domingo, 23 de marzo de 2008

Las historias del gusano barrenador

Adiós a Darth Vader
Para la gente de mi generación Darth Vader no es sólo un malvado más del cine. El caballero de la mascara negra fue el primer villano de ficción al que, en lugar de detestar o simplemente recelar, admirábamos secretamente, aunque, por supuesto, su resoplido de paciente crónico nos generase cierta desazón y su voz abrupta despertara los pánicos más profundos.

Todos los chavales de la época intuímos que Darth Vader era el autentico protagonista de la Guerra de las Galaxias, y no el relamido y pusilánime Lucky Skywalker o el simpático –pero a la vez adusto- Han Solo. Esta fabulosa percepción infantil se vio confirmada después en el resto de la saga, cuando el niñato enamorado de la princesa Leia simplemente desapareció por el mutis y la explicación metafísica del mal darthvaderiano se convertió en la auténtica trama de la obra.

Curiosamente, nuestra pasión por la película nunca nos llevó a inventar versiones galácticas del escondite o de “polis y cacos”. La Guerra de las Galaxias era para nosotros una obra a admirar, no una excusa temática para recrear nuevos juegos. Los únicos jugetes alusivos al filme con los que alguna vez nos entretuvimos fueron esas burdas linternas con un tubo de plástico cubriendo el haz de luz. Hoy en día en cambio, cualquier aficionado se puede comprar su propio general de las tropas imperiales por piezas y a escala 1:1.

Muchos años después nos decepcionó que en algunas de los últimos capítulos de la epopeya el caballero metálico no apareciera o–peor aún- incluso desvelara su auténtico y risible rostro de sifilítico en estado terminal. La Guerra de las Galaxias sin Darth Vader perdió una parte sustancial de su interés, compensado, afortunadamente, por la incorporación al reparto de atractivas nuevas princesas enfundadas en lo más sexy de la moda estelar.

Lo confieso: Le he perdido el respeto a este villano jadeante pero, pese a todo, le tengo todavía cierto afecto. Es que los caballeros yedi, al final, resulta que somos unos sentimentales.

No hay comentarios: