miércoles, 21 de enero de 2009

Profesionalidad

Estaba nervioso. Agarró el rifle con prisa. Colocó la culata sobre su pecho, guiñó un ojo y poso el otro suavemente sobre la mirilla negra. A través de la lente todo parecía menos real, como si se tratara de una pantalla de televisión, o de un fondo marino contemplado a través de unas gafas de buceo. La calle estaba desierta. Movió el cañón del arma a uno y otro lado. Buscaba movimientos, mínimos resquicios de vida en la polvosa barriada. Al rato sintió una imagen inquieta en el cuadrante superior del mirador. Giró despacio la rueda zoom. Ahora lo veía nítidamente: Alguien estaba cruzando la calle más lejana, al fondo de su área de visión. Intuitivamente atrajo el dedo índice hacia sí. El gatillo rozaba su yema con suavidad. Sonó primero un chasquido ligero, y al cabo de una fracción de segundo, un estruendo seco, como el de una botella al descorcharse.

La figura lejana cayó al suelo, casi sin ruido, como un saco.

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