jueves, 21 de mayo de 2009

Profesiones inverosímiles (3)

Místicos

El misticismo oriental (budista, hindú, taoísta, sufí…) lleva ya más de cien años 'de moda' en Occidente. En las primeras décadas del siglo XX, Huxley, Jung y tantos otros levantaron las tapas de esas cajas de sabiduría y encontraron en ellas fuente de inspiración para compensar una modernidad occidental cada vez mas mecanizada, consumista y deshumanizada. Después, en los 60, todo el mundo empezó a practicar yoga y hasta los Beatles se buscaron un gurú. Hoy en día, de la mano de la "nueva era' y otras corrientes afines, el interés por la espiritualidad asiática sigue renovándose.

El gran dilema, que pocos se atreven a reconocer, es que por más que es cierto que la mística, por definición, tiene siempre un valor universal, en la práctica cada tradición religiosa se manifiesta 'empaquetada' en el formato de la cultura y en el contexto histórico, lingüístico y social que la vio nacer. El zen es fascinante, pero es mucho más fácil (o menos difícil) avanzar en esa ruta si uno puede leer los koans en japonés; el budismo tibetano maravilla, pero resulta a todas luces arduo comprender todas las sutilezas de su sistema filosófico si no se deja uno empapar primero por las complejidades de la cultura del país himalayo y el pensamiento tantrico.

Hay a mano una veta espiritual, igualmente profunda, que no obstante desdeñamos. Es mucho más cercana, comprensible y accesible. Me refiero, claro está, a las corrientes místicas de Occidente. Para quien quiera darse un baño de lecturas sosegantes y a la vez provocadoras, yo le recomendaría que, en lugar del escapar a tradiciones religiosas venerables pero lejanas a nuestro universo mental, comenzara por leer a san Juan de la Cruz, a Juliana de Norwick, al Maestro Eckhart, o (por citar místicos más recientes), a Merton o a Teilhard de Chardin. La barrera mental que frena a muchos potenciales lectores ante tales nombres es la raíz cristiana de ese misticismo. La sociedad occidental actual (sobre todo la europea) es post-religiosa, en el sentido de que las iglesias ya no marcan en absoluto las pautas de la vida cotidiana de la mayoría de la gente. Hemos logrado alejar al fanatismo religioso de nuestras vidas. Pero eso no debería llevarnos a renunciar a toda la rica tradición mística cristiana acumulada durante siglos en nuestra propia cultura. El misticismo, por definición, trasciende todas las barreras religiosas y es incompatible con cualquier dogmatismo. No hace falta sentirse católico para percibir la trascendencia religiosa de un Juan de la Cruz. Podemos leerlo en su lengua original y entender sus metáforas de una manera intuitiva, casi directa. Está bien observar un mandala para meditar, pero contemplar debidamente un fresco románico puede producir un efecto semejante.

Exploramos ríos lejanos de espiritualidad, cuando resulta que en nuestro propio jardín mana también el agua que buscamos.

(Foto: Luis Echanove)

No hay comentarios: