viernes, 16 de diciembre de 2011

El peso del pasado


Una de las falacias sobre la historia de España más asentadas en nuestro imaginario colectivo es que los españoles somos, mayormente, descendientes de la amalgama de diversos pueblos que nos colonizaron o conquistaron a lo largo de los siglos. Nos creemos a pies juntillas que por nuestras venas corre a raudales la herencia genética de griegos, fenicios, cartagineses, romanos, visigodos, árabes y demás visitantes de nuestras tierras a lo largo de su dilatada historia (*). Esta es una presunción absolutamente falsa. En realidad, el numero de tales colonizadores e invasores fue siempre absolutamente nimio comparado con el de la población indígena local en el momento de su llegada, como enseguida intentaré demostrar.

Es casi imposible determinar con exactitud cuanta gente vivía en la península Ibérica en el momento de nuestra entrada en la historia (por redondear, el 1,000 a.C, poco antes de la fundación de Cádiz, la primera colonia fenicia). Si puede estimarse en cambio que, hacia el siglo I DC, en el apogeo de la dominación romana, en la Piel de Toro residían, al menos, unos 4 millones de personas. Este es al menos el cálculo al que diversos especialistas en demografía histórica han llegado, a partir de complejos cálculos basados en informaciones parciales de censos, cálculos sobre la densidad poblacional de yacimientos arqueológicos y ejercicios comparativos con otras regiones del orbe romano.

Entre, digamos, el 1,000 a. de C. (por poner un punto de partida) y el siglo I d.C, se produjeron en la península cuatro oleadas colonizadoras o invasoras: griegos, fenicios, cartagineses y los propios romanos. Griegos y fenicios fundaron, en las costas hispánicas, docena y media de factorías o pequeñas ciudades, pobladas cada una, según estimaciones verosímiles, por no más de unos pocos miles de personas (incluyendo entre ellos numerosos iberos autóctonos, con sus barrios propios, como en el caso de la colonia griega de Emporiom, la actual Ampurias). La presencia cartaginesa también implicó la fundación de alguna ciudad (Cartago Nova) y el asentamiento de pequeños contingentes de tropas, por hablamos, de nuevo, sin duda de unos pocos miles de personas. En total, y exagerando, podría hablarse de unos 50,000 colonizadores entre estos tres grupos.

En el caso de los romanos, en cambio, su presencia en la península no se limitó a una mera colonización circunstancial: Fue una conquista en toda regla, que supuso además el establecimiento de colonias (es decir, ciudades pobladas por ciudadanos romanos, sobre todo militares retirados). Se fundaron al menos una treintena de ellas, y hoy sabemos que la población de cada una debe situarse en un promedio de en torno a 5,000 residentes (incluyendo muchos nativos). Así pues, cabria hablar, a lo sumo, y calculando por lo alto, de tal vez de unos 150,000 ciudadanos de otros rincones del mundo Romano que se instalaron en la península.

Teniendo en cuenta que la tasa de crecimiento poblacional en la historia Antigua era desesperadamente reducida, 50,000 griegos, fenicios y cartagineses llegados en los siglos precedentes, más unos ciento cincuenta mil romanos llegados después, equivalen, en términos de la población total peninsular en el siglo I DC…a eso mismo o poco más. En resumen: el aporte genético de estas oleadas en los 4 millones de habitantes de la Hispania Romana fue nimio (matemáticamente algo menos de un 5% del stock genético de la época, esto es, 4,000,000/ 200,000). En otras palabras: las gentes de la Hispania romana seguían siendo, básicamente, descendientes en su inmensa mayoría de las personas que ya poblaban el territorio mil años antes. Todo ello cuadra perfectamente con el hecho de que la inmensa mayoría de la población de Hispania (se estima que un 85% vivían en núcleos de menos de 1,500 habitantes) era de carácter absolutamente rural, morando en aldeas en las que tales colonizadores e invasores nunca se instalaron.

