coletilla y el cóctel molotov parecen haber perdido algo de fuerza- se ha atrevido a dar la cara.

El pueblo vasco deberá un día mirarse así mismo y preguntarse que ha pasado, como pudo ser secuestrado durante décadas en esa vorágine en la que tantos vascos andaban por la vida sin mirar a los lados, para no ver nada, mientras otros tenían que mirar por todos los rincones, hasta debajo de los coches, para saber si les quedaba algo de futuro o les tocaba morir esa mañana.

Independencia o no. Ese debate me importa, pero poco. Lo que en verdad me preocupa es como tratar la depresión moral de la sociedad vasca.

Esas balas alojadas en el cráneo de un muchacho de veintipocos años en un hospital de Bayona han dormido su cerebro. Ojalá despierten en cambio el de tantos vascos de buena voluntad, que todavía hoy duermen el sueño de los injustos.