Brilla un sol tímido sobre el muro de cemento. Las grietas en la pared dibujan el perfil de islas imaginarias. Me fijo con atención en la alargada raja que recorre el espacio gris entre las dos puertas… podría tratarse de una península muy alargada, o de la orilla de una marisma desecándose. La forma inferior, entre el dintel y el tubo oxidado de gas, parece en cambio la línea de demarcación de una región. Más a la derecha, la hendidura oblicua evoca el recorrido de un río serpenteante. Las rugosidades de la pared son, por supuesto, cordilleras y colinas. Los pequeños líquenes adheridos al ladrillo visto forman bosquecillos y espacios naturales. El cielo es el mar, y los vidrios de las ventanas, enormes lagos de aguas brillantes.
En el país de mi pared de enfrente solo viven hormigas y quizás algún caracol. Pero, bien mirado, es en realidad un mapa bastante exacto, a escala uno cien mil, de alguna provincia China poco conocida.
En el país de mi pared de enfrente solo viven hormigas y quizás algún caracol. Pero, bien mirado, es en realidad un mapa bastante exacto, a escala uno cien mil, de alguna provincia China poco conocida.
(Foto: Ignacio Huerga)
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