Antonio, ayer la luz de la mañana entró en tu habitación por última vez. Te has ido un día cualquiera, sin saber qué hora es. Te has marchado en una décima de segundo, como una ráfaga de aire frío.
Eras una incógnita que faltaba por despejar. Nunca comprendiste la velocidad del tiempo. El abismo te acompañaba siempre, sentado al borde de ti. Andabas hacia ningún lugar y ahora las sombras se han fundido con la tuya.
Nos dejas, Antonio, tus canciones, y la tristeza en el bolsillo; tristeza de nieve, huracán y abismos. Has partido hacia el lugar donde encontrarás el sol, allí donde crecen las semillas de lo absurdo y lo genial, y donde, con los ojos cerrados, se divisan infinitos campos.
Ha muerto Antonio Vega, y con él, una parte de nuestra juventud.
Eras una incógnita que faltaba por despejar. Nunca comprendiste la velocidad del tiempo. El abismo te acompañaba siempre, sentado al borde de ti. Andabas hacia ningún lugar y ahora las sombras se han fundido con la tuya.
Nos dejas, Antonio, tus canciones, y la tristeza en el bolsillo; tristeza de nieve, huracán y abismos. Has partido hacia el lugar donde encontrarás el sol, allí donde crecen las semillas de lo absurdo y lo genial, y donde, con los ojos cerrados, se divisan infinitos campos.
Ha muerto Antonio Vega, y con él, una parte de nuestra juventud.
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