viernes, 25 de diciembre de 2009

Crisis

En España hay una crisis económica. Y hay otras más, de las que ahora se habla menos.

Está la crisis del sistema de organización territorial del Estado, con un régimen de descentralización llevado a extremos absurdos: ¿de verdad es necesario contar con un calendario de vacunación infantil distinto en cada Comunidad Autónoma? ¿Tiene sentido que los niños canarios no estudien lo que es un río porque en su archipiélago no hay corrientes de agua permanentes? ¿Debe cada ciudad y pueblo de España contar con un puente o monumento diseñado por Calatrava o llevar a los Rolling a tocar en sus fiestas patronales? ¿y quien paga ahora las facturas cuando el ladrillo ya no llena las arcas municipales?

Está también la crisis social, no solo provocada por el hundimiento económico y el aumento desorbitado del paro, sino además acrecentada por años de emigración desmelenada sin programas de inserción y por una inequidad galopante, fruto de la cultura del pelotazo y de la mentalidad tan hispánica del ande yo caliente. Somos un país de nuevos ricos (esos que se forraron a base de stock options, recalificación de suelos, reventa de pisos y jugadas en bolsa) y de nuevos pobres (inmigrantes, desemplados, mileuristas). La clase media, en cambio, adolece de raquitismo.

Podemos hablar así mismo de una profunda crisis educativa. La única formación sistemática que muchos niños reciben es la del Nintendo. En nuestras endogamicas universidades se llega a catedrático mayormente en función de la habilidad propia en la ciencia del peloteo. La cultura tampoco anda en bonanza. En España se publica poco bueno e independiente y lo malo y escrito por encargo se vende cómo churros. Al cine, si no es 3D, ya no va ni la taquillera.

Como un paraguas cubriendo muchos de estos males, hay también que hacer referencia a la crisis de los partidos políticos. La ley electoral y las listas cerradas nos condenan a esta bipolaridad asfixiante que deja fuera de sitio a quienes no se deciden a comprar el paquete completo que el PP y el PSOE venden, ergo la elección es entre derecha rancia o pseudo progresismo.

Todos aquellos que no comulgan, en todo o en parte, con ninguno de los dos grandes partidos, como los liberales, los izquierdistas de verdad, los ecologistas, los centristas, y tantos otros, no tienen a quien votar o votan tapándose la nariz. Y de la mano de esa crisis del propio sistema de representación electoral, cabalga la crisis de liderazgo. Encontrar en cualquiera de los dos grandes formaciones a un político de la talla de los que forjaron la Transición resulta más arduo que descubrir armas de destrucción masiva en Irak.

Tampoco podemos olvidar la crisis ecológica. Cada vez producimos más gases de efecto invernadero, el Mediterráneo se ha convertido en una inmensa urbanización costera desde Huelva hasta Gerona y la España interior y rural sigue tan despoblada y olvidada como siempre. Teruel todavía no existe. Marbella existe demasiado.

Eso sí, hemos logrado ponernos en el vagón de cabeza en muchos nuevos ámbitos, tales como en número de campos de golf en parameras sin agua, porcentaje de chicas adolescentes que se operan las tetas, cuantía de vehículos de doble tracción inventados para el campo circulando por las calles de las ciudades, número de mafiosos rusos afincados en nuestras costas, volumen de programas del corazón en la programación televisiva o cantidad de cargos municipales con procesos de corrupción abiertos.

Puede parecer que estoy describiendo un cuadro demasiado pesimista. Pero es lo que hay.

Durante los últimos diez o quince años pensábamos que todo el monte era orégano. La obsesión con los bienes de consumo y la explosión del gasto nos hizo sentirnos ricos. Y nos creíamos que ser europeos era eso, ser ricos. Ser europeos es vivir en sistemas políticos que combaten la corrupción en todos los niveles, fomentan la igualdad social, castigan electoralmente a los políticos y a los partidos incompetentes, practican una economía sostenible y fomentan la educación en valores y no el culto a la pela. Tras vivir el supuesto glamour del 4x4 y el adosado ahora al fin nos caemos del guindo.

Hemos recogido lo que hemos sembrado. Nuestra crisis es, a fin de cuentas, la reseca después del despelote.

Entre tanto, y aunque lo que hace falta es menos torear la perdiz y mas coger al toro por los cuernos, los políticos se dedican a discutir la prohibición de las corridas. También se afanan en buscar la tumba de Lorca. Yo soy algo más escéptico, pero a lo mejor me equivoco y el fantasma del genial poeta al final resulta que nos trae alguna solución.

(Foto: Luis Echanove)

Blogear

Esta es la entrada numero doscientos en Chota Chunga. Han pasado dos años y medio desde la creación del blog. Tal vez es buen momento ahora para explicar el propósito que me llevó abrir esta ventana virtual y a escribir en ella con regularidad.

Primero de todo, como decía San Juan de la Cruz, una cautela: La regla numero uno de Chota Chunga es que no hay reglas. Entra todo: micro cuentos, brochazos de la realidad que me toca, análisis breves, poemas… todo menos reflexiones sobre el propio blog. Chota Chunga se explica por sí mismo, o no se explica en absoluto. Pero de repente he caído en la cuenta de que si la regla numero uno es que no hay reglas, no veo razón de peso para autocensurarme. Por eso cuelo esta entradilla auto referenciada, dedicada a Chota Chunga en Chota Chunga.

Yo antes pensaba que mantener un blog propio suponía un ejercicio de onanismo mental como otro cualquiera. Pero es porque estoy lleno de prejuicios. Puede que comenzase con Chota Chunga precisamente para matar alguno de esos prejuicios. Sufro de miedo escénico (en grado tolerable), y a la vez adolezco de unas irrefrenables ganas de confrontar los miedos a las bravas. Por eso también empecé con el blog: para exponerme al escenario de improbables lectores, sufrir ese pavor a ser leído y luego superar el miedo sin contemplaciones.

Chota Chunga es el sitio de mi recreo, mi patio de colegio virtual para jugar a escribir. Aunque sólo eso buscaba cuando comencé, a lo largo del tiempo he descubierto otras utilidades. Una es que me ejercita en la disciplina de escribiente. Cuando se escribe con la vana intención da ser leído por otros, no queda otro remedio que intentar hacerlo con alguna calidad. Lograrlo o no es otro cantar, pero en esto de escribir, como en el arte de la cocina, la prueba la da el paladar. La letra escrita se disfruta en realidad con las papilas gustativas.

Creía que escribir en un blog era como lanzar al mar un mensaje en una botella. Estaba equivocado. Escribir un blog es iniciar un dialogo, un dialogo con vosotros, que lo leéis.

Gracias por la conversación.
(Foto: Luis Echanove)

jueves, 24 de diciembre de 2009

Subsahariano

Lo encontraron tirado en la playa de Maspalomas. Vestía con ropas aparentemente costosas, de corte exótico. Todavía jadeaba, pero con enorme dificultad. La respiración artificial no sirvió de nada. Inhaló su ultima ráfaga de aire allí mismo, tirado sobre la arena blanca. La patera, pintada de colores vivos y repleta de paquetes envueltos con primor, apareció días después a la deriva en alta mar. Al subsahariano muerto lo llevaron a la morgue. En el bolsillo interior de un gabán verde, con aspecto de capa, apareció un documento de identidad. Solo el nombre de pila resultaba legible: “Baltasar”.

Ese año un tercio exacto de los niños españoles se quedaron sin regalos.

(Foto: Luis Echanove)

Navegar

Me desespera navegar por Internet con una conexión de red tan lenta, un procesador de textos poco amistoso y este minúsculo ordenador. Las páginas bajan despacio, con un aspa roja de San Andrés en lugar de las fotos. Pero yo sigo intentándolo, mientras escucho una vieja canción de Los Secretos en voz de cantautor. Es una noche extraña, lluviosa, algo triste, y de Navidad. Todos los ingredientes para una depresión ligera si fuese depresivo. Pero no lo soy, y por eso reviso páginas de la Web que afloran a borbotones lentos en la pantalla, como el goteo de esta lluvia que ya muere.

Algo ha pasado. De pronto todo es más rápido, no solo la conexión, también la música. Y ahora sí, ahora leo con fluidez aquello que la red coloca ante mis ojos. Ahí está, ese blog extraño, encontrado al azar, con un texto raramente familiar. Ahí está, delante de mis ojos cansados tras muchas horas con las lentillas puestas. Y el texto dice así,

“Me desespera navegar por Internet con una conexión de red tan lenta, un procesador de textos poco amistoso y este minúsculo ordenador. Las páginas bajan despacio, con un aspa roja de San Andrés en lugar de las fotos. Pero yo sigo intentándolo…”

(Foto: Luis Echanove)

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Palabras atrapadas

Lo dijo de repente, casi sin pensar, como muchas de las cosas que decía últimamente. Lo dijo sin modular la voz, como se responde a una pregunta inoportuna cuando se comen patatas fritas ante el televisor. Lo dijo sin elevar la voz, pero tan poco bajito, más bien sobre el limite de lo claramente audible, pero solo sobre el limite, no por encima. Lo dijo con un deje de tristeza muy ligera, en realidad solo apreciable por alguien experto en su tono de voz y en sus estados de ánimo.

