(2) Países subconscientes
Hablábamos en una reciente entrada de este blog de los países inexistentes, esto es, aquellos que funcionan realmente como países pero no son reconocidos por nadie. Ahora nos ocuparemos de una categoría todavía más disparatada de naciones: los países que, aunque existen, no saben que existen. Para un amante de la geografía del absurdo como yo, sin duda se trata de uno de los campos de exploración más fascinantes. Los llamo países subconscientes porque carecen de la conciencia de su existir.
Ser ciudadano de un país de cuya existencia no se es consciente es un raro privilegio que sólo gozan un pequeño puñado de personas en el mundo. Tras investigar un tanto en este asunto, y no sin esfuerzo, tan sólo he dado con dos naciones actuales que entrarían dentro de esta tipología kafkiana: la isla de Sentinel del Norte y el reino de Tavolara. No se trata, contra lo que pudiera parecer por sus nombres legendarios, de invenciones literarias ni de países de ficción. Ambos existen, y gozan de todos los atributos propios de un Estado independiente con todas las de la ley….salvo que sus habitantes (y el resto de la humanidad) no son en absoluto conscientes de tal cosa. Valga señalar, a este respecto, que en ningún tratado de Derecho Político se dice que un requisito para ser Estado Nación sea el que sus habitantes tengan cognición de pertenecer al mismo.
La isla Sentinel del Norte, de la que ya me he ocupado en este blog en alguna ocasión, forma parte del archipiélago de Andamán, en el océano Indico, no lejos de Birmania. La India ejerce soberanía sobre el resto de estas islas. No obstante, la India no ha reclamado nunca, ocupado ni ejercido autoridad alguna sobre Sentinel del Norte.
En Sentinel del Norte habitan un número indeterminado de indígenas, con los que el resto del mundo nunca ha entrado en contacto directo. Sentinel del Norte es, junto con gran parte de la Antártida, la única porción de tierra firme en el planeta Tierra no reclamada por ninguna nación. Dicho lo cual, y aplicando los principios de Naciones Unidas y del Derecho Internacional Público, es evidente que la soberanía sobre este islote selvático corresponde a sus habitantes. Nada sabemos sobre la forma de gobierno de los sentineleses (si es que acaso cuentan con alguna) y, desde luego, podemos asegurar con certeza que carecen de bandera patria, himno nacional o moneda propia. Pero ninguno de estos atributos es en el fondo esencial para ser un Estado de pleno derecho. Obviamente, los habitantes de esta isla boscosa rodeada de playas no tienen ni pajolera idea de que conforman una nación independiente. Nos encontramos pues ante un ejemplo diáfano de país subconsciente (1).
El caso del reino de Tavolara es igualmente pintoresco. Se trata también de un islote, de unos cinco kilómetros cuadrados, habitado por una cincuentena de pescadores y situado frente a las costas de Cerdeña. Pese a su nimiedad geográfica, arrastra a sus espaldas una abultada historia. Los antiguos la llamaban Hermea; dicen que san Pontiano papa, tras abdicar, se retiró a esta remota isla en el siglo IV. Además, Tavolara siempre ha dado pábulo a leyendas pintorescas, incluyendo un bulo sobre ratas gigantes que poblaban la isla, u otro sobre cabras con un diente de oro. Sin embargo, lo que voy a contar a continuación no tiene nada de leyenda. Es, pura y simplemente, historia; disparatada y tal vez irrelevante, pero historia.
Desde hace siglos, nadie sabe cuántos, Tavolara ha funcionado como una minúscula monarquía con completa independencia política. En 1836 Carlos Alberto, rey de Cerdeña, visitó la isla y reconoció formalmente al reyezuelo local, un paisano llamado Giuseppe Bertoleoni, como soberano legítimo del lugar, tratándole de 'hermano' -que es como se llamaban entre sí los reyes de antaño-. Posteriormente, durante la reunificación italiana, el minúsculo reino logró quedar fuera del arreglo, privilegio que, de entre los muchísimas naciones que hasta entonces habían ocupado el suelo italiano, solo San Marino logró también retener. (2)
En 1903 la independencia total del reino de Tavolara quedó confirmada con la firma de un Tratado de Amistad con Italia. Aquellos fueron los años gloriosos del micropaís. Como en un cuento de Walt Disney, casi todos los habitantes gozaban de algún título principesco otorgado por el soberano de la isla, cuyo oficio, como el del resto de sus conciudadanos, no era otro que el de sacarle peces al Mediterráneo.
