Hace un par de semanas, en la fiesta de despedida de un amigo común, una chica filipina, cuando supo que yo era español, me dijo que era una lastima que Filipinas hubiera sido colonizada por los españoles en lugar de por los británicos. La pregunté que a que se refería y contestó que era claro que a las ex colonias británicas les había ido mucho mejor, económica y políticamente, que a las ex colonias españolas. Respondí, no sin tacto pero con firmeza, que dudaba que la actual situación económica o política de Bangla Desh, de Sierra Leona o de Nigeria fuera mucho mejor que la de Filipinas o América Latina. Se azoró un poco, y con una media sonrisa replicó que las ex colonias británicas a las que ella se estaba refiriendo eran más bien Estados Unidos, Canadá o Australia. No pude evitar responderla que, de haber sido Filipinas colonizada del modo como lo fueron esos países, tal vez nunca habría nacido porque sus antepasados habrían sido exterminados o que, caso de sobrevivir, ahora ella probablemente viviría alcoholizada y en una reserva, como tantos aborígenes, apaches o esquimales. No sé si se sintió ofendida (la diplomacia no es mi fuerte), el caso es que cortésmente dijo que necesitaba una copa y se esfumó.
Para muchos extranjeros, incluso cultivados, la historia de España sigue asociada casi exclusivamente a todo tipo de tropelías, como si la intolerancia y la crueldad hubieran sido patrimonio exclusivo nuestro. Por ejemplo, la mayor parte de los europeos siguen creyendo que la Inquisición fue un invento español. En realidad nació en Francia, para combatir a los albigenses, y además estuvo en vigor en todas las naciones católicas, con la misma o mayor crueldad que en España; por otra parte, los protestantes ejercieron una rudeza igual con sus propios 'herejes' (ahí esta al caso del pobre Miguel Servet, mandado quemar por Calvino). Es también un lugar común pensar que los conquistadores ibéricos practicaron una suerte de exterminio consciente de los indígenas en Latinoamérica. La verdad histórica es que el declive de las poblaciones indígenas en el continente a la llegada de los españoles tuvo mucho más que ver con la propagación de enfermedades nuevas traídas de Europa que con un esfuerzo planeado de provocar matanzas. Si a alguien hay que responsabilizar de genocidio sistemático y consciente de pueblos amerindios es a las propias naciones latinoamericanas, como prueban las cacerías de indios patagónicos en la Argentina del XIX, las salvajes matanzas de indígenas pipiles en Salvador en 1920 o el genocidio maya en la Guatemala de los 80.
No se cuando lograremos los españoles quitarnos de encima el san benito (nunca mejor dicho), de la leyenda negra. En todo caso, la mejor forma de desenredar malentendidos históricos no es tampoco caer en la estupidez de proponer una alternativa 'leyenda blanca' según la cual los Reyes Católicos deberían ser santificados y Francisco Pizarro considerado un héroe modélico. Los españoles tenemos mucho de lo que avergonzarnos en nuestra historia: desde la expulsión de judíos o moriscos y la obsesión con la 'limpieza de sangre' hasta la felonía del ex porquero Pizarro secuestrando a traición al inca Atahualpa, pasando por el enfermizo odio a la Ilustración y al liberalismo fomentado por nuestra cavernicola iglesia durante dos siglos. Debemos aprender a vivir con ese terrible pasado sin escamotearlo, pero, a la vez, es preciso dejar claro que no fuimos ni mejores ni peores que cualquier otro Imperio. No se trata pues de zafarse las culpas propias, sino de asegurar que también los demás asuman su cuota en las tropelías del ayer. La crueldad con los semejantes no es un atributo propio de algunas naciones solamente, sino, desgraciadamente, un aspecto (el peor) de la condición humana.
Para muchos extranjeros, incluso cultivados, la historia de España sigue asociada casi exclusivamente a todo tipo de tropelías, como si la intolerancia y la crueldad hubieran sido patrimonio exclusivo nuestro. Por ejemplo, la mayor parte de los europeos siguen creyendo que la Inquisición fue un invento español. En realidad nació en Francia, para combatir a los albigenses, y además estuvo en vigor en todas las naciones católicas, con la misma o mayor crueldad que en España; por otra parte, los protestantes ejercieron una rudeza igual con sus propios 'herejes' (ahí esta al caso del pobre Miguel Servet, mandado quemar por Calvino). Es también un lugar común pensar que los conquistadores ibéricos practicaron una suerte de exterminio consciente de los indígenas en Latinoamérica. La verdad histórica es que el declive de las poblaciones indígenas en el continente a la llegada de los españoles tuvo mucho más que ver con la propagación de enfermedades nuevas traídas de Europa que con un esfuerzo planeado de provocar matanzas. Si a alguien hay que responsabilizar de genocidio sistemático y consciente de pueblos amerindios es a las propias naciones latinoamericanas, como prueban las cacerías de indios patagónicos en la Argentina del XIX, las salvajes matanzas de indígenas pipiles en Salvador en 1920 o el genocidio maya en la Guatemala de los 80.
No se cuando lograremos los españoles quitarnos de encima el san benito (nunca mejor dicho), de la leyenda negra. En todo caso, la mejor forma de desenredar malentendidos históricos no es tampoco caer en la estupidez de proponer una alternativa 'leyenda blanca' según la cual los Reyes Católicos deberían ser santificados y Francisco Pizarro considerado un héroe modélico. Los españoles tenemos mucho de lo que avergonzarnos en nuestra historia: desde la expulsión de judíos o moriscos y la obsesión con la 'limpieza de sangre' hasta la felonía del ex porquero Pizarro secuestrando a traición al inca Atahualpa, pasando por el enfermizo odio a la Ilustración y al liberalismo fomentado por nuestra cavernicola iglesia durante dos siglos. Debemos aprender a vivir con ese terrible pasado sin escamotearlo, pero, a la vez, es preciso dejar claro que no fuimos ni mejores ni peores que cualquier otro Imperio. No se trata pues de zafarse las culpas propias, sino de asegurar que también los demás asuman su cuota en las tropelías del ayer. La crueldad con los semejantes no es un atributo propio de algunas naciones solamente, sino, desgraciadamente, un aspecto (el peor) de la condición humana.
A la historia hay que intentarla mirarla cara a cara, sin prejuicios.
1 comentario:
totalmente de acuerdo en nuestra leyenda negra que no podemos olvidar, pero tambien tiene que recordar tantos pueblos lo bueno que los españoles conquistadores les hemos dado, cultura, religión etc....
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