miércoles, 30 de junio de 2010

URSS: La herencia mal repartida

Hace unos meses publiqué en el número 95 de la revista Tiempo de Paz (*), el articulo titulado 'URSS: la herencia mal repartida. Inequidad, pobreza y conflictos tras la caída de la Unión Soviética'. Esta es la introducción del mismo:

Se han cumplido veinte años de la caída del Muro de Berlín, el acontecimiento histórico que simbolizó el principio del fin de la Guerra Fría y de la hecatombe del paradigma comunista. A veces la historia alcanza una velocidad vertiginosa, como si los sucesos cobraran vida propia fuera del control de los sujetos políticos. La caída del Muro fue, sin duda, uno de tales instantes de vértigo en la línea de la Historia. La geopolítica actual, la economía internacional o los movimientos sociales de nuestro tiempo solo pueden comprenderse cabalmente a la luz de ese nuevo mundo surgido desde la caída del Muro.

La caída del Muro abrió una nueva perspectiva de prosperidad y libertades en media Europa, puso fin a la amenaza nuclear mundial y dio pie a la conclusión de numerosos conflictos armados surgidos en el contexto del mundo bipolar (Nicaragua, El Salvador, Angola, Mozambique). Conviene, no obstante, considerar también las sombras del proceso. El fin del comunismo trajo consigo, en las repúblicas de la extinta Unión Soviética, conflictos nuevos, de violencia desorbitada. También provocó fracturas sociales, aún en gran medida abiertas, y generó un aumento galopante de la pobreza en la antigua URSS. El balance global del proceso, sin duda positivo, no debe llevarnos a cerrar los ojos ante tales calamidades y a analizar, con la perspectiva de estos veinte años, hasta que punto pudieron haberse evitado - o al menos aminorado- los lados más oscuros de la desintegración soviética y de la apertura de las ex repúblicas socialistas a la economía de libre mercado.


(*) Tiempo de Paz es una publicación monográfica de análisis e investigación sobre temas relacionados con cooperación, desarrollo, conflictos internacionales, entre otros, abordados por reconocidos especialistas en la materia. Tiempo de paz es editada por el Movimiento por la Paz.

Amigas y amigos

Una muy buena amiga me pide que incluya en este blog una reseña sobre la amistad entre un hombre y una mujer. El principal asunto a dilucidar, me plantea, es si tal forma de relación humana es en verdad posible. Obviamente, la cuestión es en sí misma contradictoria, porque ella es mi amiga, lo cual prueba que dos personas de distinto sexo pueden en verdad mantener una amistad. Tal vez si yo tuviera ahora veinte años mi óptica seria diferente. Durante la fase del subidón hormonal, al menos nosotros (los hombres) tenemos serias dificultades para diferenciar entre ser amigos de una chica y algo más, pero entiendo que cuando dejas de ser joven ese tipo de esquizofrenia se diluye.

Debo decir que, pese a que estoy escribiendo esto y por tanto respondiendo a la solicitud de mi amiga, me siento especialmente incapacitado para aportar nada sensato en un debate así, por al menos dos razones: la primera y principal es porque mi inteligencia emocional es aproximadamente la misma que la de un hombre de las cavernas, y la segunda porque basta que me encarguen algo para que me sienta especialmente nervioso y por tanto incapaz de expresar nada coherente por escrito.

Ante tales dificultades, lo único que me queda es echar mano de mi (limitada) experiencia como amigo de mujeres. Y hete aquí el resultado: Sí, tengo buenas amigas. Y sí, mi amistad con ellas supongo que es diferente a mi amistad con otros hombres. No me refiero a hablar o no de fútbol (yo de fútbol hablo poco en general, por ignorancia suma). Tampoco considero que haya una diferencia sustancial en cuanto al grado de sinceridad y comunicación que se puede mantener con una amiga respecto al que se establece con un amigo. Es simplemente una forma de amistad distinta. Hay cosas que nunca diría a mis amigas mujeres, y algunas otras que a lo mejor nunca compartiría con mis amigos hombres. Pero tampoco sé exactamente cuales son esas cosas. Bien pensado, creo que simplemente, mantengo amistad con seres humanos, y el hecho de que cada uno de ellos sea único y diferenciado hace cada amistad concreta completamente diferente a cualquier otra, al margen de su sexo. El que se trate de un amigo o de una amiga marca una cierta discrepancia, no muy distinta, en grado, a otras muchas posibles (por ejemplo, la amistad de toda la vida versus la amistad reciente con alguien muy diferente a ti pero con el cual has compartido situaciones especialmente intensas o extraordinarias).

