domingo, 1 de junio de 2008

Semana de prodigios

(Siete días en Manila)

Lunes: Carezco de recuerdos del lunes –creo que les pasa a todos los humanos. Carmen me pregunta antes de acostarse: “¿porqué los robots no tienen pelo?”.
Martes: Juanito lleva toda la tarde obsesionado con ver un carabao o búfalo de agua blanco en el ordenador. Busco en Google y, encuentro la foto de un cebú albino.
Miércoles: Eva no viene a cenar. Su reunión con los expertos en investigar asesinatos extra-judiciales se prolonga hasta muy tarde. Afortunadamente, llega sana y salva a casa.
Jueves: Concierto nocturno de jazz gitano en el Sofitel organizado por la Alianza Francesa. El público, a partes iguales, la bohemia francófona en Manila y monjas filipinas tamaño de bolsillo.
Viernes: Conferencia sobre cambio climático. El ministro de energía llega tarde. Me entrevistan los de la tele. Aparezco en el noticiero, entre la reseña de una feria de tatuadores en Minneapolis y el reportaje de la última subida del precio del arroz. Cena con el padre Ángel; conversación sobre la violencia musulmana en Joló.
Sábado: En el parque del barrio se organiza una tómbola con ocasión del día de la madre. Eva se presenta al concurso “la madre con los pies más grandes”. Pierde (afortunadamente). Por la noche, recital flamenco; bailaoras con mucha raza (malaya, más que todo).
Domingo: Visitamos un pequeño zoológico con los niños. Juanito descubre como una tortuga de considerables proporciones se acaba de dar a la fuga por la enorme ranura bajo una puerta herrumbrosa que da a la calle. Damos cuenta a los cuidadores. Después nos sentimos algo culpables: Hemos abortado el arriesgado viaje hacia la libertad del animal más lento de la tierra.

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