sábado, 28 de junio de 2008

Dignidad

A todos nos gustan unas palabras más que otras, tal vez por como suenan, tal vez por lo que evocan, por los recuerdos que a ellas asociamos, o simplemente por su significado literal. La palabra “dignidad” es una de mis favoritas, por todas esas razones y tal vez algunas más.

Ayer me enfrenté cara a cara con esa palabra en el último rincón de Mindanao, en un tú a tú sin intermediarios de ninguna clase. Ante mí se alzaba la palabra “dignidad”, desplegada en todos los idiomas posibles, en forma de rostro curtido de un ex vagabundo reclutado como recolector de basura por las autoridades de su barrio. Gana 20 euros al mes. Recorre las calles de lodo todas las tardes en un triciclo cargado de sacos con los desperdicios del vecindario. No sé qué edad tiene, pero aparenta mucha. No habló conmigo. Yo sí con él, aunque mis palabras no debieron decirle demasiado.

De su silencio fluía un mensaje claro, transparente: dignidad, así, sin más, sin adjetivos, verbos ni pronombres. Aquellas facciones resumían el significado de esa palabra mejor que el diccionario más completo. La dignidad ni se compra ni se regala. Está o no está: como el agua dentro de un vaso; como los pasajeros en un tren; como los cromos de colección en el álbum de un niño. Lo leí en su mirada, en sus arrugas. Fue en una calle sucia, una tarde de sol.

lunes, 23 de junio de 2008

Verano en Plescen (II)

(cuento por entregas)
Mi primera mañana en Plescen fue, en verdad, la de mi encuentro con aquel pueblo. En cuanto desperté abrí el ventanuco de mi pieza y asomé medio cuerpo…¡allí estaba! ¡Finalmente en Plescen! Había contemplado tantos grabados de esa misma calle, había observado tantos daguerrotipos de las casas del pueblo, que apenas sí puede ser consciente de que en verdad me encontraba ya allí. Desayune cualquier cosa y salí de la posada como un loco, deseoso de recorrer todos los rincones del lugar lo antes posible. El tiempo no era, desde luego, mi enemigo a la hora de familiarizarme con aquel municipio… disponía de un verano entero para desarrollar mis investigación a conciencia. Sabía que cuando uno visita un sitio por vez primera el encuentro inicial es el fundamental. Por eso no quería perderme nada en aquella mañana, inusitadamente soleada. Mi apasionada alegría recorriendo las pocas calles de pueblo me impidió apercibirme de cualquier cosa que no fuesen esas bellas casonas de piedra limpia y sin cubrir. No fijaba la atención en los escasos viandantes, ni en los rótulos de los pocos comercios que salpicaban algunas de las fachadas.

No todo resultó tan ameno y deleitante como aquella primera mañana. No hubo más días de sol resplandeciente. Una cansina llovizna, alternada con aquel viento tan desapacible, fueron mis compañeros de andanzas durante todo aquel verano. Y digo bien, porque realmente compañeros humanos nunca tuve. No entablé amistad con nadie en tres largos meses y apenas intercambié más palabras con los lugareños que las imprescindibles para obtener ciertas informaciones necesarias para mi estudio. Así gastaba pues mi preciado tiempo, hablando con algunos ancianos, haciendo esbozos a plumilla de las casas más interesantes y cotejando en la pequeña biblioteca de la escuela local las pocas obras y fotografías antiguas allí reunidas.

Al poco tiempo el desanimo comenzó a vencerme. Sentía que el período previsto tal vez fuera excesivo. No obtenía nada de provecho con mis pesquisas, más allá de algún que otro dato de poca importancia. Me preguntaba si en verdad había seleccionado un tema adecuado para mi tesis de fin de carrera. Al fin y al cabo todos mis compañeros de la escuela de arquitectura habían elegido proyectos menos ambiciosos y a los que no tendrían que consagrar todo un estío. ¿Qué hacía yo allí, tan lejos de casa, en medio de los páramos? Para mi desdicha, resultó que el servicio postal de Plescen estaba bajo cierre temporal por el fallecimiento del encargado. Hasta el otoño no habría manera de enviar o recibir una carta desde Plescen. Me sentía el hombre más aislado y desdichado de la tierra.

