miércoles, 19 de octubre de 2011

Nomenclator urbano

Dar nombres a las calles no es una tarea nada sencilla. Entraña una enorme responsabilidad. Una vez asignada una denominación, y salvo ciertos casos de cambios de nomenclatura por razones políticas, la calle quedará con ese nombre para siempre. Esto a veces conduce a la paradójica situación de que, los nombres de personas que de otro modo habrían caído en el más ominoso anonimato de la historia, permanezcan vivos en el día a día de las generaciones posteriores.

En muchos barrios de Madrid, por ejemplo, la mayor parte de las vías públicas están dedicadas a ilustres personajes políticos del siglo XIX, etapa en la que la ciudad sufrió un inusitado crecimiento debido a la urbanización de su Ensanche. Algunas de estas personalidades detentaron puestos de relevancia y jugaron un papel crucial en la historia española del momento, tales como Serrano, Espartero (el Príncipe de Vergara) o Sagasta. Estos políticos ocuparían un lugar en los libros escolares de historia (y por tanto en la memoria colectiva) aunque ninguna calle los honrase. No obstante, junto a esta pandilla de personajes (mas que todo generales golpistas), hay además una pléyade de sujetos secundarios en la vida política decimonónica que, sin embargo, se las arreglaron para dar nombre a alguna vía de la ciudad. Arguelles, por ejemplo, fue un simple ministro de Gobernación en el gobierno de Riego; Alberto Aguilera, un gobernador civil en varias provincias en tiempos de Amadeo I y María Cristina; Donoso Cortés, el diputado por Badajoz en época de Espartero. Si la nomenclatura urbana respondiese a criterios objetivos, estas calles madrileñas estarían dedicadas a personajes de alta significación histórica, no a tipos de relativa poca monta como estos.

Pero las calles no siempre son bautizadas en honor a personas. Muchas, sobre todo en los cascos históricos de las ciudades, conservan nombres maravillosos de origen muy antiguo, en referencia, por ejemplo, al oficio que en ellas se practicaba o alguna característica, anécdota o suceso que en ellas aconteció. Hoy por hoy, aplicar tales criterios para designar nuevas vías públicas provocaría encendidas polémicas. Por ejemplo, llamar oficialmente 'cuesta de los Chinos' a una vía en una zona de concentración de comercio minorista de origen oriental, o designar como 'glorieta del Bombazo' o alguna plaza en la que haya tenido lugar un atentado resultaría ridículo, cuando no manifiestamente ofensivo a la mentalidad actual.

Hay, no obstante, modos de evitar todos los problemas anteriores, simplificando sobremanera el asunto: El mismo amigo que me envió la foto de los indagados con Comic Sans, objeto de la entradilla anterior de este blog, me informa que Buiza del Gordón, (entidad menor de la provincia de León) cuenta con una vía denominada calle de la calle. He comprobado el dato en Google Maps y, efectivamente, tal es el caso. Se trata de hecho de la calle principal de la población.

No se si el alcalde y los ciudadanos de Buiza del Gordón son plenamente conscientes de la trascendencia de este hecho: designar a una calle con el nombre de 'calle' no es ya solo un soberbio caso de pensamiento tautológico y un ejemplo notable de lógica circular, es además un indicio de genialidad mayúscula, con concomitancias filosóficas interesantísimas y, si se me permite, alusiva incluso a las nociones de la física quántica mas avanzada y a la Teoría de las Súper Cuerdas.

Yo, si pediera elegir, sin duda preferiría habitar en la calle de la calle antes que, pongamos por caso, en la corredera de Ana Botella, el pasaje de Leire Pajin, o en el boulevard de Cayo Lara.



(Dibujos a tinta de Ignacio Huerga)

2 comentarios:

carmela dijo...

Juan, me encanta tu conclusión del nombre de las calles, muy bien descrito y razonado

Ilya U. Topper dijo...

¿Cómo que la calle se queda con ese nombres para siempre? ¡Pero si hay ciudades enteras que van cambiando de nombre cada equis décadas! En Cádiz es fácil verificarlo: la gran mayoría de las calles del casco viejo tienen al menos dos nombres, si no tres. No encuentro ahora mi archivo, pero recuerdo que apunté al menos 20 ó 30 calles donde se conservan ambos nombres, primorosamente puestos en azulejos, uno al lado del otro. El viandante escoge. Eso sí es democracia. (También hay casos en los que sólo consta un nombre, pero absolutamente todos los vecinos usan otro distinto). A veces, el antiguo nombre ya era doble: así, la calle Bendición de Dios también se llamaba "Calle del Azofaifo y del Salvador". Aunque mi favorita siempre fue la calle Fermín Salvochea. Casi no cabía en el azulejo el nombre alternativo: "Calle del cuartel de marina y garita de la escalerilla".