A nivel global el número de expatriados cooperantes procedentes del Norte lleva años reduciéndose en el mundo, como efecto de la creciente incorporación de profesionales de países en Vías de Desarrollo en las ONG, empresas consultoras y organismos internacionales, motivado tanto por su cada vez mayor cualificación profesional como por una cada vez más horizontal visión del desarrollo, unido todo ello a las políticas de abaratamiento de costes. Esta tendencia ha sido aún más veloz en América Latina, tradicional destino de una parte sustancial de los cooperantes españoles.
A este factor cabe sumar, en el caso español, y desde el estallido de la crisis económica hace ya casi 8 años, la masiva reducción de fondos públicos para ayuda oficial al desarrollo y los recortes en las donaciones, lo que ha llevado al cierre de numerosas ONG, reducción drástica del número de consultorías y consecuente caída significativa de personal en el sector. Según cifras de la CONGDE, entre 2008 y 2016 el número de cooperantes en el exterior trabajando para ONG españolas se redujo en un masivo 55% (*).
Es cierto que, en contrapartida, el número de españoles incorporados a organismos internacionales, ONG de otros países y hasta agencias bilaterales de cooperación extranjeras ha crecido en los últimos tiempos, como consecuencia de la mejora de la cualificación de nuestros cooperantes (que cada vez acumulan más años de experiencia y dominan más y mejor otros idiomas), las políticas proactivas del último gobierno socialista para integrar españoles en Naciones Unidas y otras agencias multilaterales y sobre todo, en razón de la necesidad de muchos de buscar otras alternativas de empleo ante la caída del sector en nuestro país.
No obstante, ese aumento de cooperantes españoles trabajando para empleadores no españoles no ha compensado, ni de lejos, la caída de la oferta de puestos en organizaciones españolas.
Por otra parte, la cierta reducción de la tradicional precarización laboral del sector a partir de 2010 y 2011 (cuando se llevó a cabo la regularización de los responsables de programa de la AECID y de los agentes contractuales en delegaciones de la UE), ha llevado la consolidación de puestos de larga duración y con ello a una cierta reducción de la rotación y de las posibilidades de empleo para los nuevos incorporados al sector.
Así pues, son cada vez menos los puestos de trabajo disponibles en cooperación… pero son cada vez más los jóvenes interesados en desarrollar una vida profesional en este ámbito.
Hay muchos factores que explican este proceso. Por una parte, las actividades de educación al desarrollo y el alto interés mediático por el sector (casi podríamos hablar de crisis de éxito) han incentivado la demanda de modo masivo. Programas como Españoles por el Mundo han acercado la realidad cotidiana del cooperante al ciudadano de a pie. La proliferación del voluntariado, las vacaciones solidarias y figuras afines han permitido además que miles de jóvenes y no tan jóvenes hayan vivido una primera experiencia en primera persona, sintiéndose atraídos por el sector.
En paralelo, el número de cursos de postgrado de iniciación a la cooperación al desarrollo ha aumentado hasta niveles fuera de toda escala racional, actuando a la vez como efecto y como acicate de la demanda de empleo en este ámbito.
Es difícil imaginar que en los próximos años el mercado laboral de la ayuda al desarrollo recupere su perfil de antaño, cuando había una coincidencia bastante ajustada entre la oferta de empleos y la demanda de los mismos. A medida que superemos la crisis se incrementará en cierta medida la necesidad de trabajadores, pero las tendencias globales arriba descritas seguirán ejerciendo su influjo, así que a nivel macro el mercado laboral seguirá, con certeza, estrechándose.
A ello se une la cada vez mayor exigencia de años de experiencia y altas cualificaciones para cualquier puesto, debido al carácter ahora altamente competitivo del sector (baja oferta de empleos, y altísima demanda de los mismos). Un joven recién incorporado a este mundillo y deseoso de transformarse en un profesional del medio, lo tiene hoy, probablemente, más chungo que nunca antes en los casi 30 años de historia de la cooperación en España.
Si queremos pensar el futuro del sector con todas las consecuencias, es precisa una alta dosis de realismo.
(Foto:Luis Echanove)
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(*) Salvo para el caso de los cooperantes trabajando en ONG, no hay estadísticas recientes consolidadas sobre el número total de cooperantes españoles. En 2005 el autor de este blog llevo a cabo, con la colaboración de decenas de cooperantes y en marco de la Asociación Profesional de Cooperantes (ACP), un primer censo (y hasta ahora último) de cooperantes, conforme al cual los cooperantes españoles éramos unos 14oo, algo más de la mitad de los cuales trabajaban en ONG.
Cuantos somos los cooperantes?
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(*) Salvo para el caso de los cooperantes trabajando en ONG, no hay estadísticas recientes consolidadas sobre el número total de cooperantes españoles. En 2005 el autor de este blog llevo a cabo, con la colaboración de decenas de cooperantes y en marco de la Asociación Profesional de Cooperantes (ACP), un primer censo (y hasta ahora último) de cooperantes, conforme al cual los cooperantes españoles éramos unos 14oo, algo más de la mitad de los cuales trabajaban en ONG.
Cuantos somos los cooperantes?
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