Miras el morral de los recuerdos, y piensas en sacar uno así, al azar, y luego colocarlo tieso sobre la yerba flaca, arremangarlo un poco, y echarlo a andar, como quien repara un reloj viejo… Pero no. Cazar recuerdos se parece más a mirar hacia abajo al borde de un precipicio que a husmear en una bolsa de objetos lejanos. El fondo del acantilado esta solo a un paso de ti, y sin embargo, te desune de ese punto una distancia enorme, y en realidad infranqueable, a no ser que arriesgues tu propia vida para salvarla, saltando al vacío.
(Foto: Luis Echanove)
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