Un reputado musicólogo dice haber demostrado que al menos uno de los movimientos más brillantes de la Quinta Sinfonía de Beethoven no es sólo el resultado de la brillantez creativa del compositor alemán, sino que fruto del mero azar. Tras revisar la partitura autógrafa y compararla con la primera edición impresa, el inquisitivo investigador parece haber comprobado que el tipógrafo, mientras copiaba la versión manuscrita, olvidó incluir la barra de repetición del scherzo y el trío del tercer movimiento.

Al final siempre es preciso hacer concesiones. Dejar la cosa como está, y olvidarnos de esa olvidada repetición del scherzo y el trío del tercer movimiento de la Quinta Sinfonía tampoco va a hacer a Beethoven retorcerse en espasmos de cólera en su tumba más de lo que ya ha debido de retorcerse desde la invención de los transductores electroacústicos (alias micrófonos).
Llevamos 205 años escuchando la Quinta de Beethoven sin la maldita repetición en el tercer movimiento. Si la costumbre es fuente del derecho, no veo porque no pueda serlo también de la creación musical.
Aunque Beethoven originalmente hubiera preferido incluir la barrita de las narices, el asunto es que para el común de los mortales el scherzo y el trío repetitivos sobran; y si Beethoven es Beethoven no es sólo por sí mismo…sino también gracias a los músicos que lo tocan, así como a los críticos musicales que lo juzgan y al publico en general que lo ama. Y para todos ellos, la única Quinta Sinfonía de Beethoven que existe es la de la partitura impresa, y no la que el maestro alemán escribió. Siempre se ha dicho que al final las grandes obras terminan superando a sus autores y cobrando vida propia al margen de estos.
Cuando el obrero del taller de impresión de la primera partitura olvidó, en un lapsus no intencionado, incluir el símbolo de la repetición dibujado en el manuscrito, estaba con ello, sin saberlo, colaborando en la elaboración de la obra musical, o si se prefiere, perfeccionándola.
El carácter aleatorio y no volitivo de su pequeña omisión no quitan ni un ápice de creatividad a tal olvido. También el propio Beethoven, estoy seguro, se dejaría inspirar a veces a partir de divagaciones irracionales de sus dedos sobre el piano. Un autor no concibe su obra de una sola atacada, sino que ésta va brotando de él por caminos a veces inverosímiles y no intencionados y por tanto poco racionales. El error de impresión fue sin duda irracional… como irracional es de hecho, en enorme medida, toda creación musical.
La Quinta Sinfonía de Beethoven es una de las cumbres de la historia musical de todos los tiempos, gracias entre otras muchas cosas, al olvido de un anónimo tipógrafo de partituras...
pero, ¿fue realmente un olvido?
Yo quisiera pensar que lo hizo a posta.