(dibujo del autor)

Las dos orillas

Voy a mirar a Oriente para decir: La verdad está en el otro lado.

Voy a mirar a Occidente para decir: La verdad está en el otro lado.
Al levantarme, quiero mirar siempre al Oriente y al Occidente buscando siempre una verdad…al otro lado.

(dibujo del autor)

miércoles, 18 de junio de 2008

El sueño de Sandino

(A la memoria de Herty Lewites)

En Nicaragua, valiéndose de triquinuelas jurídicas y con el aval de una (¿presuntamente?) manipulada Corte Suprema de Justicia, el gobierno de Daniel Ortega acaba de declarar ilegales a cuatro partidos políticos, incluido el Movimiento de Renovación Sandinista (MRS) y al histórico Partido Conservador (PC). El golpe político se ha llevado a cabo en connivencia con el Partido Liberal (PLC), con el cual el frente sandinista (FSLN), ahora en el gobierno, mantiene desde hace unos años una sórdida alianza destinada a acaparar todo el poder en el país y garantizar que las corrupciones de unos y otros nunca sean perseguidas.

Tengo amigos nicaragüenses de todos los colores políticos, aunque tal vez la mayor parte se siguen llamando sandinistas. Algunos militan en el “oficialista” FSLN, hoy secuestrado por el caudillismo, pero muchos nutren las filas del MRS o se han distanciado de la política, pero siguen recordando con orgullo los años de esa maravillosa revolución que enseñó a todo un pueblo a mirar siempre a los ojos, de frente, con dignidad.

La mayor parte de aquellos que lideraron ese sueño hecho realidad que fue la revolución, incluidos sus mas notables poetas e intelectuales y muchas de las figuras más honestas (Gioconda Belli, Sergio Ramírez, los hermanos Cardenal, Carlos Mejia Godoy, Dora Maria Tellez…), ven en el despotismo vigente y en la alianza FSLN-PLC una traición imperdonable a los principios sandinistas y una afrenta al pueblo de Nicaragua.

El gobierno actual alimenta una retórica anti-imperialista, pero practica con esmero el mimo a las elites político-económicas de las nuevas dinastías plutocráticas que controlan el país.

El Frente Sandinista necesita urgentemente recuperarse a sí mismo, distanciarse de la rémora de las elites corruptas, romper la alianza actual, respetar la democracia, dialogar con los sectores sandinistas no identificados con el oficialismo, evitar la tendencias totalitarias y, ante todo, trabajar por y para el pueblo.

El sueño de Sandino no fue otro que una patria y un pueblo libre. Libre de pobreza, libre de tiranos, libre de corrupción.

Viva Nicaragua.

lunes, 16 de junio de 2008

Ultramar

Arte y exploración

El 19 de junio se inaugura en Manila la exposición “Ultramar”, organizada por la Embajada de España en Filipinas para conmemorar el día de la amistad hispano-filipina.
El evento artístico-cultural reúne piezas de ocho artistas y diseñadores filipinos, mexicanos y españoles (Ramón Díaz, Guillermo Naval, Steph Palallos, Yves Sadurni, Atalyer, César Caballero y…su seguro servidor de ustedes) bajo la temática común del mar y ese mundo de exploradores y aventureros que unió históricamente la historia de los tres países.
La exposición tendrá lugar en la galería Astra, en LRI Plaza, Reposo St., Makati, y durará hasta el 3 de julio.

viernes, 13 de junio de 2008

Verano en Plescen (1)

(Cuento por entregas)


Plescen era un pueblo pequeño y semejante en muchos aspectos a los demás de la región. No por ello carecía de personalidad. Al contrario que otras poblaciones de la comarca, en aquel lugar las casas no estaban pintadas de vivos colores, sino que dominaban las construcciones de piedra sin acabado. Eso era, precisamente, lo que me seducía de Plescen.

Llegué una tarde del mes de junio. Soplaba un viento poderoso del norte, aquel que arrastra la humedad del gran lago y cubre los campos con una espesa capa de escarcha. Estoy acostumbrado a los climas ásperos, pero siempre me ha disgustado el viento fuerte. El viento te impide pensar, te condiciona.

