martes, 5 de julio de 2011

Ahora que es verano

No importan los años que pasen, ni el país en el que viva: al final, el calor estival del mediodía me devuelve a los veranos de entonces, cuando uno medía poco más de un metro y medio y la felicidad tenía horizonte de piscina. Expectantes esperábamos el fin de la hora de digestión, para después precitarnos con prisa a nuestro océano de baldosines azules. Luego, a la salida, tumbados en las toallas sobre las baldosas, miraba yo siempre al cielo azul con los ojos entreabiertos, y las gotitas de agua retenidas entre las pestañas amplificaban formas redondeadas, como amebas o medusas microscópicas.

La sombra se alargaba deprisa, anunciando la hora de cambiar al bañador por el pantalón vaquero. Al final de la eterna tarde (porque el tiempo, cuando se es niño, funciona más despacio) jugábamos a polis y cacos en el Jardín de Atrás, el parque de enormes pinos y fuentes de granito y bronce. Corríamos unos tras otros, con la vana esperanza de nunca ser atrapados. De pronto, la chica con pecas del equipo contrario me sonreía fugazmente, tal vez agradecida por rescatarla de la guarida policial, y yo sentía cosquillas en el estómago, porque sus pecas me gustaban, y su nariz redondeada, y sus ojos azules y alegres.

Y al final, con el cielo ya oscuro, subíamos a cenar, para bajar de nuevo al rato, a sentarnos en el poyete, junto al portal. Y allí charlábamos, contábamos chistes, bromeábamos, hacíamos planes para el siguiente día y la chica de las pecas a veces reía y yo entonces la miraba en silencio, torpe, absorto.

Por la noche, en las literas del cuarto de mi primo, hablábamos y hablábamos antes de dormir y queríamos que el verano no terminara nunca. Vendrían después los días de playa, y luego el regreso a la Sierra otra vez, ya en septiembre, cuando tocaba forrar los libros para el curso próximo.

No importan los años que pasen, ni el país en el que viva: el sol resplandeciente de mediodía, el olor a agua clorada de las piscinas y las tardes que mueren lentas me devuelven siempre a los veranos de entonces.

(Foto: Nacho Huerga)

2 comentarios:

Mankuso dijo...

"...El tiempo es todavía,
la rosa es todavía y aunque pase el verano, y las estrellas
de todos los veranos, el hombre es todavía..." Gonzalo Rojas


(Gonzalo Rojas, poeta chileno, murio el pasado mes de abril)

carmela dijo...

Que recuerdos de esos veranos en el Escorial, cuanto disfrutábamos