
Los juegos de sombras forman texturas de una suavidad imposible. Quisiera ser un gigante y tocar con mi enorme mano esa espuma de copos que cubre las montañas. Las caricias de mis dedos sobre el manto blanco tal vez adormezcan a la cordillera.
O puede más bien que la despierten de su letargo de siglos y entonces la montaña decida al fin sacudirse las nieves eternas y mostrar desnudas las rocas vivas, las aristas punzantes, el corazón pétreo escondido bajo esa erótica piel de blanco resplandeciente.
(Foto: Paloma Llopis)
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