Se estima que las invasiones bárbaras supusieron el asentamiento en la península de unos 50,000 emigrantes (40,000 visigodos y unos 10,000 suevos). Por aquel tiempo la población total seguía situada en el entorno a los 4 millones, de modo que la llegada de estas tribus no aportó más que un 1% suplementario.

La invasión musulmana del siglo VIIII y la posterior etapa de dominio árabe, supuso el asentamiento de colonos, sobre todo bereberes y sirios, en cifra difícil de determinar. Se ha calculado que las fuerzas de Tarik y Muza, lideres de la ocupación, no superaban entre ambas los 30,000 guerreros. Es dudoso que todos ellos terminaran asentados en España. En décadas sucesivas, nuevas rachas de grupos musulmanes arribaron (almohades, almorávides, benimerines), pero de nuevo, se trataba de pequeñas fuerzas invasoras de unos pocos miles de individuos. En total, y exagerando mucho, digamos que no más de 200,000 individuos se instalaron en el territorio ibérico, procedentes del mundo árabe musulmán, a lo largo de aquellos siglos. A ello habría que sumar la emigración de franceses hacia los reinos cristianos del Norte en el marco del esfuerzo repoblador; aquí también resulta arriesgado dar cifras, pero sería inverosímil pensar en números superiores a algunas pocas decenas de miles.

Se ha calculado que, en tiempos de los Reyes Católicos, la población de la península rondaba los 6 millones de personas, esto es, solo un 50% más que 15 siglos antes, explicable mayoritariamente por el crecimiento vegetativo a lo largo de esos 1,500 años, no por la migración de los grupos arriba mencionados: Aplicando una tasa de crecimiento poblacional del 40% a la cifra de visigodos y suevos (llegados 1,000 años antes), y de un 30% a la de musulmanes y francos ultra pirenaicos (en los 500 años transcurridos), llegaremos a la cifra de que tal vez un 6%, como mucho, del stock genético de los españoles ( y portugueses) de los tiempos de Isabel y Fernando, se debía a la contribución de estos grupos.

Desde entonces, hasta hace pocos años, España vivió durante siglos casi completamente cerrada a flujos inmigratorios. En el periodo subsiguiente solo fuimos conquistados una vez (por la Francia napoleónica), sin que ello supusiera inmigración civil alguna. Hubo, sí, siempre un cierto goteo de individuos, principalmente europeos, que se instalaron en nuestro país (por ejemplo, numerosos comerciantes genoveses y venecianos en la Sevilla del siglo de Oro) pero, a afectos estadísticos, las cifras son irrelevantes.

Si sumamos el 5% de aporte genético debido a las emigraciones hasta el tiempo romano, más un 6% durante el período medieval, llegaremos a la cifra de que los españoles de hoy en día ( descontada la inmigración de los últimos años), somos en casi un 90% descendientes de aquellos lejanos antepasados celtas e iberos de hace tres mil años.

Sin duda, todas estas migraciones y colonizaciones descritas han resultado determinantes en definir la cultura, la lengua (salvo en el caso del vasco, por supuesto), la religión, las tradiciones y hasta la mentalidad de nuestro país, pero, si pudiéramos elaborar nuestro árbol genealógico hasta la historia mas lejana, nos sorprendería descubrir que la inmensa mayoría de nuestros antepasados ya poblaban estas tierras desde la Prehistoria.