Cada amistad es un planeta diferente, con sus reglas propias, sus linderos y sus caminos posibles.

(Foto: Ignacio Huerga)

martes, 29 de junio de 2010

Ideales e ideologías

Supongo que casi todo el mundo vive conforme a ciertos principios. No hay en cambio, tal vez, tanta gente que se rija por auténticos ideales. Los principios son simples (pero importantes) normas éticas personales. Los ideales, en cambio, son como un mar de fondo que te acompaña siempre y te conduce a navegar en una cierta dirección, encaminado hacia un puerto que te excede, que tal vez nunca alcances, pero cuyo faro guía la travesía. Hay sin embargo una versión más pedestre de los ideales, una suerte de intento racional de encasillarlos y explicarlos: son las ideologías. Estas, por lo general, me gustan poco.

El problema con todas las ideologías es que construyen un castillo lógico auto-justificativo, y por tanto excluyente. Dentro de cada sistema concreto de ideas las piezas encajan bien, pero contar con un ingenio mental perfecto no es necesariamente la mejor formula para vivir, y realizar, los ideales propios.

Claro que a veces las ideologías resultan ser interesantes ejercicios intelectuales, y que ciertos elementos de las mismas, tomados en dosis, ayudan a dar forma a los ideales. Por ejemplo, creo que el marxismo sigue siendo esencial para el estudio cabal de algunos aspectos de la historia económica y social de la humanidad y que, en esa medida, muchos de sus planteamientos son absolutamente validos. También creo que el liberalismo ha hecho aportes notables al pensamiento humano. El anarquismo, una ideología que en realidad es un ideal, no por irreal me resulta menos atractivo. Otras ideologías, como el fascismo, el nacionalismo, el integrismo religioso o el mal llamado neoliberalismo no solo no han aportado nada bueno al género humano, sino que, de un modo evidente, han contribuido a la degradación de los valores.

Escribo estas cosas porque yo, en el presente, vivo en Georgia, un país preso de una ideología. Se llama libertarismo, y es una versión extrema del capitalismo, conforme a la cual el Estado debe desaparecer de todas las esferas humanas -salvo la policía y la defensa. Esta especie de anarquismo de extrema derecha, nacido en Estados Unidos se opone tozudamente a cualquier medida de protección social, a toda forma de subvención, o de defensa del consumidor. El Estado, por ejemplo, no tiene porque ocuparse de que los animales sean o no vacunados, o de cerrar un negocio que vende comida en mal estado. El mercado debe decidirlo todo, absolutamente todo, al precio que sea.

El libertarismo conforma todo un sistema de ideas muy elaborado, con sus gurús, sus libros de culto, sus think-tanks y todas esas cosas que supuestamente dan respetabilidad a una ideología. En Estados Unidos existe un partido Libertario, que logra siempre varios cientos de miles de votos. El libertarismo, además, es una de las principales influencias doctrinales del ala más a la derecha del partido republicano.

El libertarismo es la ideología oficial del gobierno georgiano. Nunca antes, en ningún país del mundo, el libertarismo se había intentado aplicar en toda su integridad, tal y como ahora sucede en Georgia. El pequeño país del Cáucaso es pues una nación sometida a un experimento político-económico.Cada día, en mi trabajo, debo tratar con instruidos seguidores de esta ideología. Son en general personas intelectualmente brillantes y muy preparadas. Pero su carga ideológica es tal que, en cierto punto de toda conversación con ellos, la lógica deja de regir en su discurso, quedando atrapado entre los sólidos muros de su ideología.

Las ideologías, tomadas al pie de la letra, vuelven entupidas hasta a las mentes más brillantes.
Los ideales, en cambio, dan alas a la razón para volar.

Foto: Ignacio Huerga

jueves, 24 de junio de 2010

En la montaña

Le esperaban en la montaña, tal vez agazapados en una cueva, o escondidos tras de uno de los escasos árboles. No sabía donde exactamente, sólo contaba con la certeza de que le esperaban en la montaña, arriba del todo. Comenzó a subir. La tarea era ardua. La cumbre parecía alejarse con cada paso. Así que, finalmente, decidió no llegar hasta la cima. Se quedo allí abajo, mirando el monte inmenso, refugiado en una vieja casa de piedra, tal vez una ermita abandonada. Quien sabe. El asunto es que no subió. Descender era reconocer una derrota. Se quedó pues allí, a mitad de camino, junto a un prado de yerba brillante.

