miércoles, 27 de abril de 2016

Origen

La infancia es un arcano de felicidad, un seguro secreto escondido dentro de nosotros; un mito original al que recurrir para encontrar sosiego y reposo.

La infancia es el tiempo primordial, y por tanto ontológicamente sagrado, de nuestro existir. De niños éramos menos de lo que somos como adultos, faltos de experiencias y de conocimientos. Pero, a la vez, de niños éramos también más de lo que somos de mayores: Faltos de ese envoltorio de gruesas capas de saberes y sensaciones adquiridas a lo largo de los años, el niño goza en cambio, de modo intuitivito, de un acceso inmediato y sin fisuras a la noción de totalidad. El mundo del niño no está fraccionado, sino que conforma un todo continuo, donde el pasado y el futuro importan poco. La realidad para el niño, va desenvolviéndose en piezas a medida que va siendo explicada, pero en esa ignorancia inicial e iniciática del niño, previa a todo saber,  el existir carece de linderos o bordes. El niño abraza al mundo tal y como este se presenta: Como una maraña sin roturas.

Los desgajamientos de lo real, el fraccionamiento de lo tangible, acontece en el niño como un suceso trágico; a medida que vive y crece, los sucesos cortan y coartan el mundo circundante. 

Las memorias de la infancia poseen un sabor único y totalmente diferente al de los recuerdos posteriores. Aunque sean nítidos y de contornos precisos, adoptan en nuestra mente un aire de mito lejano, de tiempo perdido e irrecuperable. Cuando miramos atrás y nos vemos niños, nos recomencemos en ese mismo yo que somos nosotros de un modo tal vez más genuino pero también ahogadamente doloroso: Sabemos que somos ese mismo ser de entonces, que la cadena de una continuidad sutil nos une a eso que fuimos, y  a la vez, atribuimos a ese pequeño ser interior un rotundo sentido de autenticidad.  

Sabemos que lo que somos hoy se explica en gran medida por lo que entonces éramos aunque, más que ver en ese pasado original la semilla del presente, nuestro niño interior se despierta en nosotros como el germen de las posibilidades y potencias que pudieron haber sido y no fueron. 

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