lunes, 17 de enero de 2011

Construir democracia

En primero de carrera nuestro profesor de Derecho Natural, Gregorio Peces Barba, no se cansaba de repetirnos que la democracia debe ser entendida como un proceso en constate evolución y desarrollo. Yo, ingenuo de mi, me creí, y me sigo creyendo, este punto de vista. La democracia consiste, antes que nada, en hacer de los ciudadanos responsables de su propio destino político, colocándolos en el centro de los procesos de tomas de decisión. El sistema parlamentario y de partidos políticos no es pues la meta final para la participación de la ciudadanía, sino el punto de partida.

El sistema democrático moderno, con sus principios de soberanía popular y división de poderes, es hijo de la Ilustración. En tiempos de Rousseau, tales conceptos resultaban extraordinariamente novedosos e idealistas y su aplicación logró dar a traste con la sociedad estamental del Antiguo Régimen. Posteriormente, el concepto de democracia siguió perfeccionándose. La erradicación de la esclavitud, el sufragio universal o la Declaración Universal de los Derechos Humanos fueron jalones decisivos en este proceso. Pero pareciera que, en los últimos tiempos, esta evolución se hubiera paralizado casi por completo. Por ejemplo, muchos percibimos el modelo parlamentario como algo esclerótico, donde los ciudadanos no se sienten realmente representados por sus legisladores. Sólo un de cada cien españoles considera que la administración de Justicia funciona bien. El sistema de partidos ya no despierta ningún entusiasmo, tal y como refleja la caída generalizada de afiliaciones en casi todos los países Occidentales, incluida España. La disminución de la participación electoral es otro síntoma evidente de esta generalizada sensación. La democracia está, de algún modo, fosilizada, entumecida.

Es sorprendente que no se haya generado un debate serio, por ejemplo, sobre la utilización de las nuevas tecnologías como instrumento de participación ciudadana. ¿De verdad necesitamos que todas las decisiones sean tomadas por nuestros 'representantes' en el Parlamento cuando, através de Internet, la ciudadanía podría en realidad directamente discutir y votar leyes, sin necesidad de intermediarios? Una medida de este tipo no se pone en práctica de la noche a la mañana y requiere primero un profundo debate y consenso social, pero no deja de pasmarme que un asunto así no sea todavía siquiera discutido por los politólogos e intelectuales.

Pero, además de tales reformas de alto calado, hay muchos pequeños cambios posibles que servirían en ese propósito de poner a los ciudadanos en el primer plano de las decisiones. Manuela Carmena, magistrada recién jubilada y amiga, ha decidido embarcarse en un apasionante debate sobre la reinvención del sistema de justicia. Ha abierto un blog, que os recomiendo vivamente, para volcar sus reflexiones e incitar al debate en relación a este asunto. En él, Manuela propone medidas concretas para avanzar en el proceso de democratización del sistema judicial.


La democracia no es un viejo edificio terminado, sino una obra que a todos nos toca construir.

(Foto: Luis Echanove)

2 comentarios:

carmela dijo...

Me ha gustado mucho, que razón tienes, Un beso

Anónimo dijo...
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