Recorrí la larga calle principal abrigado en la gruesa pelliza. Me había apeado de la diligencia en el cruce del camino hacia Soproz, a un cuarto de milla del centro del poblado. Mientras caminaba, con los ojos apenas entreabiertos para protegerme del aire cortante, no deparé en las primeras casitas, alineadas a uno y otro lado del rectilíneo camino. Llegué a la puerta de la posada sin alzar la vista, de modo que, cuando me quise dar cuenta, ya estaba dentro. La sobria fachada de aquella caserona ejemplificaba como pocas la tradición arquitectónica del pueblo.

Era una posada poco confortable, o al menos esa fue mi primera impresión. Una enorme chimenea central calentaba la gran sala de la planta baja. En torno a ella, en el círculo de bancos de madera, platicaban algunos parroquianos. A un lado de la puerta un simple poyete alto de piedra hacía las veces de mostrador. Al fondo de la gran pieza, en una zona a la que apenas sí alcanzaba la poderosa luminaria de la hoguera, ascendía una vieja escalera de madera.

El cantinero me atendió con solicitud, pero a la vez con cierta frialdad. Su amabilidad resultaba un tanto afectada, con un deje de distanciamiento que, como más tarde fui comprobando, parecía un atributo natural en las gentes de Plescen. Aquella noche me refugié en el austero dormitorio que me asignaron y agarré el sueño con rapidez.


(continuará...)

domingo, 8 de junio de 2008

Son de la loma (3)

Descarga y chispitrén
Acabábamos de comenzar la primera descarga y yo ya no quería más chispitrén. La enfermera me ofreció un segundo vaso de la inmunda cazalla. Lo rechacé con una sonrisa. Dicen los camagüeyanos que beber chispiterén deja impotentes a los hombres. Ella más bien pensaba lo contrario. Dicen también que todas las enfermeras de la Cuba central tienen algo de putillas. Con sus blanquísimos uniformes y la cofia diminuta, recuerdan a los recortables de infancias anteriores a la mía. Y ahí sí, ahí hay un cierto morbo, ese que llevaba a los niños de antaño a levantar las ropitas de la figurilla de papel.

La enfermera continuó contando cajas de alimentos de donación al pie de la rastra enorme. Un negro tizón, palero y gordísimo, tomaba los bultos de dos en dos. El moreno paraba a cada rato y balbuceaba bromas, resultado del esfuerzo físico y de la sordina común en esta parte del mundo a la hora de arrimar el hombro.

domingo, 1 de junio de 2008

Semana de prodigios

(Siete días en Manila)

Lunes: Carezco de recuerdos del lunes –creo que les pasa a todos los humanos. Carmen me pregunta antes de acostarse: “¿porqué los robots no tienen pelo?”.
Martes: Juanito lleva toda la tarde obsesionado con ver un carabao o búfalo de agua blanco en el ordenador. Busco en Google y, encuentro la foto de un cebú albino.
Miércoles: Eva no viene a cenar. Su reunión con los expertos en investigar asesinatos extra-judiciales se prolonga hasta muy tarde. Afortunadamente, llega sana y salva a casa.
Jueves: Concierto nocturno de jazz gitano en el Sofitel organizado por la Alianza Francesa. El público, a partes iguales, la bohemia francófona en Manila y monjas filipinas tamaño de bolsillo.
Viernes: Conferencia sobre cambio climático. El ministro de energía llega tarde. Me entrevistan los de la tele. Aparezco en el noticiero, entre la reseña de una feria de tatuadores en Minneapolis y el reportaje de la última subida del precio del arroz. Cena con el padre Ángel; conversación sobre la violencia musulmana en Joló.
Sábado: En el parque del barrio se organiza una tómbola con ocasión del día de la madre. Eva se presenta al concurso “la madre con los pies más grandes”. Pierde (afortunadamente). Por la noche, recital flamenco; bailaoras con mucha raza (malaya, más que todo).
Domingo: Visitamos un pequeño zoológico con los niños. Juanito descubre como una tortuga de considerables proporciones se acaba de dar a la fuga por la enorme ranura bajo una puerta herrumbrosa que da a la calle. Damos cuenta a los cuidadores. Después nos sentimos algo culpables: Hemos abortado el arriesgado viaje hacia la libertad del animal más lento de la tierra.