Lo dijo así, porque sí, sin ninguna razón aparente, que es como se dicen las cosas más importantes y también las más peligrosas: porque cuando falta una sola razón para decir algo es casi seguro que de fondo hay muchas razones para decirlo, muchas, muchísimas razones, tantas que es imposible distinguir las unas de las otras y al final todas se alborotan en la mente, como en una madeja de lana cuyo hilo son esas confusas ideas.

Pero al fin y al cabo, el asunto es que lo dijo. Y cuando algo se dice queda dicho, valga la perogrullada. Puede que las palabras se las lleve el viento, pero no sabemos bien a donde, así que en el camino a su incierto destino final, las palabras quedan atrapadas en la cabeza de quien las escucha. Y eso es exactamente lo que pasó cuando él dijo lo que dijo. Lo dijo sin querer, o a lo mejor a posta, pero lo dijo y ya no hubo marcha atrás: como cuando se dispara una bala, o se arroja un florero por la ventana. Uno puede arrepentirse de hacer tales cosas, pero al final el resultado es invariable. La bala impacta. El macetero se rompe contra el suelo. Y las palabras, las palabras que él dijo, se quedaron atrapadas en la cabeza de quien las escuchó.

Y ahí siguen, atrapadas.

(Foto: Luis Echanove)

martes, 15 de diciembre de 2009

Mundo ideal

La culpa de todo la tiene Aristóteles. Tal vez exagero: la culpa de casi todo. Puede que educase bien a Alejandro Magno hasta hacer del chaval macedonio un conquistador compulsivo, pero por lo que respecta a su filosofía, su principal logro fue tirar por la borda la belleza del pensamiento griego anterior a él.

Me enseñaron en la escuela que la grandeza de los filósofos griegos radicó en dejar a un lado el pensamiento mítico y reemplazarlo por el culto al Logos, al raciocinio abstracto. En realidad, ese punto de inflexión solo se produjo con el plasta de Aristóteles y sus fabulas supuestamente objetivas sobre motores, causas y efectos. Los presocráticos, incluidos los pitagóricos, se movían aún en las apasionantes y surrealistas aguas del mito. Platón, por su parte, fue el eje intermedio del proceso, a caballo entre el mundo onírico y el racional. Platón fue el primero que logró esa curvatura del círculo consistente en bañar de racionalidad el mito, o, si se prefiere, en cubrir de poesía lo meramente cerebral. Por eso, para mi Platón sigue siendo el más grande.

Los pensadores que más admiro (Plotino, Spinoza, Bruno, Kierkegaard, Hegel y el idealismo, los románticos, Nietzsche, Fromm, Jung, los existencialistas) son aquellos que se dejaron llevar por ese sabor a Oriente y a mística. Todos ellos bebieron de las fuentes de Platón. En cambio reniego de aquellos otros que, como el empalagoso Santo Tomás o el soporífero Kant, fueron incapaces de volar por encima de sus enrevesamientos neuronales.

La devoción extrema la racionalidad y al silogismo supone dejar a un lado todo aquello que en verdad nos motiva, y en ultima instancia, nos hace felices: el arte y la belleza, el mundo de los sentimientos, de los ideales, de los sueños y de (porqué no decirlo) la irracionalidad. Claro que también en el campo platónico ha habido interpretaciones desvariadas que no han conducido a nada bueno (por ejemplo: la malversación que los nazis hicieron de Nietzsche), pero sigo pensando que el idealismo está mas cerca de lo esencialmente humano que la noción escolástica de la vida, según la cual todo se explica por causas y efectos analizables con el raciocinio.

Al final ha resultado que las ciencias puras han dado la razón a Platón. Ni los átomos ni las supernovas se rigen por esa lógica lineal y estrecha de gusto aristotélico.

Seguimos en la misma cueva de siempre, mirando siempre el reflejo de un mundo ideal.

(Foto: Luis Echanove)

martes, 1 de diciembre de 2009

Transporte en el Caspio

El tipo me mira con ojos de tahur, o de cabecilla de los malos en una película sesentera de James Bond.

Se las sabe todas. Parece estar riéndose de nosotros, los existentes, los sesenta o setenta tipos de corbata entorno a una mesa ovalada de longitud inverosímil. La pajarita le aprieta, pero él no pierde esa actitud de listo de la clase. El tipo parece relajado en su cuadro de gran formato, pese a lo forzado de la pose. Lamparillas estilo Imperio y una colección de pinturas de realismo soviético alusivas a diferentes medios de transporte completan la decoración de las paredes del salón de plenos ministerial. El óleo del tren me gusta: Es una locomotora verde en escorzo avanzando por un erial de charcos y tendidos eléctricos, bajo un cielo nuboso e irreal. Parece un cromo antiguo, o el dibujo de la portada del Ibertrén.

A mi lado, un hombre con mostacho y pinta de funcionario de país remoto mira sin pestañear la pantalla del Power Point. Sus ojos están en blanco, y la pantalla también (¿qué mira entonces?). En el otro extremo de la mesa alguien habla en inglés con tono tedioso y un sedante acento francés, superpuesto torpemente por el doblaje al ruso. Nadie presta atención, nadie pregunta…silencio denso.

El aburrimiento es tan espeso que se podría cortar con tijeras de podar.

Desde su retrato de marco dorado, el Padre de la Patria sigue mirándome con sus ojos de jugador tramposo. El tipo me intenta sobornar con su mirada picara, me pide que le desenganche de la pared, que le saque del marco, que le deje sermonearnos en esta conferencia interminable. Y yo ya no sé qué hacer para rehuirle.

Post scriptum: Me voy a levantarme ahora mismo. Tiraré el ordenador portátil con todas mis fuerzas contra el maldito lienzo. Voy a estampárselo en medio de su sonrisa de listillo. A mí me meterán en la cárcel, pero los aquí presentes agradecerán la iniciativa. Les voy a ofrecer una excelente anécdota para contar cuando vuelvan a casa. Ya verán, ya. Ahora sí que van a dejarse de aburrirse.

(Foto: Luis Echánove)

Bakú

Bakú, capital de Azerbaiyán, es a las ciudades del mundo lo que el gas a la física: su estado natural es el cambio. Y el dinero del gas -natural - es, precisamente, el motor de ese estado de ebullición urbana. Aceras levantadas, andamios omnipresentes…pareciera como si todo fuera a ser construido de nuevo y en pocos días, gracias al nuevo milagro económico azerí.

Cuando el viajero se acostumbra a saltar fosas en las aceras y a huir del polvo de las obras descubre una ciudad interesante. Minaretes persas salpican el pequeño centro histórico amurallado. Extramuros se abren los elegantes barrios surgidos en el boom anterior, el de inicios del siglo XX, cuando la mitad del petróleo del mundo se extraía de las riveras del mar Caspio. Docenas de villas inmensas, mansiones de nuevos ricos de hace ciento diez años muestran sus balaustradas mitad orientales y mitad parisinas a lo largo de los bulevares arbolados.

En Bakú es fácil olvidarse de que uno se encuentra en una capital musulmana, entre tanta minifalda y anuncios de cerveza. Azerbaiyán quizás el país de mayoría islámica más laico del mundo. Se diría que la religión principal es el culto al presidente, cuyas fotos, en rictus leninista, cubren todos los rincones.

No sé qué pensar de esta ciudad. Resulta demasiado contradictoria para explicarla. No es europea, pero tampoco asiática. No es hermosa, pero tampoco fea. Es muy moderna, y a la vez muy arcaica. Sus calles comerciales, peatonalizas, son una invitación al paseo. Sus caóticas autovías, una invitación a la reclusión.

Tal vez Bakú no existe. O existe sólo a medias. Y tal vez un día el gas natural se agote y Bakú se convierta de nuevo en el polvazal de pobreza que un día fue, para resurgir luego, de la mano de un milagro futuro, en un ciclo eterno de explosión y contracción.

Bakú…que nombre tan bonito, el de esta ciudad extraña.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Democracia pistolera

Cincuenta y siete personas (o tal vez más, siguen buscando cadáveres) han sido asesinadas en una emboscada la semana pasada en Maguindano, Filipinas. Eran civiles en su mayoría, incluidos una docena de periodistas y numerosas mujeres y niños. No es una atrocidad aislada. Se trata, más bien, de un caso extremo y especialmente horrendo de la forma de hacer política en el país.

