
En un día largo
cuando las cosas suceden
unas tras otras
sin que nos demos cuenta,
a veces un segundo
se eterniza: Como hoy,
mirando la nieve
en la montaña.
Me acuesto y no retengo
en la memoria
ninguna de esas palabras
(tan importantes),
ni el informe escrito,
ni el programe visto
o la conversación rota.
Pero guardo, sí, ese segundo,
larguísimo, blanco y salpicado
de sombras, vientos y abetos jóvenes.
Es un segundo fresco, limpio
como el azul del mar;
dócil, como unos ojos alegres
que ocultan cierta tristeza.
(Foto: Luis Echanove)