Pero le esperaban en la montaña, arriba del todo.



Foto: Juan Echanove

Unitarismo Universalista

Es bastante difícil de admitir que pueda existir una religión sin teología y si creencias concretas y detalladas. Sin embargo existe. Se llama unitarismo universalista y, pese a su nombre de secta folclórica es una religión antigua, bien establecida y completamente reconocida. Cuenta con un puñado de cientos de miles de adeptos en Estados Unidos, Hungría y algunos otros países europeos. Surgió de la fusión de dos corrientes religiosas en el seno del cristianismo: El universalismo, que pregonaba que todas las personas serán salvadas (y que por tanto, no hay infierno), y el unitario, que negaba la trinidad porque consideraba que atenta contra el principio monoteísta. Ambas corrientes brotaron en el renacimiento, en la época de la reforma, aunque no tenían nada que ver con las doctrinas protestantes. Miguel Servet, uno de sus primeros defensores, murió en la hoguera a manos de Calvino por propugnar estas ideas. En Polonia, Hungría y Rumania, los unitarios y universalistas encontraron refugio frente a las persecuciones catolicas y calvinistas. Finalmente, muchos pasaron a America, estableciendo en el área de Massachusetts.

La principal característica de estos grupos, desde su origen, fue una total libertad de pensamiento, hasta el punto que, finalmente, fueron cobrando mas distancia con el cristianismo y muchos de ellos comenzaron a abrirse a otras tradiciones religiosas, como el budismo, y, sobre todo, al humanismo. Hoy por hoy, hay unitarios universalistas se siguen considerando cristianos, pero muchos otros son panteístas, o incluso agnósticos y ateos, no obstante lo cual, se consideran personas religiosas y atienden regularmente los rservicios religiosos de sus congreaciones locales unitarias universalistas. Esto, que pudiera resueltar altamente contradictorio desde una noción convencional de la religión, es perfectamente lógico desde la óptica unitaria universalista, que lo que busca es, sencillamente, dar oportunidad personas con inquietudes espirituales para trabajar de una manera organizada por un mundo mejor. Los unitarios universalistas se reúnen habitualmente en parroquias, donde no se sermonea, sino que se discute de espiritualidad y también sobre los problemas del mundo. Aunque el unitarismo universalista no se identifica con ninguna corriente política concreta, la mayor parte de sus miembros son personas de mentalidad liberal.

Las familias unitarias universalistas enseñan a sus hijos conocimientos de las diversas religiones del mundo. La idea subyacente es que todas las diferentes corrientes religiosas de la historia humana contienen un algo de verdad y son intentos validos en la búsqueda de un camino espiritual. Sin embargo, el unitarismo universalista se opone al pensamiento dogmático, venga de donde venga. Como ellos mismos señalan: 'Los unitarios universalistas se definen como una religión sin credo, en la que la autoridad principal reside en la conciencia del individuo y no en una revelación, libro o institución'.

El Unitarismo Universalista, pese a su carácter minoritario, jugo un papel esencial en el surgimiento del movimiento antiesclavita en Estados Unidos, en los movimientos sufragistas de inicios del siglo XX, en las acciones pro integración racial de los sesenta, más recientemente, en la defensa de los derechos de los gays y lesbianas. Además, practican un pacifismo militante y están muy implicados en campañas de lucha contra la pobreza así como en la labor de las Naciones Unidas. La Asociación Unitaria Universalista goza de estatuto consultivo ante el Consejo Económico y Social de la ONU.

La aportación de los unitarios universalistas a la humanidad excede con mucho a su reducida dimensión como movimiento religioso. Joseph Priestley, el descubridor del oxigeno, era unitario universalista, así como el autor norteamericano Ralph Waldo Emerson, el arquitecto Frank Lincoln Wright o el inventor de la red de Internet, Tim Berners-Lee.

Si queréis saber más de este fascinante movimiento, prácticamente desconocido en el mundo de habla hispana, echad un vistazo a alguno de estos sitios:

http://en.wikipedia.org/wiki/Unitarian_Universalism
http://www.uua.org/visitors/index.shtml
http://www.uu-uno.org/




Foto: Ignacio Huerga

Colgado de un mapa

Creo que se deduce claramente del contenido de algunas de las entradas de este blog que el autor, además de otras taras que le afligen, sufre una cierta monomanía (como decía mi abuela) por la geografía.