Filipinas vive gobernada por élites locales que en cada provincia reinan, roban fondos públicos y asesinan a oponentes a su antojo, amparadas muchas veces por ejércitos privados. La mayoría de esas familias poderosas llevan ejerciendo el control local desde hace generaciones. Se reparten los puestos públicos con total nepotismo: alcaldes, gobernadores, congresistas, senadores...apenas una cuarentena de apellidos coaptan todos los puestos públicos. Los políticos filipinos trafican con los votos, compran la voluntad de los electores con prebendas o, en última instancia, acuden al más vulgar pucherazo. La actual presidenta, Gloria Macapagal, ganó hace cuatro años fraudulentamente las elecciones, apoyada, por supuesto, por las camarillas mafiosas de las provincias. Durante su mandato cientos de periodistas, de activistas de derechos humanos y de opositores de izquierda han sido asesinados por grupos paramilitares a lo largo y ancho del país. En el caso de la matanza del lunes todo apunta como responsable de la salvaje carnicería al poderoso clan de los Ampatuan, el firme aliado de Macapagal en la región. Muchos testimonios indican que altos mandos policiales también están directamente implicados.

En las enciclopedias, en la CNN y en los discursos de los políticos internacionales se define a Filipinas como “una democracia”.

(Foto:Luis Echánove)

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Descubrimiento del vino

El coche de la Unión Europea me había recogido a las puertas de la sede de una ONG. Acababa de atender la conferencia sobre cierto proyecto europeo de un tendido de alta tensión que cruzaría el parque Natural de Borjomi. Contra el pronóstico inicial, fue una reunión muy interesante, aunque probablemente ello fuera debido a la deficiencia de la traducción simultánea, repleta de chascarrillos ingeniosos con los que el intérprete había aderezado los aburridos discursos de los ponentes.

Cruzamos la avenida Rustaveli en dirección a la oficina del Banco Mundial. En el corto trayecto entablé conversación por vez primera con el conductor. Me dijo que llevaba siete años trabajando para la UE pero que él, en realidad, era arqueólogo, especializado en el paleolítico inferior (¿o en el superior?). Le pregunté si era cierto aquello de que el cultivo de la uva y la producción del vino tuvieron su origen en el Cáucaso. Todos los georgianos que conozco se jactan de ello. Hasta la página de internet del Ministerio de Turismo lo menciona con orgullo. La misma web también indica que la Peste Negra de la Edad Media europea brotó en Georgia por vez primera, pero eso no me pareció oportuno mencionárselo al conductor.

Mi pregunta sobre el origen del vino cambió el gesto del chófer ilustrado. Sonrió, se dio la vuelta y sin dejar de conducir me miró fijamente. “Fui yo quien encontró los restos arqueológicos de producción de vino más antiguos que se han descubierto en el mundo”. Volvió la cabeza adelante y continuó conduciendo lleno de satisfacción.

Pensé de inmediato en invitarle a comer. Me contuve por temor a equivocarme a la hora de elegir el vino más apropiado para la ocasión.

(foto: Luis Echanove)

martes, 17 de noviembre de 2009

Pequeñas tretas

Siempre agarrado a la alegría, como el niño que pasea por las calles con el bocadillo de la merienda asido a su mano. Con el aire de lo vivido a la espalda pero con la vista puesta en lo que vendrá. Así camino sobre la tarde, pensando que el sol brillará más fuerte mañana que hoy.

(Foto: Luis Echanove)

lunes, 16 de noviembre de 2009

Tarde de tedio

Entonces se dio cuenta de que estaba perdiendo el tiempo aquella tarde y que nada de lo que había hecho, desde la hora del almuerzo, iba a cambiar su vida en lo mas mínimo, ni la de los demás. Así que para animarse repasó mentalmente la mañana, ansioso por encontrar alguna actividad con sentido. No dio con nada relevante, nada de provecho, nada realmente útil. Siguió mirando atrás…ayer…tampoco…o tal vez sí: fue útil, práctico, necesario ir a comprar ese par de mocasines…o tal vez no, ya tenía zapatos, muchos. Adquirió los mocasines por capricho, no por utilidad. Se preguntó: ¿y el par de zapatos anterior? ¿y el anterior al par de zapatos anterior? ¿y el primer par de zapatos que tuvo en su vida, o que su madre compró por él, siendo niño? Y también: ¿comprar zapatos compensaba una vida entera? Francamente no. Pensó en otras cosas, en los trabajos, en las novias, en los amigos, en las vacaciones, en los restaurantes, en las tardes en el patio del colegio y en las mañanas en el bar de la Universidad. Los pensamientos desfilaban a gran velocidad sobre su mente. Pero la conclusión era todo el rato la misma: Nada compensaba el esfuerzo dedicado. Su vida había sido una perdida de tiempo.

Y aquella tarde, de pronto, había caído en la cuenta.

Se relajó sobre el sofá. Sonó el teléfono. Pero no lo cogió. Y enseguida su vida cobró sentido.
(Foto: Luis Echanove)

viernes, 13 de noviembre de 2009

Ojos negros

Anda por las calles envuelta en una especie de gasa negra, con una falda de paño también negra ceñida a la cintura, zapatillas del mismo color. Todo es negro en ella, hasta sus ojos. Todo salvo la tez, que es pálida como el invierno. Pide limosna con vergüenza. Su edad es indescifrable, peor no baja de los setenta. Intuyamos su vida: infancia durante la guerra mundial, hambre de postguerra soviética, cierta dignidad económica en los sesenta y setenta, con casa gratis, comida barata y un trabajo decente. Todo pagado por el Estado. Todo sencillo, justo, pero suficiente. Y luego el colapso, el fin del mundo ideológico y también del real. El cierre de la empresa, en fin de la sanidad gratuita, y aun peor, la guerra, las guerras, tres guerras en diez años. Y luego la paz, y con la paz los edificios modernos, la visita de George Bush, las chicas en minifalda con trajes de marca, pero ella en la indigencia, en la chavola, los precios exorbitantes de los supermercados, una sociedad disparada en su carrera hacia ninguna parte y ella en los márgenes, tirada en la cuneta. Y al fin, una cuarta guerra, corta pero intensa, los rusos otra vez y ella pide dinero en la calle, tras una vida entera como conejillo de indias de todos los experimentos politicos posibles, y ella tiene al menos setenta años de sacrificios a la espalda y su vida es una mierda, y lleva siendo una mierda desde hace décadas, y este mundo es incomprensible, para ella y para mi, y yo por la noche no puedo dormir, porque me acuerdo de sus ojos negros.
(Foto: Luis Echanove)

viernes, 6 de noviembre de 2009

Buscando casa en Tiflis

Era una casa de muchos pisos. Y de muchas mujeres: Había mujeres por todas partes, de todas las edades, de todas las composturas y actitudes, y todas con un común gesto de arreglarse la vida bien sin hombres zánganos alrededor. El balcón de la sala principal miraba a los edificios estalinistas. El de la cocina daba sobre los pinos de la montaña. Un viejo arropado en una manta yacía en un sofá de aspecto poco confortable. Nos ofrecieron pastel de granadas; un tanto crudo, pero caliente. Mi interés en la casa, a esas alturas, era más sociológico que real. No pretendía alquilarla. Solo quería seguir hablando con la matriarca de esa tribu femenina y seguir degustando pastel crudo de granadas. La agente inmobiliaria y traductora ocasional, una armenia robusta, dicharachera y también feminista, les contó nuestra vida a ritmo de caladas de cigarrillo. Cuando mencionó que una chica filipina vivía con nosotros, la matrona de ese nido de águilas mujeril mencionó que en la casa de enfrente una tagala trabajaba como profesora de kindergarten. Allí fuimos. Dos niños pequeños nos abrieron la puerta. La cría vestía de princesa Disney. El muchacho agarraba un arpón de cazar ballenas. Efectivamente, su madre, que no estaba en la casa/colegio era extranjera, pero no filipina, sino neozelandesa. El jardín de infancia parecía más un reformatorio infantil que un lugar de juegos para niños. Dejamos el barrio y en el Lada de nuestra armenia nos encaminamos a visitar otra casa, esta vez en las alturas de Sololaki. Se trataba de una mansión cúbica, sin decoraciones de ninguna clase en el exterior, pero por dentro cremosa como un pastel de boda latinoamericano. Guardias armados en todos los ángulos. Instrucciones del agua caliente de la piscina interior (sí: tenía una piscina cubierta, en el sótano) en hebreo…aquel palacete hortera olía a algo raro, no solo metafóricamente, también en un sentido literal.

Volvimos a casa, no sin antes comprar pan recién horneado en la tahona cercana. Buscar case en Tiflis es como recorrer Praga de la mano de Kafka o andurrear Madrid con Valle-Inclán: entre disparatado y cotidiano.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Tres axiomas cuánticos

(1) Somos dos brazos, dos piernas, un tronco y una cabeza arrojados sobre el azar de los colores, las sonrisas y los llantos.

