Anda por las calles envuelta en una especie de gasa negra, con una falda de paño también negra ceñida a la cintura, zapatillas del mismo color. Todo es negro en ella, hasta sus ojos. Todo salvo la tez, que es pálida como el invierno. Pide limosna con vergüenza. Su edad es indescifrable, peor no baja de los setenta. Intuyamos su vida: infancia durante la guerra mundial, hambre de postguerra soviética, cierta dignidad económica en los sesenta y setenta, con casa gratis, comida barata y un trabajo decente. Todo pagado por el Estado. Todo sencillo, justo, pero suficiente. Y luego el colapso, el fin del mundo ideológico y también del real. El cierre de la empresa, en fin de la sanidad gratuita, y aun peor, la guerra, las guerras, tres guerras en diez años. Y luego la paz, y con la paz los edificios modernos, la visita de George Bush, las chicas en minifalda con trajes de marca, pero ella en la indigencia, en la chavola, los precios exorbitantes de los supermercados, una sociedad disparada en su carrera hacia ninguna parte y ella en los márgenes, tirada en la cuneta. Y al fin, una cuarta guerra, corta pero intensa, los rusos otra vez y ella pide dinero en la calle, tras una vida entera como conejillo de indias de todos los experimentos politicos posibles, y ella tiene al menos setenta años de sacrificios a la espalda y su vida es una mierda, y lleva siendo una mierda desde hace décadas, y este mundo es incomprensible, para ella y para mi, y yo por la noche no puedo dormir, porque me acuerdo de sus ojos negros.
(Foto: Luis Echanove)
2 comentarios:
Me ha encantado! eva
que triste realidad de la vida , pero hay que ser optimistas aunque en tales circunstancias es dificil carmela
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