Cuando quiero relajarme y olvidarme del mundo, y también cuando necesito mantener mi atención alerta (por ejemplo, durante la usual soporífera reunión en la que, si no haces un serio esfuerzo, te quedas dormido), mi costumbre es siempre dibujar mapas, mapas de lugares ficticios: ciudades que no existen, islas más o menos inspiradas en algún archipiélago real, países creados en mi mente…

Si la reunión dura demasiado, o mi necesidad de relajación me lo impone, integro en el mapa en cuestión todo lujo de detalles (curvas de nivel, carreteras, poblaciones, ríos, y hasta parques naturales o aeropuertos). Mi fuerte afición a la geografía y mi amor por los atlas consiguen que el resultado final de estos mapas falsos, al final, se aproxime bastante a un mapa de verdad.

A veces, cuando de verdad quiero perder el tiempo a fondo (mi hiperactividad me obliga en ocasiones a gastar el tiempo a voluntad, para compensar un poco), elaboro mapas con el ordenador. No utilizo sofisticados programas especiales, no: lo hago a 'ratón alzado', en Word. La ilustración adjunta es un ejemplo. Se trata de un hipotético país localizado en el noroeste de Arabia Saudita, fronterizo con Jordania e Irak. Tiene unos dos millones y medio de habitantes.

La zona occidental del país esta controlada por una guerrilla monárquica que se opone al actual régimen de corte panarabista. Produce petróleo, pero no mucho. También es celebre por sus dátiles y sus alfombras. Un 8% de la población es nómada, agrupada en cuatro tribus principales. La espina montañosa que discurre paralela a la costa es la morada de una minoría chiíta.

No tiene nombre. Mis países nunca se llaman de ninguna manera. Eso es lo que mas me gusta de ellos.

Evanescencia numerica

Padezco de una irrefrenable pulsión por contar las cosas, por enumerarlo todo. Una vez hice una estimación a ojo del número de rubias que hay en el mundo, aplicando diferentes porcentajes más o menos lógicos a los distintos países (por ejemplo: el 90% de las suecas son rubias, pero en China no hay casi rubias…en realidad el calculo se basaba en premisas falsas, porque con los años he aprendido que muchas nórdicas son en realidad oxigenadas). En otra ocasión perdí un par de horas buscando en un anuario estadístico de Naciones Unidas si era posible identificar, entre tantas cifras, a algún individuo concreto. Descubrí, en las tablas sobre población activa, que en las islas Marshall hay un solo minero. Ese tipo, sin saberlo, es el único sujeto individualizado en las estadísticas mundiales, el único que puede señalar con su dedo un dato en ese grueso volumen y decir: 'ese soy yo'. Menos mal que estas absurdas tareas a las que ocasionalmente me dedico no están clasificadas como desordenes mentales, porque si no, me temo que ya me habrían valido una estancia en el manicomio.

Con toda la larga introducción anterior solo pretendía justificar que hace unos meses llevé a cabo el banal ejercicio de decidir cuales son los veinte lugares del mundo (de entre aquellos que conozco), que más me gustan. Ese gustarme, netamente subjetivo, lo baso en una combinación de elementos tales como la belleza objetiva del sitio, su atmosfera y, por supuesto, el recuerdo grato que conservo del lugar. Esta es pues la lista de mis escondites favoritos en el mundo, en orden aleatorio:

Venecia, Florencia, la bahía de Halong (en Vietnam), Split (en Croacia), Petra, Río de Janeiro, Jerusalén, las ruinas de Copán (en Honduras), Jaisalmer, el valle de Kulu y Ladakh (todos ellos en la India), Luang Prabang (en Laos), la isla de Corón (en Filipinas), el archipiélago de los Roques (Venezuela), la isla de Skie (en Escocia), Londres, Echauen, Capadocia, París y el valle de Katmandú.

Habiendo ya completado mi lista, tuve hace poco la oportunidad de viajar durante una semana por Svanetia, un remoto valle del Cáucaso georgiano celebre por sus cumbres nevadas, sus bosques y sus pueblillos de torres medievales de piedra. De inmediato comprendí que ese lugar maravilloso debía ocupar un puesto preponderante entre los sitios más bellos del Planeta. Pero mi lista ya contaba con veinte entradas… ¿qué hacer, pues?... con mucho esfuerzo, tomé la decesión de degradar a alguno de los destinos en mi lista; Río de Janeiro, por ejemplo. Así que intenté olvidarme de sus maravillosas playas llenas de vida, de sus frondosa montañas de piedra caliza, del sabor de sus diferentes barrios…y lo hice con tanto acierto que, hoy, afortunadamente, Río ya no existe en mi memoria.
Fotos: Luis Echanove (Venecia) y Juan Echanove (Svanetia)

