Hay algunas palabras cuyo significado uno solo comprende plenamente bajo ciertas circunstancias. “Humedad”, por ejemplo, es un concepto del que solo descubrí su real sentido caminado bajo un chubasco torrencial en la isla de Skye, la mayor de las Hébridas Interiores. La cortina impenetrable de agua gris calaba cada poro de la piel; las botas de cordones chapoteaban sobre el barro pegajoso a medida que avanzábamos por el valle entre las colinas.
El vocablo “atardecer” tiene también un sentido específico que solo se vislumbra mirando la mar calmada en el pequeño puerto de Plockton al caer el día, cuando al fin sale el sol tímidamente, tras largas horas de llovizna. Nunca olvidaré el intenso reflejo de la luz sobre los tejados, las barcas y las laderas.
“Viento” es otro término que ningún diccionario podrá nunca describir adecuadamente a no ser que se evoque a la brisa eterna que sopla en los prados que rodean al castillo de Kingussie, en el corazón de la Tierras Altas. No es un aire recio, tampoco excesivamente frío, pero es constante, casi eterno, como las piedras o las colinas.
Quien ha viajado a Edimburgo sabe que la palabra “serenidad” se esconde en alguno de sus parques.
(Foto: Isla de Skye. http://www.documentary-log.com/)
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