jueves, 27 de agosto de 2009

Un encuentro en la playa

Miró al mar largo rato. Luego cerró los ojos y se dejó zambullir en el aire fresco y en el ronco fluir de las olas rompiendo. Estaba sola en la playa inmensa. De pie, frente al horizonte, con los brazos abiertos y el rostro humedecido, intentaba atrapar rayos de sol. Pasó un rato largo. De pronto sintió pasos sobre la arena, pero no abrió los ojos. El ligero sonido sobre el suelo mullido se acercaba. Y ella seguía sintiendo…sintiendo el frescor de las gotas del mar en su rostro, y el sol suave, y el aire breve…y también esos pasos, cada vez mas próximos. De pronto ese sonido de alguien caminando se detuvo. Percibió una presencia muy próxima, sentía otra respiración, olía otro cuerpo, muy cerca. Pero no abrió los ojos aun. Seguía sometida al hechizo del horizonte. Y aquella presencia ya no se movía, permanecía ahora varada a su lado, como una sombra. Estaba cerca, muy cerca, casi la rozaba. Y ella no abrió aún los ojos. Al fin notó que era tocada, tal vez por unos dedos al final de un brazo extendido. Fue un simple toque, una caricia fugaz. Y entonces, sí, por fin abrió los ojos. Y se vio: se vio a si misma, se vio a si misma mirándose a si misma. Y quiso salir corriendo, pero no pudo. Y quiso cerrar los ojos, pero no pudo.

(Foto: Luis Echanove)

domingo, 23 de agosto de 2009

Titulares de ficción

Hubo un tiempo, cuando yo era adolescente, en el que a veces recopilaba titulares de prensa chocantes. Me interesaban sobre todo los de tono absurdo, más que los puramente sórdidos, amarillistas o truculentos. Buscaba con mi coleccionismo encontrar argumentos para cuentos falsamente surrealistas –puesto que en verdad estarían basados en historias reales, aunque increíbles. Recuerdo al menos dos de esos paradójicos titulares: “Mujer obesa muere succionada por un inodoro”(ocurrió en un avión) y “Fogosos murcianos muerden a bailarinas brasileñas” (fue durante el carnaval de Cartagena, hace dos décadas). Naturalmente, y por fortuna para los potenciales lectores, nunca escribí tales cuentos.

Como por azar, aquel vicio mío de recopilar noticias irracionales parece haber resurgido, o es que a lo mejor la actualidad depara una cantidad tan notable de información esperpéntica que no me he podido sustraer a ella. Hete aquí tres noticias con las que me he tropezado en los últimos días. Todas ellas proceden de medios serios y prestigiosos (la BBC, el Economist y El País), y todas comparten además un mismo argumento fundamental: la muerte como negocio.(i)Una empresa norteamericana se dispone a producir y comercializar diamantes generados a partir de los átomos de los pelos chamuscados que Mikel Jackson perdió en un incendio fortuito durante el rodaje de uno de sus videos musicales. (ii)El más célebre presentador de la televisión brasileña ha sido detenido acusado de contratar varios asesinatos de personas al azar. El tipo dirigía un reallity show en el que su equipo de televisión lograba llegar a escenarios de crímenes y encontrar los cadáveres antes que le propia policía; lo conseguía, evidentemente, porque en realidad eran sicarios a sueldo del programa quienes se encargaban de asesinar a las infortunadas víctimas. (iii) El tanatorio de Copenhague ha firmado un contrato con una empresa de electricidad para que la energía generada por la incineración de cadáveres en el crematorio alimente las calefacciones del vecindario. Un comité ético presidido por la Iglesia Luterana Danesa, creado para estudiar el asunto, no sólo no ha puesto pegas al proyecto, sino que ha subrayado los positivos efectos medioambientales que esta reutilización energética tendría. Por su parte, al danés de a pie parece importarle poco que su calefacción durante el crudo invierno nórdico se alimente con el calor generado por la combustión de la abuela difunta.

Siempre se ha dicho que la realidad supera a la ficción. Yo tiendo a pensar que la ficción, simplemente, ya no existe.

(Foto: Luis Echánove)

sábado, 22 de agosto de 2009

¡Chota Chunga es también un libro!

Gracias a Luis Echánove (que además de ser mi hermano, es un extraordinario diseñador gráfico con 25 años de experiencia profesional y un sin número de logos, productos y publicaciones a sus espaldas) Chota Chunga ahora es, además de un blog, también un libro.

Editado con primor, el libro, de gran formato (33 x 28 cms.), reúne los textos íntegros de casi todas las entradas en el blog durante los dos últimos años, acompañados de fotografías de Luis y con un diseño cuidado hasta el mínimo detalle.

El libro se puede adquirir en el siguiente sitio Web:

http://www.blurb.com/bookstore/detail/733909

miércoles, 19 de agosto de 2009

Finardo

Se recostó unos minutos sobre el sofá. Estaba agotado. Llevaba horas preparando el juicio del día siguiente; semanas recopilando pruebas para que las autoridades malayas detuvieran de una vez por todas a aquellos traficantes de mujeres filipinas; meses jugándose el tipo visitando burdeles secretos en Sarawak, acompañado de agentes policiales, para liberar a esas esclavas de la mafia…llevaba en realidad toda una vida luchando por hacer cumplir esa palabra simple y a la vez complicada: justicia.