Fotos: Luis Echanove
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(*) No me ocupo en absoluto de los judíos por dos razones: Primero, porque la mayor parte fueron expulsados por los Reyes Católicos, de modo que, pese a esa manida tendencia de tantos españoles a presuponer que por sus venas corre origen judío, lo cierto es tal cosa no es cierta. Hubo si, conversos que se quedaron, pero en realidad, los judíos peninsulares descendían en su mayoría de hispano-romanos convertidos a la religión de Moisés siglos antes, no de judíos procedentes de los antiguos reinos hebreos. Así pues, no cabe hablar en verdad de una sustancial emigración judía a la Península.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Ahora


Suena esa canción que te estremeció hace, no sé… quince, veinte años. Y ahora el efecto es el mismo: Se eriza tu piel, los ojos se tuercen. Quisieras bajarte de un tren y andar por campos de yerba. Quisieras arrugarte entre las sabanas y despertar en aquellos brazos, y caminar otra vez por esas calles, en otros sueños, en otras vidas…

Pero tu vida es ésta, bajo tu misma piel, y es ahora. Y escribes, y escribes como loco, contra la música que suena, como huyendo de ese ritmo que vuelve ceniza a esos quince o veinte años  desde entonces.

Escribes, escribes sin cesar por no escuchar, por no dejarte llevar de nuevo al lugar del que ya no podrás volver.


(Foto: Luis Echanove)

viernes, 9 de diciembre de 2011

Orgia de mulatas lesbianas praticando sexo

Esta entrada es solo un experimento: Busca comprobar que, empleando un titulo como el de arriba, puedo atraer algunos miles de visitantes extra al blog y elevar exponencialmente el numero de personas que acceden a el. Tal vez alguno de ellos, una vez superada la decepción al comprobar que el objetivo de su búsqueda le ha conducido al lugar erróneo, tenga la curiosidad de bucear en el mismo y leerlo. No olvidemos que, a fin de cuentas, uno escribe para ser leído (narcisismo puro y duro… aunque lo disfracemos de argumentos tales como 'si me lee mas gente podré compartir con mas personas mis ideas para cambiar el mundo').

He estado husmeando hoy en las estadísticas de visitas al blog (lectores: no temáis, vuestra identidad esta a salvo. Los únicos datos reflejados en los bonitos cuadros de colores que el proveedor del servicio ofrece se refieren a generalidades tales como número de visitas a cada entrada, país de origen de la visita o porcentaje de cada tipo de navegador utilizado), y esto es lo que he descubierto: La entrada mas vista, en los últimos 18 meses, es una llamada Frustraciones, con 814 visitas, y que habla sobre mi condición de escritor frustrado. Frustraciones, además bate el record de comentarios (veintiocho), aunque la mayor parte de son en realidad spans anunciando viagra, sitios eróticos, quesos franceses y clases de guitarra. No deja de resultar curioso que los anunciantes de tales productos se sientan atraídos por un titulo como 'frustraciones' a la hora de colgar sus comentarios de pega, los cuales, por otra parte, están casi completamente ausentes en las otras 375 entradas reunidas en el blog desde que lo comencé. Deduzco pues que la mayoría de los visitantes de esa entrada, más que interesarse por mis pajas mentales literarias buscaban, inocentemente, comprar camembert o mejorar su rendimiento en la cama. La entrada llamada Los Georgianos y el sexo' ocupa en tercer puesto en el ranking de más visitadas (280 personas) confirmándose con ello de nuevo aquello tan bien conocido por los expertos en publicidad de que las referencias eróticas atraen al público. El contenido de la entrada es de lo más inocente, así que supongo que la mayor parte de los lectores se sintieron bastante defraudados al leerla.

Si dejamos al margen estas desviaciones (es decir: gente que entró en el blog en realidad por error), las estadística de visitas se hace más razonable. Así, las entradas con títulos genéricos, como una llamada Armenia, han atraído también a muchos internautas, al igual que sucede con las de contenido político, como Acampados en el bipartidismo. Mas difícil de explicar resulta que otras con nombres tales como Gusanitos naranjas o Mermelada de mora provoquen bastante furor entre los erráticos visitantes del blog. También se observa una correlación entre la actualidad del momento y las visitas. Así, en la semana de elecciones en Nicaragua las varias entradas con referencias a dicho país acogieron un alto número de lectores.