Tal bucólico estado de cosas llegó a su fin en los años sesenta. Por aquel tiempo la OTAN instaló una estación de radar en el reino, por supuesto sin pedir permiso a nadie y por tanto vulnerando la soberanía nacional tavolareña. El trasiego de operarios primero y militares después acabó con el aislamiento de la islilla. Al poco tiempo los lugareños comenzaron a actuar como si fueran italianos, y así, poco a poco, en pocos años se olvidaron de su auténtica identidad nacional. No obstante, lo interesante del caso es que la República Italiana nunca ha anexionado formalmente el Reino de Tavolara. Así que, aunque el heredero real ahora sólo mande en el bar que regenta (el único de la isla) y todos los vecinos cuenten ya con documento de identidad italiano, lo cierto es que el maravilloso Reino de Tavolara, a todos los efectos legales, sigue siendo un país soberano.
Si todos los países ignorasen que lo son, nunca habría guerras en el mundo.
Hablábamos en una reciente entrada de este blog de los países inexistentes, esto es, aquellos que funcionan realmente como países pero no son reconocidos por nadie. Ahora nos ocuparemos de una categoría todavía más disparatada de naciones: los países que, aunque existen, no saben que existen. Para un amante de la geografía del absurdo como yo, sin duda se trata de uno de los campos de exploración más fascinantes. Los llamo países subconscientes porque carecen de la conciencia de su existir.
Ser ciudadano de un país de cuya existencia no se es consciente es un raro privilegio que sólo gozan un pequeño puñado de personas en el mundo. Tras investigar un tanto en este asunto, y no sin esfuerzo, tan sólo he dado con dos naciones actuales que entrarían dentro de esta tipología kafkiana: la isla de Sentinel del Norte y el reino de Tavolara. No se trata, contra lo que pudiera parecer por sus nombres legendarios, de invenciones literarias ni de países de ficción. Ambos existen, y gozan de todos los atributos propios de un Estado independiente con todas las de la ley….salvo que sus habitantes (y el resto de la humanidad) no son en absoluto conscientes de tal cosa. Valga señalar, a este respecto, que en ningún tratado de Derecho Político se dice que un requisito para ser Estado Nación sea el que sus habitantes tengan cognición de pertenecer al mismo.
La isla Sentinel del Norte, de la que ya me he ocupado en este blog en alguna ocasión, forma parte del archipiélago de Andamán, en el océano Indico, no lejos de Birmania. La India ejerce soberanía sobre el resto de estas islas. No obstante, la India no ha reclamado nunca, ocupado ni ejercido autoridad alguna sobre Sentinel del Norte.
En Sentinel del Norte habitan un número indeterminado de indígenas, con los que el resto del mundo nunca ha entrado en contacto directo. Sentinel del Norte es, junto con gran parte de la Antártida, la única porción de tierra firme en el planeta Tierra no reclamada por ninguna nación. Dicho lo cual, y aplicando los principios de Naciones Unidas y del Derecho Internacional Público, es evidente que la soberanía sobre este islote selvático corresponde a sus habitantes. Nada sabemos sobre la forma de gobierno de los sentineleses (si es que acaso cuentan con alguna) y, desde luego, podemos asegurar con certeza que carecen de bandera patria, himno nacional o moneda propia. Pero ninguno de estos atributos es en el fondo esencial para ser un Estado de pleno derecho. Obviamente, los habitantes de esta isla boscosa rodeada de playas no tienen ni pajolera idea de que conforman una nación independiente. Nos encontramos pues ante un ejemplo diáfano de país subconsciente (1).
El caso del reino de Tavolara es igualmente pintoresco. Se trata también de un islote, de unos cinco kilómetros cuadrados, habitado por una cincuentena de pescadores y situado frente a las costas de Cerdeña. Pese a su nimiedad geográfica, arrastra a sus espaldas una abultada historia. Los antiguos la llamaban Hermea; dicen que san Pontiano papa, tras abdicar, se retiró a esta remota isla en el siglo IV. Además, Tavolara siempre ha dado pábulo a leyendas pintorescas, incluyendo un bulo sobre ratas gigantes que poblaban la isla, u otro sobre cabras con un diente de oro. Sin embargo, lo que voy a contar a continuación no tiene nada de leyenda. Es, pura y simplemente, historia; disparatada y tal vez irrelevante, pero historia.
