Yo conocí a Benedetti en el Retiro. No es que me lo presentaran en la Chopera o que me lo encontrase sentado en un banco del estanque frente al Palacio de Cristal. Es que fue en el Retiro donde comencé a devorar sus cuentos y dejarme llevar por sus poemas.
Hay autores cuya palabra nos arrebata, nos emociona, y algunos pocos que, además de eso, nos enseñan a vivir. A estos últimos, además de admirarlos, los consideramos amigos nuestros, compañeros de este quehacer fascinante que es estar vivo. Así era Benedetti con sus lectores: Un viajero cercano, un aliado en la búsqueda de la sonrisa cotidiana, y también del recuerdo doloroso.
Benedetti no era poeta sólo por su dardo cierto en la palabra precisa. Benedetti era poeta porque amaba a la vida y a los vivos. Y por eso mismo, aunque muerto, sigue viviendo, y no sólo en sus libros. También vive en todos nosotros, aquellos que, en nuestro viaje, llevamos a bordo algunos de sus versos, para mejor guiarnos a través del mar del vivir.
(Foto: Luis Echánove)
Hay autores cuya palabra nos arrebata, nos emociona, y algunos pocos que, además de eso, nos enseñan a vivir. A estos últimos, además de admirarlos, los consideramos amigos nuestros, compañeros de este quehacer fascinante que es estar vivo. Así era Benedetti con sus lectores: Un viajero cercano, un aliado en la búsqueda de la sonrisa cotidiana, y también del recuerdo doloroso.
Benedetti no era poeta sólo por su dardo cierto en la palabra precisa. Benedetti era poeta porque amaba a la vida y a los vivos. Y por eso mismo, aunque muerto, sigue viviendo, y no sólo en sus libros. También vive en todos nosotros, aquellos que, en nuestro viaje, llevamos a bordo algunos de sus versos, para mejor guiarnos a través del mar del vivir.
(Foto: Luis Echánove)
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