“No es cierto que inventarse una historia, un cuento corto, sea tan difícil”, se dijo a sí mismo, en medio de aquella noche de insomnio buscando argumentos para entradas en su blog. “El problema -pensó de pronto- es creer que se escribe para algo o para alguien….cuando simplemente se agarra la pluma o se repiquetea el ordenador sin nada preconcebido en la cabeza es cuando realmente las ideas brotan solas, como palomas saliendo de la chistera de un mago”. Le gustó la metáfora –algo cursi, a decir verdad- del mago y las palomas, de modo que intentó explorar argumentos relacionados con la magia, o quizás del circo. Tiró por la borda cuantas ideas saltaban en su mente, o más bien simples intentos de ideas, abortos mezquinos que no llegaban a ninguna parte: Tal vez la historia de un payaso drogadicto, o la de un ventrílocuo (qué bonita palabra) tan identificado con sus muñecos que al final acaba sintiéndose él mismo muñeco de una mano divina. En fin, que arranques para narrar algo no le faltaban. El problema era el desenlace. Uno tira del hilo, desovilla la madeja de palabras locas y así va tejiendo, como quien no quiere la cosa, una mañanita en forma de leyenda terrorífica, un jersey de surrealismo o unos guantes con trasfondo social. Pero al final el cordel se acaba, la soga se termina de pronto y ya no hay de dónde tirar. “Pero una entrada de blog – pensó entonces- no es precisamente una pieza de literatura, o al menos no una entrada en mí blog. Al final puedo colgar y cuelgo cualquier desvarío, con tal que cumpla unos mínimos de decencia estilística”(*). Y con un par, colgó esta entrada en su blog.
(*) Nota del editor: Aquí el articulista intenta sin duda escamotear los hechos narrados. Sin duda el tipo no utilizó al pensar tales divagaciones la expresión “decencia estilística”. Cuando se cabila por lo general no se utilizan expresiones tan rebuscadas y –sin duda- tan indecentes estilísticamente como 'decencia estilística”.
(Foto de Luis Echánove)
(*) Nota del editor: Aquí el articulista intenta sin duda escamotear los hechos narrados. Sin duda el tipo no utilizó al pensar tales divagaciones la expresión “decencia estilística”. Cuando se cabila por lo general no se utilizan expresiones tan rebuscadas y –sin duda- tan indecentes estilísticamente como 'decencia estilística”.
(Foto de Luis Echánove)
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