Desde hace siglos, nadie sabe cuántos, Tavolara ha funcionado como una minúscula monarquía con completa independencia política. En 1836 Carlos Alberto, rey de Cerdeña, visitó la isla y reconoció formalmente al reyezuelo local, un paisano llamado Giuseppe Bertoleoni, como soberano legítimo del lugar, tratándole de 'hermano' -que es como se llamaban entre sí los reyes de antaño-. Posteriormente, durante la reunificación italiana, el minúsculo reino logró quedar fuera del arreglo, privilegio que, de entre los muchísimas naciones que hasta entonces habían ocupado el suelo italiano, solo San Marino logró también retener. (2)
En 1903 la independencia total del reino de Tavolara quedó confirmada con la firma de un Tratado de Amistad con Italia. Aquellos fueron los años gloriosos del micropaís. Como en un cuento de Walt Disney, casi todos los habitantes gozaban de algún título principesco otorgado por el soberano de la isla, cuyo oficio, como el del resto de sus conciudadanos, no era otro que el de sacarle peces al Mediterráneo.
Tal bucólico estado de cosas llegó a su fin en los años sesenta. Por aquel tiempo la OTAN instaló una estación de radar en el reino, por supuesto sin pedir permiso a nadie y por tanto vulnerando la soberanía nacional tavolareña. El trasiego de operarios primero y militares después acabó con el aislamiento de la islilla. Al poco tiempo los lugareños comenzaron a actuar como si fueran italianos, y así, poco a poco, en pocos años se olvidaron de su auténtica identidad nacional. No obstante, lo interesante del caso es que la República Italiana nunca ha anexionado formalmente el Reino de Tavolara. Así que, aunque el heredero real ahora sólo mande en el bar que regenta (el único de la isla) y todos los vecinos cuenten ya con documento de identidad italiano, lo cierto es que el maravilloso Reino de Tavolara, a todos los efectos legales, sigue siendo un país soberano.
Si todos los países ignorasen que lo son, nunca habría guerras en el mundo.
(Foto: Luis Echanove)
Notas
(1) Quedan todavía numerosas tribus en semejante aislamiento total en la Amazonia y otros lugares, pero todas ellas habitan en territorios bajo la soberanía de Estados Nacionales ya constituidos. El caso de Sentinel del Norte es, en este sentido, absolutamente único en el mundo.
(2) La aldea de Sagorba, en Liguria, en la frontera con Francia, quedó olvidada en el reparto del Congreso de Viena de 1815, y tampoco se integró en Italia en el momento de la reunificación nacional, en 1868. Hay fuertes razones jurídicas para considerar que legalmente todavía hoy retiene su condición de Estado Soberano, puesto que su territorio nunca ha sido formalmente anexionado. No lo incluyo en la categoría de países subconscientes porque en este caso sus habitantes sí saben que en realidad conforman un país diferente a Italia (aunque el resto de las naciones ignoren esta circunstancia, empezando claro por la propia Italia). El jefe de la cooperativa de flores local es el soberano del reino, y regenta el chocante título oficial de “Su Tremendidad” ('Sua Tremendità'). En un reciente referéndum, 204 de los 308 habitantes de la aldea se mostraron favorables a retener la independencia.
(2) La aldea de Sagorba, en Liguria, en la frontera con Francia, quedó olvidada en el reparto del Congreso de Viena de 1815, y tampoco se integró en Italia en el momento de la reunificación nacional, en 1868. Hay fuertes razones jurídicas para considerar que legalmente todavía hoy retiene su condición de Estado Soberano, puesto que su territorio nunca ha sido formalmente anexionado. No lo incluyo en la categoría de países subconscientes porque en este caso sus habitantes sí saben que en realidad conforman un país diferente a Italia (aunque el resto de las naciones ignoren esta circunstancia, empezando claro por la propia Italia). El jefe de la cooperativa de flores local es el soberano del reino, y regenta el chocante título oficial de “Su Tremendidad” ('Sua Tremendità'). En un reciente referéndum, 204 de los 308 habitantes de la aldea se mostraron favorables a retener la independencia.
1 comentario:
Juan, no sé como aún me puedo sorprender de tú cultura geográfica.
Me ha encantado
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