jueves, 28 de noviembre de 2013

Camino a casa

Forastero que buscas la dimensión insondable. 
La encontraras, fuera de la ciudad, 
al final de tu camino. 
(Franco Battiato. Nómadas) 

Me detengo en un parque a escribir. La urgencia me puede. Es por culpa del vino que he pimplado a mediodía. Vino joven, de color pardo. Vino bravo, agreste y filosófico, como el Cáucaso. Ayer el ahijado de un amigo murió en una emboscada en la frontera con Armenia. Fe una trifulca de jóvenes, un lío de faldas, dicen.. .quién sabe. Aquí la gente lleva generaciones siendo asesinada sin saber ni porqué la matan. Mientras, en Vilna, en las  orillas heladas del Báltico, el gobierno de Georgia en pleno discute la firma de un tratado de integración económica con Europa, el continente mito, la madre lejana que abandonó a Prometeo en la cumbres hirientes de estas montañas inhumanas. Europa, para los georgianos, es el lugar donde a nadie el emboscan ni le descerrajan tiros por un lío de faldas. Europa es el Edén perdido al que volver un día.

Aquí estoy, en un parque. Siempre los parques, mi refugio en el camino. Este está lleno de bancos, más de los que todos los viejos de Tiflis podrían simultáneamente utilizar.  Dispone también de demasiadas farolas, perfectamente alineadas,  de estilo decimonono. Son gráciles y elegantes, pero iluminan poco (el resplandor blanco de la pantalla de IPad me ciega). Una fuente inútil de azulejos de piscina, con los grifos rotos...la escultura pantagruélica de un literato ceñudo...los parques en esta parte del mundo siempre saben a pasado más que a presente.

He venido caminando desde la oficina. Primero tránsito las calles crudas que rodean la embajada en la que trabajo. Es un barrio pueblerino, con aire de folclore popular y olor de manta sucia. Escabullo los charcos y llego a una calle transitada, no lejos de donde un célebre místico loco, hace más de novena años, estableciera su primera escuela de danzas tántricas. El baile ahora en esa zona es otro... es el moverse atropellado de furgonetas con prisa y peatones sin espacio que las esquivan. Desde los cristales rotos de los anticuarios y las tiendas de ropa de segunda mano, las viejas miran ese ajetreo con ojos de sapo paciente.     

Esa calle de cabriolas termina en el puente. Ahora el viento fuerte y la sombra de los arboles enormes lo llenan todo. Un ruido aterrador cruza el cielo. Son grajos, rasgando el  aire con el sable mortal de sus chillidos. Cruzo deprisa, casi sin mirar a los corrillos de cambistas que permutan viviendas en la acera. Dejo atrás un retrato de Stalin, varios balcones de intrincado hierro forjado, atravieso otra calle bronca y ya estoy aquí, en el parque, esperando que la vida se detenga un rato. Solo un rato.

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Post scriptum
Acabo de terminar de escribir y la noche ya ha caído del todo sobre la ciudad. De repente la fuente de azulejos de piscina y grifos de cobre rugoso ha comenzado a funcionar, tal vez por primera vez en décadas. Intuyo que los chorros de agua bailan al son de esa música mística que alguien compuso... hace más de noventa años

(Foto: Ignacio Huerga)

1 comentario:

CyJ dijo...

Recuerdos de Tblisi y la familia mas simpatica;;! besos a todos, Carol&Jordi