Al rato abrió los ojos, se preparó una cena frugal, volvió al salón y en la entrevela comenzó a recordar a los suyos. Echaba de menos a su mujer y los niños. Apenas dos días antes los había visitado en Manila. No le gustaba estar sólo, separado de ellos, encerrado en ese apartamento de Kuala Lumpur, con la puerta trancada, esperando pasar las horas, hasta el amanecer…no un amanecer cualquiera, el amanecer del gran juicio contra los tratantes de esclavas sexuales. Llevaba un año en la embajada de Filipinas en Malasia, como diplomático a cargo de asuntos sociales. Era sólo una fase más tras décadas asumiendo responsabilidades, a veces arriesgadas, en el Ministerio Social y del Bienestar de Filipinas. Su último puesto, como director del Proyecto de Acceso a la Justicia para Pobres, financiado por Europa, le había ofrecido muchas satisfacciones personales y laborales. Sonó el timbre. Se levantó como un autómata, abrió la puerta. Caras desconocidas irrumpieron en el apartamento.

Seis llamadas telefónicas sin respuesta. Dos días sin aparecer por la embajada. Una cierta inquietud se apoderó de todos. Al fin, el cónsul sugirió acudir al apartamento. Lo encontraron en un charco de sangre. Un estilete rajaba su rostro; su cuerpo, destrozado, presentaba señales de tortura. El forense comprobaría después que le habían arrancado todas las uñas. No robaron nada, salvo documentos de trabajo. También habían vaciado la memoria de su ordenador personal y de su teléfono móvil.

Una semana después, en un inmenso tanatorio de la ciudad de Quezón, dimos el pésame a su viuda, vimos a sus hijos y hablamos con sus compañeros de trabajo. “Ha muerto un héroe”, pensé. Y una rabia inmensa se adueñó de mí.

Finardo C., amigo y colega de trabajo de Eva, murió asesinado en Kuala Lumpur el 7 de agosto de 2009.

lunes, 17 de agosto de 2009

Hay otro poema en mi nevera

Take away the rain

Take away the rain.
This true smells like the summer.
Her beauty falls from the wind.
Leave, love, cry.
Blood is a bitter worship.

Quitad la lluvia
Quitad la lluvia. Esta verdad huele a verano. Su belleza procede del viento. Vete, ama, llora. La sangre es una amarga oración.

(Foto: Juan Echánove)

Hay un poema en mi nevera

Water

We swim through a sea of storms,
As the shadows after the light,
Like whispers behind the mist,
Always next to recall our visions.
We are dreams
under the moans of the moon.
Eternity is a luscious moment
above time.

Agua

Nadamos a través de un mar de tormentas, igual que las sombras en pos de la luz, como susurros detrás de la niebla, siempre próximos a recordar nuestras visiones. Somos sueños bajo los quejidos de la luna. La eternidad es un delicioso momento por encima del tiempo.


(Foto: Eva Pastrana)

lunes, 10 de agosto de 2009

BlackBerry

Encendió la BlackBerry. Ningún mensaje reciente. La apagó con desgana. Ocultó la cabeza bajo la almohada y se durmió de nuevo, o eso intentó. A los pocos minutos sus parpados se abrieron. El reloj digital de números verdes marcaba las tres de la mañana. El jodido jetlack. Otra vez encendió la BlackBerry. Otra vez la apagó. Y así hasta cinco, diez, veinte veces. Amaneció. Por la gran ventana del hotel se filtraba la luz de la mañana y también el follón confuso de los claxones, los ruidosos motores de los autobuses y el ajetreo de los peatones. Se encaminó a la ducha como un zombi, sin pensar en nada, ni tan siquiera en la BlackBerry. Luego, ya seco y en albornoz, se fabricó un café de sobre con el agua del termo. Antes de vestirse ojeó la mesilla de noche. Ahí seguía la BlackBerry, desafiante, como un niño maleducado y resabiado, o como un viejo antipático y amargado. Ahí seguía, provocándole ansiedad con sus promesas de mensajes que no llegaban nunca. Dudó si encenderla. Dudó incluso si tirarla por la ventana.

Y entonces ocurrió aquello tan extraño: La BlackBerry comenzó a moverse sola, vibrando como un teléfono móvil cuando suena. El dichoso aparatito calló de la mesa y prosiguió su bailoteo incesante, siempre avanzando en la misma dirección: hacia él. Cuando llegó a sus pies, la tomó del suelo. Un mensaje brillaba en la pantalla luminosa. Lo leyó estremecido: 'Capullo, me querías tirar por la ventana, ¿eh? Ahora vas a saber lo que es bueno'. Y entonces la BlackBerry estalló, provocando una atroz deflagración. El tipo murió al instante. Todo quedo destruido en la habitación.

Los titulares del día siguiente hablaron de un probable acto terrorista. Nadie reivindicó nunca el supuesto atentado.

Sueño caucásico

Llevo un mes soñando con cumbres nevadas, pueblos de piedra encajonados en valles verdes, monasterios colgados de oteros imposibles y colinas salpicadas de vides. No es mi sueño el fruto de un desorden mental transitorio ni una forma bucólica de escapismo… es que en otoño marcharemos a vivir al Caucaso, allí donde según las leyendas griegas, Prometeo arrebató el fuego a los dioses y Jasón buscó el vellocino de oro. Georgia, cuna de Stalin, del vino, de los faisanes y de los primeros homínidos europeos, será nuestro hogar durante los próximos tres años. Conozco el lugar. Hace años ascendí a los pies del mítico Kasbegi en una vieja moto soviética con sidecar, recorrí los jardines de Borjoni, visité las iglesias medievales de Mesjeta y tomé parte en esas inacabables borracheras rituales a las que tan aficionados son los georgianos. Mi recuerdo de ese agreste país se nubla con los vahos de aquellas excesivas ingestas de aguardiente, pero aun así, conservo la imagen de esas cumbres nevadas, de esos valles verdes, de esos monasterios sobre oteros y de esas colinas de vides. Y por eso regreso, para comprobar, a fin de cuentas, si esos lugares existen. Me voy a Georgia para seguir soñando, osease, para seguir viviendo.