Las cosas fueron perdiendo su importancia. Se volvieron más livianas, y por ello, también más elevadas; ahora podían volar al soplo de cualquier viento y alzarse, o diluirse en vapor para volver a tí mutadas en una lluvia de sugerencias o recuerdos.
Ese hueco dejado por todo aquello que iba perdiendo entidad en torno tuyo, en lugar de vaciarte, te llenaba. Y eras cada vez menos, o cada vez más. Tal vez ya ni eras, o ibas camino de no ser. Quien sabe.
(Foto: Nacho Huerga)
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