A veces aún miras al mar inmenso, o al bosque frondoso en la montaña o un arroyo que fluye. Con menos intensidad. Ya no buscas atraparlos. No es la emoción intensa de antes.
Crees que has perdido frescura, que tu mirada se ha nublado con el velo del tiempo. Pero sabes que no es cierto. Nunca hubo mirada nítida. Tampoco entonces. No había mirada, no, ni tampoco mar, ni arroyo, ni montaña. Estabas sólo tú. Como ahora. Y dentro de tí, fluía todo, frondoso e inmenso.
(Foto: Nacho Huerga)
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