sábado, 14 de septiembre de 2013

Nada

The development of man's being is meant to follow a track already laid down for him in the makeup of reality. Jacob Needleman.

Hay algunos libros que no sabemos si nos gustan más que inquietarnos, o si nos inquietan más que gustarnos. The Indestructible Question - Essays on Nature, Spirit and Human Paradox, de Jacob Needleman, es uno de ellos. 

No recuerdo bien como lo adquirí. En aquella época yo estaba escribiendo un tratado sobre el origen histórico del monoteísmo y compraba todo lo que encontraba relacionado con el tema, así que no es raro que esa obrita en rústica y de tapas verdes, con su reproducción de un grabado de un sabio sufí en la portada, llamase mi atención. Me gusta pensar que el ensayo de Needleman permaneció atrapado en el anaquel de una oscura librería de segunda mano aguardando a un sujeto como el yo de aquel tiempo. Este tipo de extraños libros, que parecen escritos adrede para ser leídos exactamente en el momento que necesitábamos su lectura, producen la sensación de que fueron ellos los que nos encontraron a nosotros, y no al revés. 

 En cuanto comencé a leerlo comprendí que aquello era distinto a lo que esperaba (si es que acaso esperaba algo...eso tampoco lo recuerdo). Para empezar, no era un libro que pretendiera convencerte de nada. Yo llevaba algunos meses digiriendo sesudos tratados prolijos en detalles pero ágiles en el estilo (es decir, típicamente anglosajones), y ya me estaba hartando de tanta audacia, de tanto guiño al lector, de tanta 'frescura' artificial tan habituales en muchos intelectuales de éxito. El libro de Needleman no jugaba a la falsa modestia. Tampoco predicaba nada. Te hablaba directamente al fondo, sin concesiones, pero sin imponer nada. Era brutal y compasivo a la vez. Su tesis fundamental era simple: en esencia, nada existe. Todo se disuelve poco a poco. Nada perdura. Nada. 

 Hace dos años releí algunos de los párrafos que había subrayado. Para mi sorpresa, esta vez me dejaron indiferente. Aquello era insulso, vacío, como letras sin alma. Me sorprendió que conservara un recuerdo tan positivo de la primera lectura. No quise seguir decepcionandome, así que no volví a abrirlo desde entonces. 

Hoy lo he buscado y rebuscado por la librería, pero no ha a aparecido por ninguna parte. No recuerdo habérselo dejado a nadie. Estaba en una balda alta, así que los niños tampoco han podido cogerlo. He decidido entonces teclear el titulo y el nombre del autor en Google. No ha arrojado ni un solo resultado; también se ha esfumado en el mundo virtual, no ha quedado nada. Nada.
(Foto: Ignacio Huerga)

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