(2) Somos dos, somos mil y un millón. Somos las estrellas que se cansan de escuchar nuestros despropósitos humanos. Y somos el día. Y la noche somos, cuando oscurecemos pensamientos luminosos.

(3) Háblale al río en su lengua propia: la lengua de devorar la tierra en su ganarle tiempo al morir suave. Fluye, fluye río. El verbo entrelaza tu correr con el abismo. Sumérgete en mis labios, río, y diluye tu mirar en el mío.


(Foto: Luis Echanove)

Dieciséis años después

El era cooperante en un país en guerra. Ella estudiante y traductora. Los dos en la encrucijada. Se amaron intensamente, como tal vez solo dos jóvenes en tiempos turbulentos pueden hacerlo. Caminaban por los parques hasta entrada la noche, acudían a conciertos de rock, cenaban en pizzerías, hablaban hasta agotar las palabras y después dejaban hablar a sus cuerpos. Viajaron juntos a Sicilia y a Pompeya, a Istria, y a Venecia. Vivian cada segundo como si se les fuera la vida en ello. Se poseyeron al límite, y también al comienzo, como si el mundo se acabara, o estuviera a punto de comenzar. Fueron solo unos meses, meses que valen años, meses que son una vida entera.

Un día él se marchó. Regresó a su país. Rompió con ella por carta, cobardemente. El quería rehacer el pasado con su novia de juventud. Hubo daño y dolor. Daño prematuro, daño atroz, como un viento. Dolor mudo, dolor grande como un mar. No volvieron a verse nunca. Sus vidas se alejaron por completo.

Dieciséis años después alguien le envió una foto reciente de ella y su dirección de correo electrónico.

Y el la escribió, para pedirla perdón. Dieciséis años después.
(Foto: Luis Echanove)

lunes, 28 de septiembre de 2009

Entre dos aguas

Eran las tres en punto de la tarde cuando el agua comenzó a filtrarse bajo el quicio de la puerta. Nadie pareció darse cuenta. O nadie quiso darse cuenta. A las tres y catorce la mesa de reuniones, que era de plástico, ya flotaba dos palmos sobre el suelo. Navegaba distancias minúsculas, atrapada en parte por las sillas (que eran de metal). Hubo, claro, que cancelar la reunión y salvar los documentos. Todos se afanaron en subir los cajones bajos a los armarios, luego, en llevarse los armarios enteros. Finalmente, alguien miró a la puerta y avisó del riesgo de quedarse atapados dentro si no salíamos de allí ya mismo. Todos se tiraron a raudales al agua, el cual fluía de la misma forma calle abajo. Unos caminaron con tiento sobre las altas aceras, donde la riada apenas llegaba aún a las rodillas. Otros se lanzaron a nado por el centro de la vía. Eran aquellas unas aguas turbias, pastosas, color inodoro con diarrea. Y además, olían francamente mal.

Me precipité calle arriba, nadando también, pero antes de llegar a la loma, dos manzanas más adelante, donde las aguas dejaban paso al asfalto, escuché voces saliendo de una casa y cambié la dirección de mi nadar. Alguien gritaba “socorro”, o tal vez “auxilio”, o más probablemente ambas cosas. La puerta de la casa estaba abierta. El agua anegaba la planta baja. Yo no hacía pie, así que continué nadando, ya a tientas. La noche estaba cayendo y en aquella casona no había luz alguna. De vez en cuando me chocaba con formas flotantes: libros, lámparas, sillas… Al fondo tenté con las manos un pasamanos y enseguida di con los escalones. Los ascendí deprisa, como saliendo de ese infierno de liquido turbio, camino de algún paraíso. Arriba, una mujer gorda, obesa, inmensa, lloraba en un rincón, hecha un ovillo. “No sé nadar”, balbuceó.

Me la eché a la espalda. Casi nos deslomamos ambos bajando al zaguán por aquellas escaleras. No sé aún como conseguí después cargarla mientras braceaba primero hacia afuera de la casa, luego por la calle, siempre con la fuerte corriente atraviesa, a punto cien veces de empujarme riada abajo sin control. Y al fin, de pronto, alcancé la loma, salí del infierno. Y entonces, cuando ya todo había concluido, cuando ni mi vida ni la suya peligraban, sentí pánico. Un pánico vacío, el pánico a lo que ya ha sucedido, que es el pánico de verdad.

Ocurrió hace casi diez años, en Matagalpa, Nicaragua. Ahora que Manila está anegada en el fango de pronto me asaltó el recuerdo de ese temor frio, metálico, imposible y enorme. No es que mi vida haya estado ahora en riesgo, como sí lo estuvo entonces. No, en absoluto. He vivido estas otras inundaciones desde la comodidad de los barrios que nunca se inundan del todo. Es solo que el terror inmenso, en realidad, nunca se olvida, solo se esconde.

La tormenta tropical Ondoy arrasó Manila hace dos días, dejando el ochenta por cien de la ciudad bajo el agua, provocando decenas de muertos y dejando a cientos de miles de personas sin hogar.

(Foto: Luis Echánove)

viernes, 25 de septiembre de 2009

El español en Filipinas: Mitos y realidades

La cuestión de la pervivencia del español en Filipinas ofrece un interesante ejemplo de negación de la realidad. En España nadie parece saber muy bien si en la ex colonia de las siete mil islas se habla o no aún la lengua de Cervantes. Casi toda la información que se publica al respecto es siempre confusa, tópica y en general inexacta. Y en medio de ese batiburrillo, la gente de a pie, y hasta las altas instancias, siguen pensando que algo queda por salvar. Pareciera como si nadie en España estuviera aun dispuesto a firmar el acta de defunción de nuestra lengua en el país asiático.

¿Cuál es pues, en realidad, la situación actual? Resumámoslo en pocas palabras: El español se ha perdido en Filipinas, y negar esta evidencia es cerrar los ojos a la realidad. En cinco años en este país, el cual he tenido oportunidad de recorrer exhaustivamente, puedo contar con los dedos de una mano las veces que he escuchado en la calle una conversación entre filipinos en español (salvando, claro, está, las situaciones en que sabían hablarlo algo, como segunda o tercera lengua, y la usaban por deferencia ante mi).

De todos modos, como con todo en la vida, esta tajante afirmación requiere de algunos matices. Aunque, efectivamente el español en Filipinas está muerto como lengua de la calle y relegado al mismo papel que, digamos, el francés en España (tercer idioma de las personas más cultivadas), quedan, es cierto, un puñado de familias Filipinas que todavía lo consideran su primera lengua de comunicación. Según el último censo disponible, son apenas dos mil quinientas personas, es decir, una nimia minoría en un país de 90 millones de individuos. Pese a su corto número, la relevancia social de este grupo de hispanohablantes es alta, porque en general se trata de familias de origen mestizo de la alta sociedad de Manila y Cebú –incluida, por ejemplo, la actual presidenta del país. Nos encontramos por tanto ante una rareza moribunda, ante el último balbuceo, el eco final de un pasado más glorioso. En resumen, hispanohablantes en Filipinas, haberlos, hay los….pero más como testimonio de algo que está a punto de colapsar que como prueba de vigor alguno.

Aunque los fuegos del español en Filipinas se hayan quedado en ascuas a punto de extinguirse, hay no obstante algunos otros datos a tomar en cuenta para comprender cabalmente el estado de la cuestión: Mas o menos medio millón de filipinos en Zamboanga (Mindanao) y algunos pocos miles o cientos en otros encalves (Ternate, Cavite, Davao) tienen por lengua materna el chabacano, un idioma derivado del español que, sin embargo, no es español. Surgió como lengua vehicular entre pobladores de diferentes islas, llevados por los colonizadores como mano de obra en la construcción de fuertes militares. Un hispanohablante, cuando escucha chabacano, sustancialmente lo entiende, pero al igual que entiende relativamente bien el gallego o el catalán.

Por otro lado, hay por supuesto bastantes filipinos que saben hablar castellano, mucho o poco, pero sin que ni remotamente se trate de su lengua materna, ni tan siquiera sea su segundo idioma (papel en Filipinas reservado al inglés). En términos porcentuales al total de la población, Los filipinos con algún conocimiento de español son escasos, y se pueden agrupar en dos grandes segmentos: por una parte, personas de clase media o alta, de la tercera edad, que aprendieron el castellano como segunda o tercera lengua en su infancia; ya casi no lo utilizan, pero cuando lo hacen, en general se expresan con mucha fluidez. Por otra parte, hay un creciente número de gente joven, sobre todo en las grandes ciudades, con conocimientos básicos de español, adquiridos generalmente en el Instituto Cervantes de Manila (cuya matricula es la más alta del mundo); para estos jóvenes, su interés en estudiar castellano radica ante todo en las posibilidades que ofrece para emigrar a ciertos Estados de Norteamérica o porque a veces es requerido en algunos 'call centres' que trabajan con empresas de Estados Unidos.