El acceso al blog, a lo largo de los diferentes meses del año, es en general bastante uniforme, aunque en los meses de verano suele caer bastante sustancialmente. La cifra mas alta se produjo en octubre de este año, con 1,220 visitantes.

España es el país desde el que más se accede a Chota Chunga (más o menos un tercio de las visitas), seguido a distancia por Estados Unidos y los países latinoamericanos, lo cual parece bastante razonable dado que el blog esta escrito en castellano. Hay también numerosos visitantes de Bélgica, Georgia, Filipinas y otros varios países en los que cuento con amigos y conocidos. Mas chocante resulta el alto numero curiosos procedentes de Alemania (429 en los últimos meses) o Rusia, por ejemplo. La también frecuentes lecturas desde China y Vietnam supongo que hay que relacionarlas con los anuncios de viagra. En realidad hay visitantes desde prácticamente cualquier rincón del mundo, aunque sigo esperando aun algún navegante de San Marino, el Vaticano, Tuvalu o La isla de la Pasión (reconozco que esto ultimo va a resultar difícil, puesto que se encuentra deshabitada). A lo mejor, con lo de la orgia de mulatas del titulo, esta vez lo consigo.

(Foto: Luis Echanove)

jueves, 8 de diciembre de 2011

!!

En España presumimos siempre mucho de la letra ñ, que se ha convertido casi en marca de identidad de nuestro idioma. No en balde, la letra forma incluso parte del nombre de nuestro país, ha sido adoptada como símbolo por el Instituto Cervantes y fue objeto de una campaña política enconada para la defensa a ultranza de su inclusión obligatoria en los teclados de ordenador en venta en nuestro territorio nacional (aunque ello rompiera el concepto de mercado único europeo).

No tengo nada personal en contra de esta ardiente defensa de la entrañable ñ, aunque, a decir verdad, muchas veces nos hemos dejado llevar por una exageración innecesaria argumentando su supuesta enorme originalidad. En realidad casi todos los idiomas que utilizan el alfabeto latino cuentan con letras específicas para identificar sonidos exclusivos de tales lenguas. Tal es el caso de la Ç francesa y catalana o de la Ø nórdica, pero también de muchos otros símbolos que, aun formando parte del alfabeto latino empleado en ciertos países, resultan mucho menos conocidos para nosotros, tales como la Ɵ vietnamita o la del irlandés. En realidad, existen más de 40 de tales letras empleadas en versiones 'extendidas' del alfabeto latino. Muchas de ellas se construyen a partir de alguna de los grafemas habituales, normalmente colocando puntitos o rayas bajo, sobre o en medio de ellos, o bien modificando su orientación (ese es el caso de la Ɔ del maya). A veces el símbolo empleado nada tiene que ver con las usuales letras latinas, como ocurre con la estrambótica ǂ de varios alfabetos de idiomas africanos.

La tan manida originalidad de la ene con sombrero queda puesta en tela de juicio si tenemos en cuenta que por ejemplo en polaco se utiliza la letra ń para indicar exactamente el mismo sonido que el de nuestra querida eñe, y que en checo y eslovaco se emplea el muy parecido símbolo ň.

Por otra parte, la ñ ni siquiera es exclusiva del idioma español. También se emplea en el chamorro (hablado en la isla de Guam), el tagalo, el aymara y decenas más de lenguas cuyo alfabeto se conformó bajo la influencia de nuestro, y también en algunos otros donde fue adoptada de forma absolutamente independiente, como en el caso del senegalés wolof, el tártaro de Crimea o varias lenguas aborígenes de Australia.