Aventura en Batumi

El coche avanzó despacio por el camino de barro, cruzando el frondoso bosquecillo. Al fin, de frente apareció ante nosotros el otrora grandioso edificio estalinista. Pese a las grietas, a los vidrios rotos y a los muros descascarillados, no era difícil entrever que aquel Instituto de Investigación había vivido momentos de mayores glorias en el pasado. Ascendimos despacio por las destartaladas escaleras de madera. Casi a tientas, iluminados por una tenue bombilla de luz intermitente, avanzamos por el largo corredor hasta dar con la sala de reuniones.

Unas cuantas sillas de formica y una roída mesa de contrachapado eran todo el mobiliario del gran cuarto. Sentadas frente a nosotros, tres gruesas investigadoras con el pelo mal teñido, nos saludaron con sonrisas confusas. Frisaban todas los cincuenta, y sus batas, antiguamente blancas, databan sin duda de la misma época. Nos explicaron que el laboratorio investigaba patógenos del reino vegetal. Las plantas del exuberante bosque que rodeaba al edificio se hallaban en realidad infestadas de enfermedades diversas, inoculadas adrede por aquellas cincuentonas obesas, con el propósito de estudiar las reacciones de la flora frente a tales ataques biotecnológicos. Nos mostraron algunas fotos: patatas difícilmente reconocibles, carcomidas por una sustancia indescriptible; troncos con vulvas verdosas, tallos con mucosidades varias… la visión de aquellas marranadas no me dejó indiferente. En mi estomago, el copioso almuerzo, ingerido apenas unas horas antes, pugnaba con fuerza por ascender através de mi traquea.

Solo por cambiar de tema las pregunté porqué el gobierno británico había decidido dotarlas de nuevos equipos para su laboratorio. Me respondieron que la ayuda inglesa no se limitaba a la mejora técnica de las instalaciones de investigación. Gracias al proyecto, ellas ahora cobraban un razonable sobresueldo que complementaba los magros cien dólares del salario oficial. Volví a insistir con mi pregunta: con tantas necesidades como hay en Georgia, ¿Porqué se les ocurrió a los ingleses invertir en este olvidado instituto de investigación, perdido en medio de la nada? Entonces las tres sonrieron al unísono y sus ojos chispearon, hasta que una al fin, tomó la palabra:

-'Es que, ¿sabe usted?, nosotras en realidad, en los años ochenta nos dedicábamos aquí a crear armas bacteriólogas, y claro, con la caída de la URSS los occidentales pensaron que seria razonable mantenernos ocupadas haciendo otras cosas-'.

'-Si' - añadió otra-'ya sabe usted, hacer armas bacteriológicas se cotiza mucho en el mercado'.

Un hilo de sudor recorrió mi frente. Intenté imaginarme a las tres haciendo ganchillo entorno a una mesa camilla. Pero no pude.
Foto: Luis Echanove

Terrorismo

El terrorismo, tal y como hoy en día lo entendemos, fue inventado por el sionismo más radical.

El terrorismo siempre ha estado presente, de una forma u otra, a lo largo de la historia humana. Sin embargo, su versión más salvaje, esto es, la idea de crear un grupo clandestino para matar a civiles adrede con el fin de expandir el terror entre la población en general es mucho mas reciente. En la actualidad, desgraciadamente, esta pavorosa táctica forma parte de la agenda habitual de la mayoría de los grupos terroristas.

La historia ofrece numerosos casos de grupos radicalizados dedicados a causar el terror mediante el asesinato o secuestro de líderes políticos. La secta ismaelí de los Asesinos es un notable ejemplo. A partir de fines del siglo XIX, de la mano del auge de los movimientos nacionalistas y socialistas, la idea de causar pánico social mediante atentados contra líderes, personas notables y fuerzas del orden cobró nuevo empuje. A inicios del siglo XX, Irlanda y los Balcanes fueron los principales teatros de operaciones de los grupos de corte independentista. Los extremistas anarquistas, por su parte, lograron fuerte notoriedad asesinando a un sin numero de políticos en diversos países de Europa e incluso en Estados Unidos.