Finalmente, no debemos olvidar que las lenguas de Filipinas conservan una cantidad ingente de palabras de origen español: tres mil en el caso del tagalo, y tal vez más en el visaya y en otras hablas locales. Esto no quiere decir, en absoluto, que para un hispano hablante estos idiomas resulten fácilmente comprensibles. El español dispone también de varios miles de vocablos de origen árabe y eso no nos convierte en potenciales lectores del Corán en su lengua original.

Hablar de la vuelta del castellano al país de Asia (tal y como la prensa española ha venido desinformando en los últimos meses, sobre la frágil base de la reciente decisión del gobierno filipino de incorporarlo al currículo educativo, como tercera lengua, en unos 80 colegios del país) es cuanto menos, una exageración con escaso fundamento.

España lleva demasiados lustros mirando a Filipinas con ojos de nostalgia algo casposa, atrapada en un pasado ya desaparecido. Más allá de los manidos lugares comunes (los Últimos de Filipinas, los mantones de Manila y todo el resto del acartonado imaginario colectivo hispanofilipino), hay una realidad de pasado común y mutuas influencias profundas, que deberían servir de base para la construcción de una relación con proyección de futuro. Para ello, es esencial aparcar los topicazos y mirar la realidad a la cara.

(Fotos: Luis Echanove)

sábado, 19 de septiembre de 2009

La guerra de la morcilla

Caminó en solitario por el jardín un buen rato. Imaginaba que los infrecuentes coches que cruzaban viejas carreteras eran hipopótamos surcando ríos, y que las vacas serranas que pastaban en los prados eran ñus. Se lo contó a los demás y designó a La Casita del Príncipe propiamente dicha como capital de ese micro reino africano de fantasía. La maraña de rocas descomunales de la zona norte del jardín, con sus pequeñas cuevas, era una aldea tribal. Y ellos, él y sus amigos, se habían alzado en armas contra el despótico monarca, y con sus fusiles de balines y sus pistolas de plástico, se agazapaban detrás de los chopos, prestos al combate. ¿Al combate contra quién? Eran demasiado pocos para formase en bandos. Ni modo. Combatirían contra los mayores, contra los padres, que plácidamente tapeaban morcilla escurialense en el bar de la Casita. Avanzaron rápido, en pequeñas carreras, de árbol en árbol, para no ser vistos. A veces se tiraban al suelo, evitando rozar los helechos, y luego se ponían de pie de nuevo y corrían otra vez. Y al fin llegaron hasta la cadena de la entrada. La saltaron con cuidado y cruzaron el arenal a toda prisa e irrumpieron en tropel en la terraza del bar, chasqueando los dientes, para imitar el ruido de sus ametralladoras. Habían ganado la guerra. Pidió permiso a su padre para rebañar el plato de las morcillas. Después le abrazó y regresaron los dos a casa de la mano.

jueves, 17 de septiembre de 2009

En el jardín zen

'Mirar el mar es ejercitase en el arte de la astronomía. Contemplar las estrellas es como estudiar las corrientes marinas. Igual arriba que abajo. Igual abajo que arriba'.

Esto me dijo el maestro zen, sentado sobre un banco de granito frío, en medio del jardín japonés. Mantuve quieto el silencio que siguió. Temí que cualquier palabra que yo añadiera sonase vacía, o tal vez demasiado llena. En todo caso innecesaria.

Pero al fin abrí la boca. 'Maestro –dije- todo en este jardín yace en su sitio: las rocas apiladas en la esquina, la arena orillada en franjas por el rastrillo, los penachos de musgo al borde del agua. Parece distribuido al azar, pero es tan armonioso…'. El maestro entonces se levantó bruscamente, y con su vara de abedul desordenó las franjas de la arena sin contemplaciones. Luego levantó las rocas apiladas en la esquina y las arrojó al estanque con brusquedad. Finalmente, destrozó los penachos de musgo a pisotadas.

'A mi me gusta más así', dijo, y se fue sin despedirse.

(Foto: Luis Echanove)

Ultima cena

Foto de Pat Simpao. Pinchable, es de alta resolución

viernes, 11 de septiembre de 2009

Viaje con nosotros

La pareja entró en la agencia como quien traspasa el umbral de una catedral: asombro mezclado con cautela.
-Hola buenas, buscábamos un destino lejano pero barato…algo exótico, dónde nuestros amigos no hayan estado, pero que tampoco nos cueste una pasta, ¿me entiende?
- Le entiendo perfectamente, y de hecho creo que puedo ofrecerles exactamente lo que están buscando… ¿Mongolia? ¿Qué me dicen de Mongolia? ¿O tal vez algo en África, algo poco visto, tipo Leshoto o Malawi?- al agente de ventas parecían gustarle especialmente los países con nombres difícilmente pronunciables. En Leshoto extendió el sonido sh más allá de lo razonable, y la uve doble de Malawi la pronunciaba como una g, más que como una u.
- Purita, a mi lo de Malawi me da buen rollo, ¿tú qué piensas?- el agente en seguida se dio cuenta de que al tipo le daba igual Malawi o Marte; sólo preguntaba a su novia para facilitarle a ella la toma de decisión.
-A mí, Carlos, ya sabes que todo me parece bien. Eso de Malawi, ¿cuánto nos costaría? – (“a estos dos –pensó el agente de ventas- les coloco el paquete completo como que me llamo Arturo”).
- Miren, Malawi precisamente lo tengo de oferta. Imagino que les interesa un todo incluido, ¿verdad?
- Sí, sí, todo incluido- respondieron ambos exactamente a la vez (“un dos tres bis bis, no podéis hablar hasta que os llamen por vuestro nombre”, pensó el agente de ventas).
- Muy bien – al agente de ventas la sonrisa de comercial triunfante ya casi se le salía de la cara-Un todo completo en Malawi, de, digamos, una semana de duración, les saldría por unos doscientos euritos por cabeza.
- Muy bien, no pensábamos gastarnos mucho más de eso, pero díganos… ¿que incluye?- demandó Purita, con cara de escasa curiosidad. Carlos, mientras tanto, ojeaba las revistas desplegadas sobre la mesa del agente de ventas.
- Pues mire, incluye cinco set completos, de treinta fotos cada uno, tratadas por profesionales de la alteración fotográfica digital. En las fotos aparecerían ustedes sobre fondos del destino seleccionado, en diferentes situaciones y monentos del viaje. Incluye además replicas de alta calidad de tarjetas de embarque y de folletos de hoteles locales, un cursillo intensivo de hora y media sobre el país, para que luego puedan contar lo que se supone que vieron, y el curso acelerado estándar de media hora “anécdotas de viajes”. Este último se sirve para todos los destinos. Con la oferta se llevan de paso un video de cinco minutos de ustedes dos con figurantes de raza negra, a rodar integramente en un ambiente tipo selvático, en nuestros estudios de Palomeras Bajas.
- ¿Y el hotel?-inquirió Carlos.
-Y el hotel, por supuesto –replicó Arturo, con su perenne tonillo de vendedor avezado-. Durante toda la semana del presunto viaje les mantendríamos alojados en un discreto hotelito de Tres Cantos, a pensión completa, fuera de miradas curiosas no sea que algún amigo o familiar se cosque.
- ¡Estupendo! Contratamos el paquete- dijo Purita, mirando satisfecha a Carlos.

(Foto: Luis Echánove)

Palabras

- ''Sabes bien que nunca quise tener esta conversación. También sabes que, aunque finalmente estemos hablando, lo hago sólo por ti, porque me lo has implorado, porque pareces no poder vivir a gusto sin mis palabras. Pero mis palabras, me dices a veces, también te hieren. Y esas heridas, insistes, solo se curan con más palabras. Y deja de tocarte el pelo, por favor, deja también de ponerme esa cara de contrición, porque nada de lo que te estoy explicando es nuevo para ti. Entonces, dime: ¿Qué quieres? ¿Quieres que esta conversación dure siempre? ¿Quieres que volvamos aquellos tiempos en los que, hablando por hablar, se nos hacían las tantas? Y después, luego, siempre repetías que no nos quedaba tiempo para nada… ni para ir al cine, ni para ir de compras, ni siquiera para ver la tele, o leer un libro, o hacer el amor. Solo nos restaba espacio para hablar, y lo aprovechamos bien, a decir verdad. Y ahora, que al fin tenemos tiempo para algo diferente, volvemos a gastarlo en hablar, en tirar palabras por la borda…Pero mira, yo ya no puedo más, me he quedado sin frases. Nada que te diga será ya nunca nuevo. Y por eso, sólo por eso, al fin me callo. Y no me respondas, nada me digas, y mira el paisaje delante de nosotros. No es especialmente bonito, pero esta ahí, es real, no como nuestras palabras'', dijo él.

Y entonces, de repente, ella pensó que tal vez él la quería aún.

