La reciente noticia del hallazgo, en los almacenes oficiales castellano-manchegos, de montañas de libros editados por el gobierno regional y de cientos de miles de llaveritos de motivo quijotesco y otros muchos objetos de publicidad institucional, aparentemente adquiridos por la administración autonómica a lo largo de los años y nunca utilizados, me ha sorprendido bastante. El bisabuelo de mis nietos, honrado labrador vecino de los Yébenes, en los montes de Toledo, ha venido recibiendo de manera puntual, durante muchísimo tiempo, gruesos tomos con muchas fotos (de esos que se hojean cuando los ves por primera vez y ya nunca vuelves a abrirlos en tu vida) publicados con primor por las autoridades manchegas, sobre temáticas tales como 'La cocina de Don Quijote', 'Viajes del Príncipe Felipe por Castilla-La Mancha' o 'Los parques naturales de nuestra región'. Los libros, regalo sorpresa del Gobierno autonómico, eran entregados a domicilio, sin coste alguno para el receptor. Comparada con la habitual práctica de distribuir tales costosas publicaciones exclusivamente entre el círculo de visitantes oficiales o los primos de la autoridad de turno, eso de llevar a la puerta de las casas de los manchegos -donde la hospitalidad abunda pero, generalmente, la literatura falta- esos gruesos tomos de asunto regional me parece una medida que, aunque tal vez poco eficiente económicamente, resulta de lo mas democrática.
Además de una cierta obsesión fetichista con el protagonista de novela de Cervantes (*), el otro gran elemento común a todas esas maravillosas publicaciones era el preámbulo, compuesto siempre de las mismas frases más o menos vacías. Prologar obras institucionales es, desde luego, uno de los trabajos mas ingratos que puedan existir.
Hace poco leí con aprovechamiento uno de estos mostrencos: 'El ajo en Castilla la Mancha' se llamaba el libro. Aprendí allí que los ajos morados de Las Pedroñeras poseen el doble de virtudes curativas que las demás clases de ajos, o que el cuarenta por ciento de la producción europea de este bulbo procede de las provincias de Albacete y Cuenca. No obstante, lo que más atención me llamó del libro fue enterarme de que los ajos de alta calidad, al igual que el vino o los quesos, también se catan. ¿Cabe imaginar en una profesión más ingrata que la de catador de ajos? Es incluso todavía más desagradecido que trabajar como prologuista de libros institucionales. Me pregunto cual es la tasa de soltería en el gremio; debe resultar elevadísima.
(Foto: Luis Echanove)
(*) Pese a contar con tantos ilustres personajes históricos de carne y hueso en su pasado, a los manchegos lo que más le gusta es fardar de una persona que nunca existió.