viernes, 25 de enero de 2008

Gallardía

Por una vez el forcejeo político, el debate huero de los que mandan, se ha transformado en el argumento razonable para una obra de teatro griega. Resulta que los políticos tienen alma, sentimientos y emociones. Uno que ya pensaba en ellos como simples portavoces de discursos vacíos… pero no, ocurre que además de hablar sin decir nada, también padecen humanas mudanzas y se dejan arrebatar por los deseos. El Gran Gallardo ha sufrido la catarsis de la ambición frustrada; la pérfida Esperanza (que nombre tan poco afortunado para el personaje en cuestión) disfruta las mieles de su parcial victoria contra el alcalde de la villa. Como hijos díscolos y mutuamente enfrentados de un rey agonizante, Gallardón y Aguirre trafulcan en público, se echan pullas en los ascensores, se detestan con sublime odio catártico. Y todos nosotros, pobres votantes, publico gratuito de la opereta política, les vemos, les escuchamos, les observamos y les votamos (o no). Padecer las emociones del poder, tan al descubierto, me produce cierta congoja. Me sentía mejor cuando todo parecía indicar que a los políticos solo les interesaba el precio del café o de los garbanzos. Es horrible saber que, además de representarnos a nosotros, resulta que también se representan así mismos en farragosos papeles de película de estrenos TV.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estamos en Falcon Crest. Episodio 53 y vamos a por el 54 pero no se ha acabado la serie, si es cierto que cada vez conocemos mas a los actores y precisamente por eso nos los creemos menos.