Pero se equivocaba.

(Foto: Luis Echanove)

miércoles, 9 de septiembre de 2009

No sé

Quizás tú no me des
lo que yo pido.
Quizás yo no te pida
lo que tu das.
Quizás,
tantos quizás
colgando
de esta escalera
sin peldaños.

(Foto: Juan Echánove)

Voz

Beso de tu voz
conciliadora.

Sueño que en tu piel,
lejana ahora,
poso mi quehacer
hasta la aurora.

(Foto: Eva Pastrana)

lunes, 7 de septiembre de 2009

Insurrección

La injusticia está ahí, al cabo de la calle, al otro lado de la esquina. No hay que irse ni muy lejos ni muy cerca para encóstrasela. Basta con no cerrar los ojos. Pero, eso, no cerrar los ojos, es lo más difícil de todo. Así, mirando de cara a la vida, simplemente deteniéndose a ver lo que hay ahí fuera (fuera de los juegos mentales propios, fuera del escondite esquizoide y circular de la carrera profesional, las pelas, los modelos de coches o las marcas de ropa, es decir, en el mundo de verdad) aparece de pronto esa especie de aire tibio que se llama realidad. Y o la tomas o la dejas, no hay vuelta de hoja.

(Foto: Luis Echánove)

domingo, 6 de septiembre de 2009

Despedida

Dicen que luchar es el camino;
a veces sin descanso;
a veces sin motivo.
Dicen que el impulso de un gran salto
puede superar a cualquier río.

Que la vida es una,
y el rendirse frío.
Que aguardar a la fortuna
es llorar hasta el hastío.

Dicen que existir en lo que dura
es morir cien veces si no hay vilo
y que al otro lado de la duda
queda el largo trecho de un vacío.

Dicen que luchar es el camino.
Que no hay sino ese lapso
de tiempo suspendido
que sólo en el correr cobra sentido.

Y yo, bañado en mi remanso,
a veces sin descanso,
a veces sin motivo,
recojo tu silencio y nada digo.

(Foto: Luis Echánove)

Agarrado a la pared

Es difícil explicarte que tu rostro detenido es una imagen quiebra de mis impulsos, y me vuelve tras de los pasos lentos de un andar sencillo. A la espalda de tantos anhelos, algunos marchitos, otros frescos como el color del mar en las Antillas, te escondes tú. Y en este ir y venir sobre mundos inconclusos, tu mirar quedo, y esa tu sonrisa inmensa, lo son, aún, todo.

(Foto: Luis Echánove)

jueves, 3 de septiembre de 2009

Listos para la inmersión

“No es cierto que inventarse una historia, un cuento corto, sea tan difícil”, se dijo a sí mismo, en medio de aquella noche de insomnio buscando argumentos para entradas en su blog. “El problema -pensó de pronto- es creer que se escribe para algo o para alguien….cuando simplemente se agarra la pluma o se repiquetea el ordenador sin nada preconcebido en la cabeza es cuando realmente las ideas brotan solas, como palomas saliendo de la chistera de un mago”. Le gustó la metáfora –algo cursi, a decir verdad- del mago y las palomas, de modo que intentó explorar argumentos relacionados con la magia, o quizás del circo. Tiró por la borda cuantas ideas saltaban en su mente, o más bien simples intentos de ideas, abortos mezquinos que no llegaban a ninguna parte: Tal vez la historia de un payaso drogadicto, o la de un ventrílocuo (qué bonita palabra) tan identificado con sus muñecos que al final acaba sintiéndose él mismo muñeco de una mano divina. En fin, que arranques para narrar algo no le faltaban. El problema era el desenlace. Uno tira del hilo, desovilla la madeja de palabras locas y así va tejiendo, como quien no quiere la cosa, una mañanita en forma de leyenda terrorífica, un jersey de surrealismo o unos guantes con trasfondo social. Pero al final el cordel se acaba, la soga se termina de pronto y ya no hay de dónde tirar. “Pero una entrada de blog – pensó entonces- no es precisamente una pieza de literatura, o al menos no una entrada en mí blog. Al final puedo colgar y cuelgo cualquier desvarío, con tal que cumpla unos mínimos de decencia estilística”(*). Y con un par, colgó esta entrada en su blog.

(*) Nota del editor: Aquí el articulista intenta sin duda escamotear los hechos narrados. Sin duda el tipo no utilizó al pensar tales divagaciones la expresión “decencia estilística”. Cuando se cabila por lo general no se utilizan expresiones tan rebuscadas y –sin duda- tan indecentes estilísticamente como 'decencia estilística”.

(Foto de Luis Echánove)

martes, 1 de septiembre de 2009

Leyenda negra

Hace un par de semanas, en la fiesta de despedida de un amigo común, una chica filipina, cuando supo que yo era español, me dijo que era una lastima que Filipinas hubiera sido colonizada por los españoles en lugar de por los británicos. La pregunté que a que se refería y contestó que era claro que a las ex colonias británicas les había ido mucho mejor, económica y políticamente, que a las ex colonias españolas. Respondí, no sin tacto pero con firmeza, que dudaba que la actual situación económica o política de Bangla Desh, de Sierra Leona o de Nigeria fuera mucho mejor que la de Filipinas o América Latina. Se azoró un poco, y con una media sonrisa replicó que las ex colonias británicas a las que ella se estaba refiriendo eran más bien Estados Unidos, Canadá o Australia. No pude evitar responderla que, de haber sido Filipinas colonizada del modo como lo fueron esos países, tal vez nunca habría nacido porque sus antepasados habrían sido exterminados o que, caso de sobrevivir, ahora ella probablemente viviría alcoholizada y en una reserva, como tantos aborígenes, apaches o esquimales. No sé si se sintió ofendida (la diplomacia no es mi fuerte), el caso es que cortésmente dijo que necesitaba una copa y se esfumó.

Para muchos extranjeros, incluso cultivados, la historia de España sigue asociada casi exclusivamente a todo tipo de tropelías, como si la intolerancia y la crueldad hubieran sido patrimonio exclusivo nuestro. Por ejemplo, la mayor parte de los europeos siguen creyendo que la Inquisición fue un invento español. En realidad nació en Francia, para combatir a los albigenses, y además estuvo en vigor en todas las naciones católicas, con la misma o mayor crueldad que en España; por otra parte, los protestantes ejercieron una rudeza igual con sus propios 'herejes' (ahí esta al caso del pobre Miguel Servet, mandado quemar por Calvino). Es también un lugar común pensar que los conquistadores ibéricos practicaron una suerte de exterminio consciente de los indígenas en Latinoamérica. La verdad histórica es que el declive de las poblaciones indígenas en el continente a la llegada de los españoles tuvo mucho más que ver con la propagación de enfermedades nuevas traídas de Europa que con un esfuerzo planeado de provocar matanzas. Si a alguien hay que responsabilizar de genocidio sistemático y consciente de pueblos amerindios es a las propias naciones latinoamericanas, como prueban las cacerías de indios patagónicos en la Argentina del XIX, las salvajes matanzas de indígenas pipiles en Salvador en 1920 o el genocidio maya en la Guatemala de los 80.

No se cuando lograremos los españoles quitarnos de encima el san benito (nunca mejor dicho), de la leyenda negra. En todo caso, la mejor forma de desenredar malentendidos históricos no es tampoco caer en la estupidez de proponer una alternativa 'leyenda blanca' según la cual los Reyes Católicos deberían ser santificados y Francisco Pizarro considerado un héroe modélico. Los españoles tenemos mucho de lo que avergonzarnos en nuestra historia: desde la expulsión de judíos o moriscos y la obsesión con la 'limpieza de sangre' hasta la felonía del ex porquero Pizarro secuestrando a traición al inca Atahualpa, pasando por el enfermizo odio a la Ilustración y al liberalismo fomentado por nuestra cavernicola iglesia durante dos siglos. Debemos aprender a vivir con ese terrible pasado sin escamotearlo, pero, a la vez, es preciso dejar claro que no fuimos ni mejores ni peores que cualquier otro Imperio. No se trata pues de zafarse las culpas propias, sino de asegurar que también los demás asuman su cuota en las tropelías del ayer. La crueldad con los semejantes no es un atributo propio de algunas naciones solamente, sino, desgraciadamente, un aspecto (el peor) de la condición humana.
A la historia hay que intentarla mirarla cara a cara, sin prejuicios.

jueves, 27 de agosto de 2009

Un encuentro en la playa

Miró al mar largo rato. Luego cerró los ojos y se dejó zambullir en el aire fresco y en el ronco fluir de las olas rompiendo. Estaba sola en la playa inmensa. De pie, frente al horizonte, con los brazos abiertos y el rostro humedecido, intentaba atrapar rayos de sol. Pasó un rato largo. De pronto sintió pasos sobre la arena, pero no abrió los ojos. El ligero sonido sobre el suelo mullido se acercaba. Y ella seguía sintiendo…sintiendo el frescor de las gotas del mar en su rostro, y el sol suave, y el aire breve…y también esos pasos, cada vez mas próximos. De pronto ese sonido de alguien caminando se detuvo. Percibió una presencia muy próxima, sentía otra respiración, olía otro cuerpo, muy cerca. Pero no abrió los ojos aun. Seguía sometida al hechizo del horizonte. Y aquella presencia ya no se movía, permanecía ahora varada a su lado, como una sombra. Estaba cerca, muy cerca, casi la rozaba. Y ella no abrió aún los ojos. Al fin notó que era tocada, tal vez por unos dedos al final de un brazo extendido. Fue un simple toque, una caricia fugaz. Y entonces, sí, por fin abrió los ojos. Y se vio: se vio a si misma, se vio a si misma mirándose a si misma. Y quiso salir corriendo, pero no pudo. Y quiso cerrar los ojos, pero no pudo.

