La pobreza de los países es por lo general directamente proporcional al destiñe
de sus gusanitos. Estas chucherías, cuando te las comes en países muy pobres, como Nicaragua o Filipinas, colorean tus dedos con un tono butano intenso difícil de quitar ni con muchas frotadas de jabón. En países de desarrollo intermedio, como Turquía o la España de cuando éramos pequeños, los gusanitos sueltan partículas naranjas que, aunque incómodas, se sacuden con relativa facilidad y no pringan demasiado. Finalmente, los países altamente desarrollados han logrado el milagro de los gusanitos sin mácula: te los comes y no te manchas los dedos de naranja. El Banco Mundial, tan experto como es en soluciones contra la pobreza, debería desarrollar estudios para analizar si la fórmula inversa también funciona, esto es: Si produciendo gusanitos que no destiñen se puede conseguir el progreso de una nación.

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