
- Me alegro- respondió su contertulio, sabiendo también que mentía y que, alegrase o no ya no entraba entre sus prioridades.
Ambos tomaron asiento en sus respectivos despachos y prosiguieron enzarzados en la ardua tarea de descalificar la deuda soberana de algún pequeño país al que arruinar.
(Foto: Luis Echanove)
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