De todos modos, ninguna de estas formas iniciales de terrorismo llegó tan lejos como para perpetrar, de manera deliberada, ataques indiscriminados contra la población civil. El terrible honor de inaugurar tan espantosa práctica se debe al Irgun, un grupo radical sionista surgido en los años treinta del pasado siglo con el objetivo de crear mediante la acción armada un Estado judío en Palestina. Hasta el advenimiento del Irgun, las diversas guerrillas sionistas, como la Hagannah, se habían limitado a realizar sabotajes y a atacar a las fuerzas británicas de ocupación o a las milicias árabes. El Irgun dio un paso de gigante y optó por colocar bombas en lugares concurridos con el solo propósito de causar carnicerías entre civiles. Su primer atentado de este tipo fue la colocación de una bomba en un mercado palestino. En 1946 el grupo voló por los aires el celebre hotel King David de Jerusalén, llevándose por delante a 91 personas, en su mayoría civiles. Posteriormente, tras la creación del Estado de Israel, el Irgun se mimetizó en el Likud, que hasta la fecha es el principal partido sionista conservador en Israel. Hoy en día, en los libros de texto israelíes, el Irgun es presentado como un heroico grupo de liberación nacional.

Cuando los radicales de Hezbollah o Hamas comenten sus salvajes atentados contra civiles en Israel, están aplicando una receta inventada por su enemigo. Una receta que, además, funcionó. Y eso es lo peor de todo.
(Foto: Luis Echanove)

sábado, 12 de junio de 2010

Murmullo

Murmullo de río. Llegó un verano, y otro. Faltaba lluvia que colmar tu sed de muerte marina. Un verano más. Las montañas, desnudas de nieve, eran puro risco, amenazando al cielo con gritos en la garganta. El rugido del agua en el cielo no hizo el contrapunto a su voz guerrera.

Otro verano, y otro, a cual más seco. El río no era ya río, ni torrente siquiera. Era hilo avergonzado, salpicando sin dolor a los cantos de sus profundidades. Murió el musgo. Los cañaverales se doblaron del dolor y el cauce fue, al fin, cadáver.

Murmullo de río...tu estruendo no compite ya con el viento. Nadie moja sus pies en tus riveras.

Murmullo de río, murmullo muerto. El cielo venga hoy tu desdicha.

Un cordero ha muerto, atrapado por el rallo.

(Foto: Juan Echánove)

viernes, 11 de junio de 2010

Te hablo

Te hablo no para cubrir con palabras
tu existencia distinta.
Te hablo para perfilar
el entorno silencoso de mi persona.

(Foto: Juan Echanove)

domingo, 6 de junio de 2010

Puertas abiertas

La puerta que separa lo posible de lo imposible nunca está cerrada del todo.

En las ultimas semanas se han producido dos noticas extraordinarias. Afortunadamente no están relacionadas con la crisis económica, ni con el Mundial de Fútbol en ciernes. Tampoco tienen nada que ver con algún conflicto internacional. Son, desde cierto punto de vista, mucho más importantes que todo eso.

Hay un individuo en la India que dice llevar cuarenta años sin probar bocado ni beber ni gota de agua. Vive en una cueva, y se pasa el día meditando. Afirma que se alimenta de energía espiritual. El mes pasado 38 médicos del ejército indio le sometieron a un control exhaustivo durante 72 horas en un hospital de Nueva Delhi, siguiendo estrictos protocolos científicos para dilucidar si aquello se trataba de un milagro o de una impostura. Efectivamente, durante ese tiempo el sujeto no ingirió comida ni bebida alguna (supongo que tampoco fue al baño), y, lo que resulta más sorprendente de todo, no dio muestras de debilitamiento, ni perdió peso. Su salud, a juicio de los expertos, era excelente. Es díficil no replantearse la dimensión trascendente de la vida ante una noticia así. Tal vez, a fin de cuentas, hay una chispa divina que se escapa a nuestro control.

La semana pasada un equipo de científicos logró crear el primer organismo vivo artificial. Bien es cierto que se trata de una simple bacteria, pero una bacteria es vida. También es verdad que el ADN utlizado en el proceso procedía de bacterias 'naturales'. Pero eso no le resta importancia alguna al asunto. Una barrera se ha roto: El misterio de la vida se ha comenzado a rasgar. Esta noticia pues, nos lleva a una reflexión en el sentido opuesto a la anterior: Tal vez, a fin de cuentas, el ámbito de lo divino se esté esfumando.

Y cuando sopeso ambas noticias a la vez, el resultado es chocante. Entre el más ayá y el más acá, entre lo posible y lo imposible, no hay puerta tapiada. Tan sólo una puerta, sí, pero una puerta que a veces se abre, y otras veces se cierra.

(Foto: Juan Echanove)