martes, 29 de abril de 2008

Memorias verdeazuladas

En el paraíso

Quedan pocos lugares remotos en este mundo globalizante. Uno de ellos, sin duda, es el archipiélago de Busuanga, al norte de Palawan, en el Mar de la China Oriental. Doscientas islas e islotes de dramático perfil rocoso salpican el mar que se extiende entre la propia Busuanga y la mítica Cuilón, el destierro colonial de los leprosos.


Con la isla Sangat como base, exploramos ese damero de aguas turquesas y corales a bordo de una pequeña banca, el tradicional catamarán de los Mares del Sur, acompañados ocasionalmente por enormes garzas en el cielo y tortugas marinas a ras del agua. Sangat, pese a sus nada despreciables siete kilómetros cuadrados de densa selva, se encuentra completamente deshabitada, salvedad hecha de los numerosos macacos que merodeaban cada mañana entorno a nuestra cabaña y la de Andy, su único habitante oficial y dueño del hotel de sencillos palafitos en el que nos alojábamos.

Dedicamos un día a navegar en torno a la isla de Cuilón, una jungla montañosa poblada por bandas de los esquivos negroides tagbanua. Con los críos cargados a hombros, nos adentramos hasta el paradisíaco lago de Kayangan, de aguas color jade y contornos cavernosos de caliza. Almorzamos a la sombra de las tecas en una playa desierta, acompañados por un par de nada tímidos lagartos de medio metro.

La isla de Calumbuyan fue el destino de otra de nuestros recorridos en barca. Calubuyan, es, a ciencia cierta, lo más parecido al mítico Edén que conozco. Allí solo habita una familia, a orillas de un arrecife de colores mágicos. Al atardecer, nos dimos un chapuzón en alta mar, explorando con careta y aletas un barco de guerra japonés hundido de la Segunda Guerra Mundial. Terminamos aquella tarde gozando de las aguas termales de un manantial natural que brotaba entre los manglares.

El paraíso existe. Yo lo he visto.

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