viernes, 9 de noviembre de 2007

71 años



Quero creer que la mayoría de mis conciudadanos españoles estarían dispuestos a suscribir los párrafos que siguen:

Hace 71 años (se dice pronto) hubo en España una salvaje carnicería a varias bandas que resultó en mas de un millón de muertos. Todos los bandos envueltos en la guerra fueron a la vez víctimas y autores de tropelías y crueldades sin límite, que incluyeron asesinatos masivos, bombardeos indiscriminados, ajusticiamientos y demás crímenes horrendos.

Es difícil ver algún romanticismo en la serie de dislates que propiciaron esta carnicería. La guerra tuvo por causa inmediata un ilegal golpe de Estado militar contra el gobierno democrático elegido por la mayoría. Los alzados actuaron en alianza con las fuerzas fascistas existentes en España y con apoyo militar del nazismo alemán. En el bando leal a la Republica, se produjo una revolución campesina y obrera a sangre y fuego, que provocó persecuciones religiosas y tropelías sin límite. Al final, los comunitas, con el apoyo de la Rusia de Stalin, lograron un mayoritario control, a costa de no escatimar crueldades contra sus supuestos aliados anarquistas o socialistas. Como en todas las guerras, los radicales de uno y otro bando (falangistas y comunistas) terminaron pues siendo los protagonistas de la escena, a costa de la mayoría de los españoles. Nadie defendía ya la democracia. Las ideas en juego no eran otras que dos formas de totalitarismo: fascismo versus marxismo-leninismo. La guerra fue un disparate colectivo, una vergüenza para todos, para unos y otros. Todos fueron culpables…y todos fueron victimas también.

Guérnica, Paracuellos, los salvajes asesinatos de curas y monjas, los juicios sumarísimos por parte de los nacionalistas, la violencia de las checas comunistas, el asesinato de Garcia Lorca…forman (o deben formar parte) de la memoria colectiva de TODOS los españoles, independientemente al color político en que combatieron los abuelos de uno. Estas atrocidades –las de los unos y las de los otros, TODAS- nos deben llevar a una reflexión colectiva cuya única conclusión posible es: Nunca más.

A la guerra siguió una dictadura militar en la que el bando vencedor se ocupó, de nuevo a sangre y fuego, de aplastar a su ya abatido contrincante. Fusilamientos políticos, humillaciones, exilio. Nada, absolutamente nada (y desde luego en absoluto su simple condición de vencedor en la contienda) podrá nunca justificar el revanchismo odioso del Franquismo contra el bando perdedor.

La dictadura duró 40 años, 40 años sin libertades publicas, pero cuarenta años de crecimiento económico (menor sin duda al que se habría alcanzado con 40 años de democracia) y de políticas sociales que lograron ir expandiendo la hasta entonces raquítica clase media. Una milagrosa transición, salpicada de riesgo, nos llevó, tras la muerte de Franco, a la actual democracia. Esa democracia fue fruto del esfuerzo de todos: tanto colaboracionistas del franquismo conscientes de que tocaban tiempos de cambio como opositores al régimen. Si vivimos en democracia es gracias a aquellos hombres y mujeres, que, pese a cual fuera su punto de partida y su pasado (Fraga, Carrillo, Suárez, Felipe), estuvieron a la altura del momento histórico, miraron hacia atrás y supieron decir: Nunca más.

Distanciémonos de las emociones a flor de piel, y recordemos las historias que de niños nuestros mayores nos contaron de la guerra: ¿Había en ellos odio o revanchismo? No, solo ganas de sacudirse esas memorias a fuerza de contarnos lo que les tocó vivir. Esas historias se resumían en un mensaje rotundo: La guerra fue horrible. Aquella generación tuvo que vivir el conflicto para aprender esa lección. Recordarlo es la mejor manera de honrar a aquellos que murieron, a todos: porque los muertos ya no militan en ningún bando.

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