martes, 6 de abril de 2010

Preguntas y respuestas

El día en que empezó a hacerse preguntas…ahí empezaron sus problemas. Antes era todo mucho más sencillo. Esas preguntas, no obstante, no eran una fabricación suya. Maquinar cuestiones nuevas no entraba dentro de sus facultades habituales. Las preguntas comenzaron a hervir solas en su cabeza. Veían la luz igual que los conejos saliendo de la chistara de un mago. Cerraba los ojos antes de dormir y, al filo mismo del momento en que el sueño le vencía ¡zas! ahí estaban, las nuevas preguntas fluyendo a borbotones dentro de sus neuronas. Algunas, a decir verdad, no eran tan nuevas, solo refritos de preguntas viejas, empaquetadas ahora en embalajes distintos. Esas él las sabía reconocer fácilmente. Otras, aunque nuevas, parecían tan poco conectadas con el resto de sus vida y de sus pensamientos que, más que preguntas, parecían simples alucinaciones. Las más temibles eran esas que, aun recordándole algo vivido o sentido, aportaban además un elemento nuevo, un ángulo diferente y misterioso.

No era el único que tardaba en conciliar el sueño en el edificio. Dos pisos más abajo, alguien a quien apenas conocía por encuentros fugaces en el ascensor e intercambios banales de saludos en el portal, tardaba también más de la cuenta en dejarse dominar por el cansancio nocturno. Ese alguien no se hacia preguntas…ese alguien solo recibía respuestas, respuestas surgidas de la nada, respuestas a preguntas que nunca antes se había formulado….respuestas a preguntas hechas dos pisos más arriba.

(Foto: Ignacio Huerga)

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