(Foto: Luis Echanove)

domingo, 23 de agosto de 2009

Titulares de ficción

Hubo un tiempo, cuando yo era adolescente, en el que a veces recopilaba titulares de prensa chocantes. Me interesaban sobre todo los de tono absurdo, más que los puramente sórdidos, amarillistas o truculentos. Buscaba con mi coleccionismo encontrar argumentos para cuentos falsamente surrealistas –puesto que en verdad estarían basados en historias reales, aunque increíbles. Recuerdo al menos dos de esos paradójicos titulares: “Mujer obesa muere succionada por un inodoro”(ocurrió en un avión) y “Fogosos murcianos muerden a bailarinas brasileñas” (fue durante el carnaval de Cartagena, hace dos décadas). Naturalmente, y por fortuna para los potenciales lectores, nunca escribí tales cuentos.

Como por azar, aquel vicio mío de recopilar noticias irracionales parece haber resurgido, o es que a lo mejor la actualidad depara una cantidad tan notable de información esperpéntica que no me he podido sustraer a ella. Hete aquí tres noticias con las que me he tropezado en los últimos días. Todas ellas proceden de medios serios y prestigiosos (la BBC, el Economist y El País), y todas comparten además un mismo argumento fundamental: la muerte como negocio.(i)Una empresa norteamericana se dispone a producir y comercializar diamantes generados a partir de los átomos de los pelos chamuscados que Mikel Jackson perdió en un incendio fortuito durante el rodaje de uno de sus videos musicales. (ii)El más célebre presentador de la televisión brasileña ha sido detenido acusado de contratar varios asesinatos de personas al azar. El tipo dirigía un reallity show en el que su equipo de televisión lograba llegar a escenarios de crímenes y encontrar los cadáveres antes que le propia policía; lo conseguía, evidentemente, porque en realidad eran sicarios a sueldo del programa quienes se encargaban de asesinar a las infortunadas víctimas. (iii) El tanatorio de Copenhague ha firmado un contrato con una empresa de electricidad para que la energía generada por la incineración de cadáveres en el crematorio alimente las calefacciones del vecindario. Un comité ético presidido por la Iglesia Luterana Danesa, creado para estudiar el asunto, no sólo no ha puesto pegas al proyecto, sino que ha subrayado los positivos efectos medioambientales que esta reutilización energética tendría. Por su parte, al danés de a pie parece importarle poco que su calefacción durante el crudo invierno nórdico se alimente con el calor generado por la combustión de la abuela difunta.

Siempre se ha dicho que la realidad supera a la ficción. Yo tiendo a pensar que la ficción, simplemente, ya no existe.

(Foto: Luis Echánove)

sábado, 22 de agosto de 2009

¡Chota Chunga es también un libro!

Gracias a Luis Echánove (que además de ser mi hermano, es un extraordinario diseñador gráfico con 25 años de experiencia profesional y un sin número de logos, productos y publicaciones a sus espaldas) Chota Chunga ahora es, además de un blog, también un libro.

Editado con primor, el libro, de gran formato (33 x 28 cms.), reúne los textos íntegros de casi todas las entradas en el blog durante los dos últimos años, acompañados de fotografías de Luis y con un diseño cuidado hasta el mínimo detalle.

El libro se puede adquirir en el siguiente sitio Web:

http://www.blurb.com/bookstore/detail/733909

miércoles, 19 de agosto de 2009

Finardo

Se recostó unos minutos sobre el sofá. Estaba agotado. Llevaba horas preparando el juicio del día siguiente; semanas recopilando pruebas para que las autoridades malayas detuvieran de una vez por todas a aquellos traficantes de mujeres filipinas; meses jugándose el tipo visitando burdeles secretos en Sarawak, acompañado de agentes policiales, para liberar a esas esclavas de la mafia…llevaba en realidad toda una vida luchando por hacer cumplir esa palabra simple y a la vez complicada: justicia.

Al rato abrió los ojos, se preparó una cena frugal, volvió al salón y en la entrevela comenzó a recordar a los suyos. Echaba de menos a su mujer y los niños. Apenas dos días antes los había visitado en Manila. No le gustaba estar sólo, separado de ellos, encerrado en ese apartamento de Kuala Lumpur, con la puerta trancada, esperando pasar las horas, hasta el amanecer…no un amanecer cualquiera, el amanecer del gran juicio contra los tratantes de esclavas sexuales. Llevaba un año en la embajada de Filipinas en Malasia, como diplomático a cargo de asuntos sociales. Era sólo una fase más tras décadas asumiendo responsabilidades, a veces arriesgadas, en el Ministerio Social y del Bienestar de Filipinas. Su último puesto, como director del Proyecto de Acceso a la Justicia para Pobres, financiado por Europa, le había ofrecido muchas satisfacciones personales y laborales. Sonó el timbre. Se levantó como un autómata, abrió la puerta. Caras desconocidas irrumpieron en el apartamento.

Seis llamadas telefónicas sin respuesta. Dos días sin aparecer por la embajada. Una cierta inquietud se apoderó de todos. Al fin, el cónsul sugirió acudir al apartamento. Lo encontraron en un charco de sangre. Un estilete rajaba su rostro; su cuerpo, destrozado, presentaba señales de tortura. El forense comprobaría después que le habían arrancado todas las uñas. No robaron nada, salvo documentos de trabajo. También habían vaciado la memoria de su ordenador personal y de su teléfono móvil.

Una semana después, en un inmenso tanatorio de la ciudad de Quezón, dimos el pésame a su viuda, vimos a sus hijos y hablamos con sus compañeros de trabajo. “Ha muerto un héroe”, pensé. Y una rabia inmensa se adueñó de mí.

Finardo C., amigo y colega de trabajo de Eva, murió asesinado en Kuala Lumpur el 7 de agosto de 2009.

lunes, 17 de agosto de 2009

Hay otro poema en mi nevera

Take away the rain

Take away the rain.
This true smells like the summer.
Her beauty falls from the wind.
Leave, love, cry.
Blood is a bitter worship.

Quitad la lluvia
Quitad la lluvia. Esta verdad huele a verano. Su belleza procede del viento. Vete, ama, llora. La sangre es una amarga oración.

(Foto: Juan Echánove)

Hay un poema en mi nevera

Water

We swim through a sea of storms,
As the shadows after the light,
Like whispers behind the mist,
Always next to recall our visions.
We are dreams
under the moans of the moon.
Eternity is a luscious moment
above time.

Agua

Nadamos a través de un mar de tormentas, igual que las sombras en pos de la luz, como susurros detrás de la niebla, siempre próximos a recordar nuestras visiones. Somos sueños bajo los quejidos de la luna. La eternidad es un delicioso momento por encima del tiempo.


(Foto: Eva Pastrana)

lunes, 10 de agosto de 2009

BlackBerry

Encendió la BlackBerry. Ningún mensaje reciente. La apagó con desgana. Ocultó la cabeza bajo la almohada y se durmió de nuevo, o eso intentó. A los pocos minutos sus parpados se abrieron. El reloj digital de números verdes marcaba las tres de la mañana. El jodido jetlack. Otra vez encendió la BlackBerry. Otra vez la apagó. Y así hasta cinco, diez, veinte veces. Amaneció. Por la gran ventana del hotel se filtraba la luz de la mañana y también el follón confuso de los claxones, los ruidosos motores de los autobuses y el ajetreo de los peatones. Se encaminó a la ducha como un zombi, sin pensar en nada, ni tan siquiera en la BlackBerry. Luego, ya seco y en albornoz, se fabricó un café de sobre con el agua del termo. Antes de vestirse ojeó la mesilla de noche. Ahí seguía la BlackBerry, desafiante, como un niño maleducado y resabiado, o como un viejo antipático y amargado. Ahí seguía, provocándole ansiedad con sus promesas de mensajes que no llegaban nunca. Dudó si encenderla. Dudó incluso si tirarla por la ventana.