Mi curiosidad por las rarezas minoritarias, que a veces puede llegar a resultar enfermiza, me ha llevado a preguntarme (y después a investigar), cual es la letra del alfabeto latino verdaderamente más extraña y original, y, a la vez, menos utilizada. Me he topado con la siguiente rareza:!! (esto es: dos letras ele seguidas, cada una con una marca diacrítica en forma de punto inferior). Su aspecto, ya de por sí, no podría resultar más extravagante. Es casi idéntica a un signo de exclamación repetido, y, no obstante, indica un sonido concreto. Para mayor intríngulis, solo es utilizada en el alfabeto de un único idioma en todo el mundo, hablado por unos pocos miles de personas y en el que apenas se escriben textos. Además, se usa exclusivamente para indicar un sonido dialectal infrecuentemente utilizado (el sonido, en terminología técnica, es un fonema lateral palatal). Todo ello la convierte, más que probablemente, en la letra del alfabeto latino menos utilizada en el mundo.

!! es una de las 24 letras del alfabeto asturiano.

(Foto: Espinareu, Asturias. Luis Echanove)

lunes, 5 de diciembre de 2011

Llegar, al fin

Guerrero del amor, hijo de este tiempo, remolino, pobre niño parido en la montaña, para llegar al fin a la victoria
(Duo Guardabarranco)

Aquí están, los recuerdos
esperando a salir volando
con la espita de la música
abriendo de par en par
las puertas al cielo azul inmenso.

Y van brotando en aluvión:
la sonrisa de una campesina en la montaña,
los acordes de una guitarra
en aquel café de las veladas largas,
el rugir de las olas batiendo
las arenas del Pacifico.
El calor empalagoso de la ciudad
al mediodía.

La esperanza ahora muerta,
el muñón de la herida
del guerrero,
la pobreza ilimitada,
y los niños jugando
a ser libres en el basurero.

Los recuerdos corren
ahora sueltos
por esta fría mañana
de un invierno, en otro lugar,
en otro tiempo.

(Foto: Granada, Nicaragua. Luis Echanove)

viernes, 2 de diciembre de 2011

Sobre el escritorio

Un manto de luz eléctrica
tiñe la mesa sobre la cual escribo.
Los objetos se derraman
descolocados, durmiendo
su sueño inerte:
Una caja con bolígrafos,
dos billetes, tres monedas,
una bola del mundo giratoria
y el paquete de tabaco.
Todo en su sitio,
como colocado al azar
hace milenios.

Las líneas falsamente paralelas
de la fornica muerta
trazan rieles imposibles,
que a veces chocan
en nudos pequeños.

Permito yo a mi pluma
deslizarse sobre el cuaderno
libremente;
tal vez por escuchar
el sonido ronco de sus trazos,
o mas bien
para darme la disculpa
de mirar de vez en cuando,
a hurtadillas,
a esta mesa,
con sus objetos
ordenados en el desorden.
Todo en su sitio,
desde que el mundo es mundo.
Todo esperando un final imposible.

Que nadie toque las monedas,
ni fume nadie esos cigarrillos.
Que la bola giratoria no de más vueltas.

(Foto: Luis Echanove)

Bajo los planetas

Tres estrellas alineadas
se asoman entre las nubes
en una noche silenciosa;
(aunque dentro, en la habitación,
el calefactor emite su sonido familiar).

Acaba el día sobre la ciudad
atrapada entre montañas.
Yo miro a esas estrellas
y pienso en sus planetas lejanos,
que no veo, a lo lejos,
al fondo del cielo oscuro,
allí donde las montañas,
las ciudades, las nubes
y mi habitación desaparecen
en un torrente de silencio.

(Foto: Luis Echanove)

jueves, 1 de diciembre de 2011

Versos contra el tiempo (y 4)



Siempre supiste
que las palabras
tienen vida;
pero sólo ahora comprendes
que cada vez que hablas,
mueres un poco.

(Foto: Luis Echanove)

Versos contra el tiempo (3)


Aquello que dejaste atrás
eras tu mismo.
Por eso ahora te reconforta
el recuerdo de aquel verano,
cuando los días
transcurrían sin reloj.

(Foto: Ignacio Huerga)