La explosión de creatividad musical de los años de la Movida escapa a todo referente. Abundaron los grupos musicales rompedores o divertidos, pero de escasa calidad. Pero entre tanta ebullición de bandas, surgieron también algunas extraordinariamente buenas. Tengo al polifacético Santiago Auserón, al genio Antonio Vega, al perenne José María Granados, al sonetista Joaquín Sabina o al desgarrado Manolo García y algunos más de entonces por auténticos trovadores contemporáneos, poetas y virtuosos de la creación musical a la vez. Pero para mí los temas de Enrique Urquijo (con Tos, con Los Secretos, con los Problemas) ocupan un hueco especial en la memoria.
Hoy he sabido por fin, navegando al azar por internet, quien fue la mujer a quien Enrique Urquijo dedicó esas baladas desgarradoras…fue a un primer amor, casi adolescente, cuya ruptura le arrojó al pozo de las drogas desde muy pronto. Los encuentros furtivos de aquella pareja se describen en uno de sus temas más emblemáticos (adivinad en cual...). “Hoy no” narra la fase final de aquella relación. Su última canción, “hoy la ví”, que nunca llegó a tocar en vida (pero se incluyó en su último recopilatorio) habla precisamente del reencuentro en el Honky Tonk con aquella muchacha adolescente, ya convertida en una madura ejecutiva. Se llamaba Eloísa, el nombre perfecto para la musa de un poeta abocado a la desesperación.
Hoy he sabido por fin, navegando al azar por internet, quien fue la mujer a quien Enrique Urquijo dedicó esas baladas desgarradoras…fue a un primer amor, casi adolescente, cuya ruptura le arrojó al pozo de las drogas desde muy pronto. Los encuentros furtivos de aquella pareja se describen en uno de sus temas más emblemáticos (adivinad en cual...). “Hoy no” narra la fase final de aquella relación. Su última canción, “hoy la ví”, que nunca llegó a tocar en vida (pero se incluyó en su último recopilatorio) habla precisamente del reencuentro en el Honky Tonk con aquella muchacha adolescente, ya convertida en una madura ejecutiva. Se llamaba Eloísa, el nombre perfecto para la musa de un poeta abocado a la desesperación.
Acuarela de Ignacio Huerga
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