Y entonces ocurrió aquello tan extraño: La BlackBerry comenzó a moverse sola, vibrando como un teléfono móvil cuando suena. El dichoso aparatito calló de la mesa y prosiguió su bailoteo incesante, siempre avanzando en la misma dirección: hacia él. Cuando llegó a sus pies, la tomó del suelo. Un mensaje brillaba en la pantalla luminosa. Lo leyó estremecido: 'Capullo, me querías tirar por la ventana, ¿eh? Ahora vas a saber lo que es bueno'. Y entonces la BlackBerry estalló, provocando una atroz deflagración. El tipo murió al instante. Todo quedo destruido en la habitación.

Los titulares del día siguiente hablaron de un probable acto terrorista. Nadie reivindicó nunca el supuesto atentado.

Sueño caucásico

Llevo un mes soñando con cumbres nevadas, pueblos de piedra encajonados en valles verdes, monasterios colgados de oteros imposibles y colinas salpicadas de vides. No es mi sueño el fruto de un desorden mental transitorio ni una forma bucólica de escapismo… es que en otoño marcharemos a vivir al Caucaso, allí donde según las leyendas griegas, Prometeo arrebató el fuego a los dioses y Jasón buscó el vellocino de oro. Georgia, cuna de Stalin, del vino, de los faisanes y de los primeros homínidos europeos, será nuestro hogar durante los próximos tres años. Conozco el lugar. Hace años ascendí a los pies del mítico Kasbegi en una vieja moto soviética con sidecar, recorrí los jardines de Borjoni, visité las iglesias medievales de Mesjeta y tomé parte en esas inacabables borracheras rituales a las que tan aficionados son los georgianos. Mi recuerdo de ese agreste país se nubla con los vahos de aquellas excesivas ingestas de aguardiente, pero aun así, conservo la imagen de esas cumbres nevadas, de esos valles verdes, de esos monasterios sobre oteros y de esas colinas de vides. Y por eso regreso, para comprobar, a fin de cuentas, si esos lugares existen. Me voy a Georgia para seguir soñando, osease, para seguir viviendo.

domingo, 14 de junio de 2009

Cerrado por vacaciones


Este blog chapa hasta agosto.

(Foto: Luis Echánove)

La puerta


Dicen que detrás de cada puerta se esconde la sombra de un fantasma. Y dicen, también, que los fantasmas no existen, y yo así lo creo. Dicen que una taza de café contiene el cosmos, y que una cucharilla tintinea igual que un violín. Dicen que no hay retornos, y que las trochas en la jungla son heridas que la naturaleza jamás perdona. Dicen, por decir, que la noche es el día puesto de espaldas, y que vivir es una carcajada fuera de sitio.

(Foto: Juan Echánove)

Lejanía


Te escribo desde una lejanía inmensa. Imagina que viajé a otros universos y desde allí, confuso, te envío cartas, cartas escritas con letras como palotes mortecinos, secos, incapaces de aproximarse ni un milímetro más allá del papel. En un primer momento sentirás el triste soplo del vacío que media entre nosotros. Pero enseguida sonreirás: mis cartas son sólo cartas, y las cartas nunca se entienden.

(Foto: Ignacio Huerga)

El sol

El sol te hirió. No podrás negarlo. Te vi fruncir el ceño y ocultarte el rostro entre las manos. Te inquietaba. Te salpicaba con su punzante alegría. Y tú sólo querías escapar. Fuera moría el mundo, con algo de frío y de pereza.

(Foto: Luis Echánove)

A Eva


Por el caño de tus huesos corre un anhelo, un columpiarse a tientas, un ser tú siempre que, ya ves, en la garganta alegre de quien viviendo quiere vivir, no más, no menos, sabe a desayuno con tostadas pobres pero mimadas y a especies miles. Sabe a ti.

(Foto: Juan Echánove)

jueves, 11 de junio de 2009

Perro Berde

NOTA DE PRENSA DEL LANZAMIENTO DE PERRO BERDE
Nace una nueva publicación filipina en español

La revista cultural Perro Berde, la única publicación cultural filipina en español, lanzará su primer número el próximo 26 de junio en el Instituto Cervantes de Manila.

La revista, iniciativa de un grupo de escritores filipinos y españoles residentes en Manila, se postula, en palabras de Juan Echanove, miembro del consejo de redacción, “como un espacio de encuentro entre creadores de Filipinas y del mundo hispánico, una oportunidad para un diálogo cultural que, a pesar de la historia en común, en las últimas décadas no ha sido muy abundante”.

Patrocinada mayoritariamente por la Embajada de España en Filipinas y la AECID, Perro Berde es la última heredera de una larga tradición de publicaciones filipinas en español, idioma en el que apareció el primer periódico filipino, Aviso de noticias, en 1806. A lo largo de esos dos siglos, centenares de cabeceras de publicaciones periódicas han informado a los filipinos en la lengua española. Tras 1898, la prensa en español experimentó un gran impulso, pues en torno a un número de periódicos, y utilizando la lengua como seña de identidad independentista, se articuló la resistencia a la conquista norteamericana por parte de los más importantes intelectuales filipinos del momento.

Pero si todavía en las dos primeras décadas del siglo XX se publicaban 27 diarios en español y en 1940 la Oficina de Publicaciones contabilizaba 40 publicaciones en castellano, la eliminación del español en la educación y las consecuencias de la guerra mostrarán un paisaje muy distinto tras la II Guerra Mundial, cuando, diezmada la última generación hispanohablante, tan sólo reanudan su publicación algún diario y escasas revistas de corta vida o alcance regional. Todavía en la década de 1980 se podía encontrar en los quioscos El Debate, último diario sobreviviente.


En la última década, la situación para las publicaciones en español es aún más precaria: Ateneo University dejó de publicar su revista Azúcar en 2000, y Nueva Era, una nostálgica gaceta quincenal que ha sobrevivido con gran mérito durante décadas, cerró a mediados de 2008.

Perro Berde es la más reciente apuesta por revivir esa tradición. El nombre de la revista es un compuesto de una palabra española y otra vernácula presente en varios idiomas de las Islas (berde, con la ortografía tagala, que no tiene la letra v). Con ese título, además de aludir a la rareza de la escritura filipina en español, la publicación busca, en palabras de su editor en español Juanjo Sanz del Álamo, “transmitir desde su cabecera el espíritu de mestizaje y diálogo cultural que vertebra el proyecto.”

Por ello, la revista está redactada además de en castellano, en filipino y algunos otros de los 16 idiomas hablados en las Filipinas, un país compuesto por más de 7.000 islas y que ha generado una gran diversidad lingüística. “Precisamente, por respeto a esa enorme riqueza lingüística, hemos querido mostrar composiciones en varias lenguas del país, además del filipino: cebuano, karay-a, chabacano…”, afirma Shirley Lua, editora filipina del proyecto y escritora en inglés, chino y filipino. Entre los idiomas de la revista se encuentra el chabacano, una lengua criolla fruto del contacto entre el castellano y los idiomas locales.

El número inicial de Perro Berde, que acoge ilustraciones del pintor César Caballero, cuenta entre sus colaboradores con algunos de los principales escritores filipinos actuales, como Bienvenido Lumbera, Marjorie Evasco, Marra Lanot, Joi Barrios, Roland Tolentino, Francis Macansantos y Sid Hildawa. A este último, poeta fallecido en 2008, se le homenajea con un suplemento especial en el que por primera vez se traducen varios de sus poemas al español. Abre las páginas de la revista otro homenaje, éste al poeta argentino Juan Gelman, de quien se ofrece una entrevista y una selección de su poesía en versión bilingüe (español y filipino). Entre las firmas en español se encuentran las de Juan Echanove, Jaroslav Ludva, Gabriel Munuera, Eva Pastrana y Juanjo Sanz del Álamo.

La revista ofrece además una sección académica, dedicada en esta entrega inicial a la literatura clásica filhispana y su encaje en el canon literario filipino, con artículos de Pedro Aullón de Haro, David Hernández de la Fuente y Wystan de la Peña.

El lanzamiento de Perro Berde se produce en un contexto de un cambio positivo hacia el español por parte de la Administración filipina, tras décadas de prohibición y abandono, que lo llevó a su desaparición de la vida pública y cultural del país. Ahora, tras un decreto presidencial de diciembre de 2007 que persigue reintroducir el castellano en la enseñanza pública, se abre un prometedor periodo para la difusión del español. “Lo más importante de este cambio de orientación es que, más allá de nostalgias históricas, tiene un claro motivo económico”, asegura Luis Arias, embajador de España en Manila, “pues es la propia Administración filipina la que reconoce el valor del español como segunda lengua internacional, como fuente de posibilidades laborales en una economía globalizada. Esto es de tremenda importancia en un país que exporta más de ocho millones de trabajadores.

(Foto: obra de Cesar Caballero)