Escribí esta entrada en diciembre de 2009. la he releído casualmente y , dado que dos años después sigue teniendo plena vigencia, creo que resulta oportuno introducirla de nuevo…
En España hay una crisis económica. Y hay otras más, de las que ahora se habla menos.
Está la crisis del sistema de organización territorial del Estado, con un régimen de descentralización llevado a extremos absurdos: ¿de verdad es necesario contar con un calendario de vacunación infantil distinto en cada Comunidad Autónoma? ¿Tiene sentido que los niños canarios no estudien lo que es un río porque en su archipiélago no hay corrientes de agua permanentes? ¿Debe cada ciudad y pueblo de España contar con un puente o monumento diseñado por Calatrava o llevar a los Rolling a tocar en sus fiestas patronales? ¿y quien paga ahora las facturas cuando el ladrillo ya no llena las arcas municipales?
Está también la crisis social, no solo provocada por el hundimiento económico y el aumento desorbitado del paro, sino además acrecentada por años de emigración desmelenada sin programas de inserción y por una inequidad galopante, fruto de la cultura del pelotazo y de la mentalidad tan hispánica del ande yo caliente. Somos un país de nuevos ricos (esos que se forraron a base de stock options, recalificación de suelos, reventa de pisos y jugadas en bolsa) y de nuevos pobres (inmigrantes, desemplados, mileuristas). La clase media, en cambio, adolece de raquitismo.
Podemos hablar así mismo de una profunda crisis educativa. La única formación sistemática que muchos niños reciben es la del Nintendo. En nuestras endogamicas universidades se llega a catedrático mayormente en función de la habilidad propia en la ciencia del peloteo. La cultura tampoco anda en bonanza. En España se publica poco bueno e independiente y lo malo y escrito por encargo se vende cómo churros. Al cine, si no es 3D, ya no va ni la taquillera.
Como un paraguas cubriendo muchos de estos males, hay también que hacer referencia a la crisis de los partidos políticos. La ley electoral y las listas cerradas nos condenan a esta bipolaridad asfixiante que deja fuera de sitio a quienes no se deciden a comprar el paquete completo que el PP y el PSOE venden, ergo la elección es entre derecha rancia o pseudo progresismo.
Todos aquellos que no comulgan, en todo o en parte, con ninguno de los dos grandes partidos, como los liberales, los izquierdistas de verdad, los ecologistas, los centristas, y tantos otros, no tienen a quien votar o votan tapándose la nariz. Y de la mano de esa crisis del propio sistema de representación electoral, cabalga la crisis de liderazgo. Encontrar en cualquiera de los dos grandes formaciones a un político de la talla de los que forjaron la Transición resulta más arduo que descubrir armas de destrucción masiva en Irak.
Tampoco podemos olvidar la crisis ecológica. Cada vez producimos más gases de efecto invernadero, el Mediterráneo se ha convertido en una inmensa urbanización costera desde Huelva hasta Gerona y la España interior y rural sigue tan despoblada y olvidada como siempre. Teruel todavía no existe. Marbella existe demasiado.
Eso sí, hemos logrado ponernos en el vagón de cabeza en muchos nuevos ámbitos, tales como en número de campos de golf en parameras sin agua, porcentaje de chicas adolescentes que se operan las tetas, cuantía de vehículos de doble tracción inventados para el campo circulando por las calles de las ciudades, número de mafiosos rusos afincados en nuestras costas, volumen de programas del corazón en la programación televisiva o cantidad de cargos municipales con procesos de corrupción abiertos.
Puede parecer que estoy describiendo un cuadro demasiado pesimista. Pero es lo que hay.
Durante los últimos diez o quince años pensábamos que todo el monte era orégano. La obsesión con los bienes de consumo y la explosión del gasto nos hizo sentirnos ricos. Y nos creíamos que ser europeos era eso, ser ricos. Ser europeos es vivir en sistemas políticos que combaten la corrupción en todos los niveles, fomentan la igualdad social, castigan electoralmente a los políticos y a los partidos incompetentes, practican una economía sostenible y fomentan la educación en valores y no el culto a la pela. Tras vivir el supuesto glamour del 4x4 y el adosado ahora al fin nos caemos del guindo.
Hemos recogido lo que hemos sembrado. Nuestra crisis es, a fin de cuentas, la reseca después del despelote.
Entre tanto, y aunque lo que hace falta es menos torear la perdiz y mas coger al toro por los cuernos, los políticos se dedican a discutir la prohibición de las corridas. También se afanan en buscar la tumba de Lorca. Yo soy algo más escéptico, pero a lo mejor me equivoco y el fantasma del genial poeta al final resulta que nos trae alguna solución.
(Foto: Ignacio Huerga)