(2) El ancestro hereje
Como ya expliqué en
la entrada anterior, la familia Echanove procede de Izurza y Mañaria, dos pueblillos situados en la comarca de
Durango, al pie de las montanas de Urkiola. Ya he intentado demostrar que, con
probabilidad, corren por los Echanove la sangre de brujas y recalcitrantes
idolatras. Pues bien, me dispongo aquí a exponer como, además de tales, los
Echanove hemos tenido también nuestro pasado hereje.
Hacia 1425 un
franciscano de origen incierto, llamado Alonso Mella, comenzó a predicar por la
villa de Durango y su región una extraña nueva teología basada en la pobreza y
la negación del poder papal. Según algunos estudiosos, se trataba de una
doctrina de clara influencia cátara. La nueva fe enseguida prendió entre los
humildes labriegos del Duranguesado. No es descartable que ese sustrato de
cultos pre-cristianos aun practicado a escondidas en las aldeas de Izurza, Mañaria y otras de los montes de Urquiola de algún
modo sirvió de caldo de cultivo para la veloz propagación de la herejía por
aquellos andurriales.
Los adeptos a esta
nueva filosofía, adelantándose unos cuantos siglos al comunismo y también a la
liberación sexual, comenzaron a practicar la comunidad de bienes…y la de
mujeres. Acudían regularmente en tropel a Amboto (como y vimos, lugar sagrado
para los vascos desde siempre) monjes franciscanos y varios cientos de mujeres
de la comarca y allí se dejaban llevar por un desenfreno amoroso digno del
mejor porno duro.
La iglesia y el poder civil, aterrados frente a tamaña
herejía e inmoralidad, se pusieron enseguida manos a la obra para erradicar
tanto pecado. No obstante, a los inquisidores les llevó mas tiempo de lo
previsto remover la semilla de de la abominación. Parece que a los lugareños
eso de practicar el amor libre y no seguir los dictámenes de los curas le
divertía a rabiar.
Finalmente, en 1442 son aprehendidos por todo el Duranguesado unos mil
quinientos herejes, incluidos, sin duda,
muchos vecinos de Izurza y Mañaria, una cifra
inusitadamente alta para una región que, por entonces, sumaba apenas cinco mil
familias. Los cien más recalcitrantes fueron finalmente quemados en la hoguera, algunos
en Durango, otros llevados a Santo Domingo de la Calzada y a Valladolid, en
lo que constituyó el primer proceso –y el más sanguinario- contra la brujería y
la herejía en la historia del País Vasco.
Los documentos históricos no nos enumeran los nombres de esos pobres
desgraciados sometidos a condena pero, por simple estadística, no seria nada
extraño que alguno de los Echanove de Izurza y Mañaria
hubiese sufrido tan espantoso fin.
Tanta herejía y nigromancia en el pasado familiar se compensa de algún
modo, con otro dato sorprendente: me llamo Juan en honor a un inquisidor del
siglo XVI, antepaso mío por parte Mugartegui.
Pero este asunto es digno, por si mismo, de otra entrada en este blog…
(Foto: Luis Echánove)