Entornabas los ojos, casi hasta cerrarlos, y esas arrugas pequeñas, a los lados de tus labios, se marcaban de nuevo…El sol bañaba la plaza. Ahí estábamos: sentados en las escaleras, ante una iglesia barroca (¿de donde era? ¿Praga? ¿Budapest?) Con tus manos abrazando las rodillas, gozando del calor de un verano remoto…así te recuerdo hoy.
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