
Por la noche, Eva se quedó en la oficina terminando hasta tarde de analizar proyectos para luchar contra la tortura carcelaria. Cuando fui a buscarla y ella abrió la puerta de salida, el dispositivo sonoro para ahuyentar potenciales ladrones o espías saltó de pronto. El barrio entero se despertó. Los guardias de seguridad no sabían como poner fin a la pesadilla. Una ambulancia y varios coches de policía aparecieron en el lugar de los hechos. Dejamos la escena del crimen con espíritu culposo.
Pero, entre el ratón y la alarma, la jornada fue prolija en acontecimientos diversos: Yo atendí una conferencia sobre prevención de desastres naturales, Eva otra sobre la cadena perpetua. Los niños jugaron en el cole a una guerra con pistolas de agua, y, en la tarde, los enormes saltamontes de la terraza lograron penetrar en el salón de casa. Juanito los cazaba con servilletas.
Un aguacero corto y apocalíptico cerró ese día. En el cafetín del teatro de títeres, en la ciudad vieja, donde cenábamos, la lluvia entraba racheada en la terraza, o copiosa y vertical por las ranuras del aire acondicionado; hasta se colaba peligrosamente por los cables de las lámparas de mesa. Al despejarse la cortina densa del chubasco, la luna llena anaranjada brilló de nuevo sobre la catedral .
(Foto: Luis Echanove)
1 comentario:
Genial fin del día, para empezar la nueva vida de vacaciones y en Madrid
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