miércoles, 20 de mayo de 2020

La historia sobre los hombros

“La Historia demuestra que las sociedades que mejor sobreviven y se adaptan a las catástrofes ya eran fuertes (antes de la catástrofe) Gran Bretaña se alzó frente al desafío nazi porque estaba unida; Francia no lo estaba, y sucumbió”, escribía hace poco en el Economist la historiadora Margaret MacMillan.

 La diversa respuesta de las diferentes países ante la catástrofe del covid confirman este principio de manera casi matemática. En Portugal los partidos políticos pusieron a un lado sus desavenencias para actuar al unísono. En Alemania el gobierno central y los territorios de la federación han demostrado un ejemplar comportamiento de coordinación. En los países nórdicos la enorme cohesión social y confianza de la ciudadanía en sus instituciones han sido claves en la lucha contra la pandemia. Taiwan, Nueva Zelanda o Corea del Sur nos ofrecen ejemplos semejantes.

 Por el contrario, los países más divididos antes de la crisis del covid son los que peor han reaccionado: Reino Unido, el país con más muertos por covid en Europa, es una nación profundamente rota en dos por las heridas del Brexit, por no hablar del problema secesionista escocés o de la tremenda división social de una ciudadanía clasista y estamental como pocas. En Estados Unidos ya no cabe hablar de una sola sociedad, si no de dos( pro Trump y anti Trump), y la fractura entre ricos y pobres, así como las líneas de división entre WASP y las diversas minorías se han profundizado intensamente desde la crisis financiera de 2008. Italia, Francia o Brasil , todos ellos países en los que la pandemia ha causado o causa estragos tremendos, nos ofrecen otros ejemplos de fractura política, económica y social de gran calado.

 Con tales mimbres es difícil dar una respuesta coherente, eficiente y consensuada ante una tragedia de esta dimensión.

 Y finalmente tenemos el caso de España, un país machacado por la pandemia, en un contexto de tormenta perfecta para la falta de unidad y cohesión: la vida política llevaba años polarizándose, especialmente desde el surgimiento de Podemos y de Vox, hasta despertar ese espíritu fratricida de las dos Españas; el consenso sobre la articulación territorial del Estado, siempre muy imperfecto, fue dinamitado a partir del Procés y la reacción al mismo; y en cuanto a la fractura socioeconómica, hemos pasado de ser uno de los países con mayor equidad económica de Europa a, desde la crisis, convertirnos en una nación de dos velocidades, con pobreza crónica de un lado, y un segmento pudiente cada vez más rico, del otro lado.

 La peor crisis nos ha llegado estando ya más divididos que nunca, tanto social como política y económicamente, con una tremenda desconfianza en las instituciones, un tejido productivo todavía tocado y unas desavenencias sobre el modelo de Estado todavía sin resolver. En fin: la tormenta perfecta.

 Las crisis pueden servir tanto para reconfigurar por completo aquello que antes no funcionaba y abrir nuevos consensos...como para terminar de destruir los pocos consensos que todavía existían y dinamitarlo todo, con consecuencias imprevisibles.

 La crisis del 29 fue brutal tanto en Estados Unidos como en Alemania. Pero mientras que en la nación norteamericana provocó en New Deal, que vigorizó e impulsó a ese país a nuevos niveles de confianza y prosperidad, en Alemania acicató el surgimiento del nazismo. Que el resultado tras de un crisis sea uno u otro ( vigorizante o destructor) depende de las actitud de cada ciudadano.

La Historia no está escrita. La escribimos todos y cada uno de nosotros cada día, con nuestra manera de ser y hacer.

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