martes, 6 de abril de 2010

Cáucaso

Las cumbres nevadas, cuando el viento sopla, congelan también los pensamientos. La mente queda en suspenso, contemplando las formas sedosas de la nieve brillando sobre las laderas.

Los juegos de sombras forman texturas de una suavidad imposible. Quisiera ser un gigante y tocar con mi enorme mano esa espuma de copos que cubre las montañas. Las caricias de mis dedos sobre el manto blanco tal vez adormezcan a la cordillera.

O puede más bien que la despierten de su letargo de siglos y entonces la montaña decida al fin sacudirse las nieves eternas y mostrar desnudas las rocas vivas, las aristas punzantes, el corazón pétreo escondido bajo esa erótica piel de blanco resplandeciente.
(Foto: Paloma Llopis)

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